47 Razones para Amarte (libro 1 de la Saga Razones)

Razón #10 - Flotando entre Burbujas de Colores

Habían transcurrido horas, días o quizás sólo minutos el tiempo que llevaba dentro de ese engañoso laberinto siguiendo paciente a las lustrosas burbujas danzarinas que emergían desde un lejano sitio, indicándole con discreción la dirección especifica que debía mantener para llegar a su incierto destino. Mantuvo la atención fija, contando los pasos que sus Converse azules realizaban para aproximarlo un poco más a su meta. Sus pisadas eran firmes mientras continuaba avanzando por un sendero que desconocía. Moviéndose, siempre moviéndose. De algún modo detenerse no era una opción viable. Subió la vista hacia las coloridas pompas de jabón que flotaban tranquilas en el aire, tan glamorosas que parecían reflectar los fugaces rayos de luz transformándolos en arcoíris miniatura. Un grandioso espectáculo. Una adorable fantasía.

Las ligeras risas infantiles escaparon espontaneas de su boca, exponiendo su delirante sonrisa tan natural que los pómulos los sentía entumecidos. Sus cortas piernas se flexionaban continuamente para poder saltar sobre las redondeadas formas, riendo justo antes de escuchar el divertido "poom" que indicaba el característico estallido, seguido por una estela de polvo de colores que se esparcía por su rostro impregnando los alrededores con un dulce aroma a frutillas. Otra sonrisa involuntaria bordeó su cara al evocar la cálida sensación que se colaba por su pecho al pensar en aquella fragancia tan conocida. Crayolas, manzanas, cuentos de hadas. El perfume de la felicidad. Él estaba convencido que aquel olor le hacía pensar en alguien en particular, ¿quién era esa persona?, ¿por qué no le recordaba?

"Me gusta tu gorro, es del color del cielo".

—Duele —confesó Jason con la mueca de dicha tambaleante, borrándola de tajo hasta convertirla en una línea recta remarcada entre sus labios—. ¿Por qué duele tanto? —se cuestionó confuso retirando de mala gana las lágrimas que brotaban sin explicación aparente para evidenciar su imperdonable falta. Buscó un indicio que diera solución a la profunda nebulosa en la cual navegaban sus memorias, sin embargo, su cerebro estaba vacío y completamente a la deriva. No había nada, no estaba nadie.

"¡Prometiste ser fuerte!, ¡Lo prometiste!".

Los murmullos lo abordaron en un instante, una lastimera protesta que incitó a que sus entrañas se contrajeran en una vibrante ansiedad. El simple sonido de su voz bastó para que un millar entero de mariposas despertaran agitando vigorizantes sus alas, demostrando el valioso significado que aquel ser representaba para su alma.

"Quisiera hacer lo imposible para estar a tu lado".

Su cuerpo reaccionó en automático cuando aquellas palabras fueron procesadas por sus oídos precipitándose hacia adelante con el fin de localizarla. La desesperación se mezclaba con la furiosa adrenalina en el interior de sus venas haciéndolas tronar, silbando por encima de sus tímpanos forzándolo a correr. Guío una de sus manos a dónde los latidos retumbaban eufóricos, añorantes de ver algo que sentía le habían arrebatado y su enloquecido corazón exigía de vuelta. Largos mechones azabaches, brillantes pupilas azules. La sonrisa de Blancanieves. Fue el primer pensamiento que se filtró consiguiendo que sus miembros aceleraran su carrera bajo las jabonosas esferas, rompiendo los límites de su propia resistencia física.

Un gigantesco espejo bloqueó la continuidad entre los pasadizos encajonándolo e impidiéndole libertad. Ese era el final de su camino. Las pompas se escabullían de alguna descabellada e inexplicable manera desde el polo opuesto, comprendiendo que quién deseaba ver se mantenía oculta detrás de aquella muralla de vidrio.

Se aproximó lo suficiente para que el perfil de sí mismo tomara posición en su visión panorámica, estudiando con precisión al pequeño que se exponía sobre la platinada superficie. Echó un rápido vistazo disgustándole la impecable apariencia que se apreciaba desde su perspectiva. Abundante y reluciente cabello castaño, tersa piel sin imperfecciones, hermosas mejillas sonrojadas. Frunció el entrecejo evidenciando su irritación. Ese encantador niño de complexión ideal era falso, tanto como lo era el irreal mundo que le rodeaba.

Alzó su mano derecha hasta que la silueta semejante a la suya igualara el gesto. Una dolorosa desilusión destelló en lo más recóndito de sus ojos cobrizos, las huellas de una honda pena que ahora también veía aflorar en las sombras de un pasado que le era imposible pretender darle alcance. Alejó las tibias gotas que bajaban para aliviar su sufrimiento, conteniendo el aire en la garganta cuando el peso de su inminente realidad lo abofeteó para desmoronar los restos de la utopía que caían a pedazos. Detalló los hilos de estambre que cubrían las áreas desnudas de su cuero cabelludo, las felpudas zapatillas de descanso con aspecto de conejito, los recalcados círculos que se cernían como un par de agujeros, los innumerables moretones, la escalofriante delgadez. Él era la personificación de la soledad, de la cruel muerte.

"Pase lo que pase, yo estaré contigo, Jason."

Una apacible vocecilla habló contra el muro apaciguando a los feroces demonios de su inconsciente que pretendieron lastimarlo. Sólo una frase, sólo bastaron las palabras adecuadas para que sus heridas desaparecieran. Un bálsamo emocional pronunciado por alguien a quién su mente había optado por desechar como mecanismo de defensa para prevenir un daño aún más terrible.

Un diminuto objeto salió del interior del espejo, rodando suavemente hasta golpear las orejitas de sus pantuflas que se arrastraban. Era una pieza de cera, una minúscula crayola morada que apostaba no alcanzaba la altura de su dedo meñique, tan diminuta que temía dividirla si la tocaba en exceso. Las palpitaciones retornaron eufóricas al presenciarle de cerca, siendo testigo de los imparables "doki-doki" que retumbaban en su caja torácica.




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