47 Razones para Amarte (libro 1 de la Saga Razones)

Razón #26 - El Beso de Judas

El ruido de los utensilios de cocina, el ajetreado movimiento de los trabajadores y las amenas conversaciones entre los variados clientes que arribaban al interior de la cafetería para pasar un relajado domingo iban en aumento pese a mantenerse alejado de todos ellos.

Apoyó su agotado cuerpo en una de las bancas que había en el área designada al personal, aprovechando unos cuantos minutos de su tiempo para retomar las energías que le abandonaban con gran facilidad. Cogió uno de los paños húmedos que tanto Marck como Jong se encargaban de tenerle siempre a disposición, sintiendo una apacible sensación de bienestar al contacto con la fría prenda sobre su acalorada y tirante piel.

—Seré fuerte —mencionó con una doliente sonrisa hacía el pequeño trocito de cera morada que pendía del lazo que mantenía rodeando con firmeza su muñeca derecha en forma de pulsera.

Ella le había infundido su fuerza inagotable aún en la distancia hace muchos años y de nuevo se aferraría a esa idea para salir adelante, tal y como lo había hecho en todos los periodos de su vida, él lucharía hasta el final.

—Es una promesa —dijo antes de que el golpeteo de la puerta de empleados anunciara la llegada de visitas anexas o no referentes a su trabajo. Y en efecto, dos siluetas se desplazaron al interior de la zona de descanso.

Se apoyó en la base de sus antebrazos para tener una mejor vista de los recién aparecidos, identificando las enormes proporciones de Marck, quien con el semblante endurecido servía de guía para la forma diminuta que venía aproximándose a sus espaldas. Era Matt.

—Aquí lo tienes, ahora les dejaré a solas — anunció el ojiverde malhumorado, dándole un rápido vistazo para corroborar su condición—. Si me necesitas estaré en la barra —se despidió de Jason retomando su camino de vuelva a sus labores.

—Hermano, ¿estás bien? —no demoró en cuestionar Matt cuando Marck cerrara la puerta para brindarles algo de privacidad.

Intentó rozar una de sus pálidas mejillas para comprobar que su desmejorada apariencia física no fuese tan severa como daba a primera impresión, siendo rechazado de inmediato por Jason al ponerse de pie para extender las distancias que les separaban.

—¿Qué haces aquí, Matt? —atacó Jason al joven sin un matiz de emoción fijo mientras se trasladaba hacía la fila de casilleros observándole callado.

Fueron largos minutos lo que le tomó a Matt reponerse, sintiendo un gélido escalofrío recorrerle la espina dorsal al contemplar los sentimientos que se reflejaban en los profundos ojos de su querido hermano menor.

Un acumulo de posibilidades viajaron a una estrepitosa velocidad en su mente en busca de una sola conjetura que uniera las piezas de aquel rompecabezas, haciendo que el espantoso presentimiento que latía se albergara en sus entrañas provocando que el piso bajo sus pies se estremeciera. La sensación de decepción, tristeza y amargura eran tan intensas que le costaba enfocarse en otra cosa que no fuese Jason y el maltrecho pedazo de papel amarillento que descubría desde el bolsillo trasero de su pantalón. Un tirón por parte de su acompañante bastó para hacerle llegar la amorfa conformación a sus pies, descendiendo la cabeza hasta capturar las cuatro contundentes palabras que venían escritas en aquella hoja maltratada.

Un inimaginable miedo bordeó sus venas hasta hacerle temblar sobresaltándose al sentir el suave tacto de Jason al remover la lacerante lágrima que había liberado al saberse descubierto. Le mantuvo con firmeza la mirada herida que el chico le devolvía, mordiendo sus labios con tal ímpetu que el sabor ferroso inundó su paladar como un recordatorio permanente del imperdonable pecado cometido contra su propia sangre.

—Por favor... —apenas fue capaz de pronunciar con el nudo de pánico estrangulando su pecho. Sus extremidades se agitaban incesantes, viéndose en la necesidad de abrazarse a Jason antes de que perdiera el sentido. Lo rodeó con sus convulsos brazos en un acto desesperado para no romper los lazos invisibles que él mismo se encargó de destruir al haber usurpado la identidad de su hermano, no obstante, Jason no correspondió su solicitud —. ¡Por favor, perdóname! —pidió tirando de las prendas que se presionaban entre sus blancos nudillos—. ¡No quiero perderte, Jason! —dijo llorando su agobiante pena, permitiendo que el abominable peso de los remordimientos acumulados por tantos años le dejara en libertad por primera vez desde que cometiera el peor error de su vida.

—Ya es tarde, Matt.

Escuchó decir a Jason con punzante dolor su sentencia mientras retiraba sus brazos para retroceder y que admirara de primera mano las lamentables dimensiones de los crueles actos que su padre y él habían fraguado contra alguien que era inocente, contra alguien que no merecía conocer el significado de la palabra sufrimiento.

—Jason te lo suplico, tienes que oírme —trató de razonar, pero el gesto en negativa era definitivo, él no le daría armas para defenderse, no las merecía y tampoco las tendría.

—Creí que eras mi familia —articuló Jason con una expresión tan doliente que desgarró el corazón del mayor de los hermanos Brown.

—Lo soy Jason, siempre lo seré —quiso llegar hasta el muchacho que le miraba con sus almendradas pupilas impregnadas en radiantes lágrimas, haciendo una proeza admirable al retenerlas. Ni siquiera era merecedor de aquella muestra de desconsuelo.

Avanzó un paso hacía él, obteniendo su total desestimo ya que Jason había incrementado el distanciamiento.

—Cuando Jack me llevó a esa casa estaba tan asustado, tenía tanto miedo que sólo quería escapar —rememoró aquellas vivencias que le dañaban—. Recuerdo que me arrojó a una habitación solitaria, enorme y tan abrumadora que por un solo instante deseé no haber sanado, quería regresar al hospital, ansié volver al mundo que conocía y en dónde me sentía seguro, en dónde era amado —tragó fuertemente la necesidad de desahogo—. Esa noche sin hacer el menor de los ruidos tomé algunos cuantos cambios de ropa, los coloqué dentro de mi mochila y solo me fui —un atisbo de sonrisa figuró en sus labios, un acto reflejo tan repentino que terminó por esfumarse—. Me escabullí a la cocina ya que no sabía cuándo sería la siguiente ocasión en la que probaría algún bocado, así que tomé los paquetes de Oreos que estaban sobre la estantería.




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