Entró al acogedor espacio del departamento siendo guiado por su gigantesco acompañante, y con un cuidado que no encajaba con la indiferente personalidad de su agrio amigo, fue puesto en la única pieza amueblada que decoraba la minúscula estancia. Un agudo quejido brotó de su garganta al presentir el entumecimiento de sus músculos, comprobando que el efecto sedante de los medicamentos proporcionados por la doctora estaba por llegar a su punto de declive. Giró hasta enfocar a la alta figura moverse por el angosto terreno, oyendo el ruidoso ajetreo de los utensilios de cocina que el chico colocaba sobre la estufa para dejar todo disponible en caso de que le apeteciera beber una reconfortante taza de té cuando lo creyese conveniente.
Una fina línea se plasmó en su cara al notar la evidente preocupación de Marck por su salud, considerando gracioso el que constantemente se empeñara en disfrazar de los demás aquel lado humano, amable y protector. Las apariencias nunca son lo que parecen. Suspiró algo resignado al recordar las numerosas situaciones en las que los ojos juzgadores de gente desconocida señalaban con cruel saña a Marck, discriminándole no por su increíble talento, no por su ágil inteligencia o desdeñosa lengua, sino por el hecho de vestir prendas que no entraban en lo establecido, por portar perforaciones brillantes y exponer los trozos de su vida e historia personal en sus tatuajes coloridos. Los individuos de una sociedad que te califican solo por la apariencia serán los mismos que con pacificas sonrisas, sostendrán el cuchillo que atravesará tú espalda.
—Muchas gracias —mencionó Jason apesadumbrado aún con la voz irritada por el refriado y las profusas horas de sueño que había tenido en la camilla de la enfermería de la universidad antes de que Marck, hubiese ido en su auxilio en una piadosa acción tras mandar un mensaje de texto, informándole sin muchos detalles que estaba prisionero en esas blancuzcas paredes hasta que un familiar o en el menor de los casos conocido, acudiera para firmar la responsiva que le daría el alta por política reglamentaria de la institución.
>>—Discúlpame por todas las molestias —volvió a iniciar cuando el joven se volteara para colocar los guantes de cocina en el respaldo de la isla—. Por mi causa tendrás que tomar doble turno para que el gerente no reduzca tu salario por el tiempo que usaste para traerme hasta casa —le anticipó lo que sería su ardua jornada en las próximas horas en la cafetería, sintiendo el peso de la culpa caer precipitado sobre sus hombros, no obstante, Marck le propinó un ligero golpe en la frente para que dejara de autocompadecerle.
—Cierra la maldita boca o joderas más tu garganta, idiota —le dijo Marck mientras alcanzaba la mochila que había arrojado en una de las esquinas de la salita. Se acercó a ella y sacó una bolsa plástica que sin demoras le cedió a Jason—. Adentro esta la receta con las indicaciones, horarios y porciones en que debes consumir cada uno de los fármacos que la doctora sugirió. Surtí la lista para los siguientes cinco días, así que solo recupérate —caminó con su acostumbrada pose despreocupada en dirección a la puerta con la intención de marcharse. Rebuscó en los bolsillos de su chaqueta de cuero y pantalones hasta coger la cajetilla de cigarrillos, no demorando en llevar uno hacia sus labios con el encendedor ya en mano—. Si tienes algún inconveniente llámame al móvil sin importar la hora, ¿de acuerdo? —demandó cuando se encontraba en el umbral de salida, hizo un ademan con su mano izquierda y antes de cerrar le solicitó fuese precavido.
Era más una orden que una simple recomendación, sin embargo, Jason asintió obediente. Aguardó solo un poco a que el sonido de la puerta le indicara la retirada de Marck para alejarse del mullido sofá, registrando las pertenencias que en secreto había ocultado en el interior de su mochila.
Sus vibrantes dedos deambulaban inconstantes por la gruesa pasta que protegía el contenido del cuaderno, optando por traerle consigo que abandonarle por los alrededores cuando sus esperanzas de ver aparecer a Dion en el interior del recinto médico se fueron esfumando con el correr de los primeros cincuenta minutos después de recuperar el conocimiento. Un cuestionamiento tras otro se amotinaba dentro de sus pensamientos inundándole de confusión, manteniéndole perdido y completamente a la deriva. Tantas dudas e interrogantes sin respuestas vagaban por un sendero que estaba en penumbras, impidiéndole agarrarse de alguna que lograra darle un gramo de lucidez.
Dio un salto de sorpresa cuando un suave movimiento en la parte baja de los tobillos lo tomó desprevenido, descendiendo la vista hasta la curiosa bola de pelos marrones que malhumorada le exigía con sus arrogantes pupilas aguamarinas le alimentara de inmediato.
—Así que estabas escondido en el dormitorio, pequeño ingrato —reprendió al felpudo gato persa que oscilaba su cola de un lado al otro mientras le sostenía la mirada con rebeldía—. Hoy no fue un buen día, Cooper —resumió en breve los acontecimientos con una voz que delataba los síntomas aún vigentes de la gripe.
Acarició sus finos cabellos a modo de justificación riendo más animado al oír los relajantes ronroneos que escapaban queditos del felino que posaba su rosada naricita en busca de contacto.
—Quisiera que me aconsejaras qué hacer —pidió ante el confuso par de orbes azulosos que ahora le observaban con un toque de compasión seguido muy de cerca por un maullido extendido. Sonrió enternecido. Su querida mascota le había propuesto una idea, era una verdadera lástima que no entendiera el lenguaje gatuno—. Al menos lo intentamos, ¿cierto? —le dijo entre risas contenidas a la vez que se inclinaba en el alfombrado del piso y buscaba apoyo en uno de los muros de falso concreto. Cerró los parpados deseando borrar la inquietud que se cernía en su pecho cortándole con furia el aire—. ¿Qué hago contigo? —lanzó la pregunta en espera de una contestación que no obtendría. Pasó la mano por sus desordenados cabellos agitándolos como muestra de frustración.