47 Razones para Amarte (libro 1 de la Saga Razones)

Razón #31 - Pétalos de Lirios

Se guío entre el amplio espacio dirigiéndose hasta el vistoso ventanal frontal de su estudio, envolviéndose con el amaderado sabor del whisky que quemaba a lo largo de su garganta cada vez que el fuerte líquido ambarino entraba en su sistema para adormecerle el alma solo un poco más.

Ignoró premeditadamente los desesperados golpes que se dejaban caer contra la puerta bloqueada, las palabras que salían en una mezcla perfecta entre ruego y reproche para que abandonara la seguridad de aquellas cuatro paredes revestidas. Eve Brown gritaba frases sin sentido, oraciones llorosas en dónde se le comunicaba que un oficial de la policía le aguardaba en la entrada de la residencia para informar del terrible accidente automovilístico en el que sus dos hijos estaban involucrados y su salud comprometida.

Quería dejar atrás el peso de sus actos, el dolor que cargaba acuestas mereciéndolo mientras arrancaba los hechos de un pasado que latía tan presente que no podía evitar cuestionarse sí en verdad el tiempo hubiese manipulado el mover de las manecillas que regían el ir y venir de las eras para que purgara debidamente sus pecados.

—Elizabeth —pronunció el nombre de la mujer que le robaba el sentido aún después de tanto, la causante de que los espectros de la noche susurraran promesas escalofriantes impidiéndole conciliar el sueño inundando su mente en sofocantes pesadillas—. ¡Esto es tu culpa! —acusó frenético haciendo que los golpeteos del exterior se detuvieran.

Arrojó el delicado vaso de cristal al punto contrario de la habitación, arrumbando su cuerpo hacía la pared más cercana cuando el alboroto se apaciguara. Se dejó derribar como la fuerte figurilla en un tablero de ajedrez, una vez alguien hiciera un impecable movimiento para ganarle la partida. Sonrió con amargura, él había perdido hace mucho tiempo atrás cuando tan solo era un joven de veintitrés años, desde el día en el que permitió que su sádico corazón fuese cautivado por una dulce mirada, una cálida sonrisa y el embriagante aroma de los pétalos de lirios que flotaban junto a ella. 

 

 

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Apuntó con el lente de la sofisticada cámara que traía consigo al conjunto de gigantes edificios, todos ellos aglomerados como monstruos de metal dentro de una pequeña caja de juguetes. Miró el tiempo que le restaba antes de reunirse con su padre en el interior de sus oficinas, comprobando que tenía los minutos justos para tomar una más y partir a su destino sin que el hombre sospechara que había vuelto a su apasionante obsesión por la fotografía.

Solo un disparo en la dirección de aquella sencilla florería ubicada casi al final de la avenida había sido suficiente para transformar su mundo, una fracción de segundo bastó para distraerse y que ella apareciera en el foco siendo capturada dentro de la imagen. Alzó la cabeza para conocer a la joven que por error se había entorpecido en el camino, sintiéndose atrapado por la frescura que emanaba en cada una de sus frágiles acciones mientras sostenía un bello manojo de girasoles.

—¡Demonios! —se maldijo Jack por lo ridículo de la situación cuando ella dirigiera su vista hacía él, ocultándose mejor detrás del vehículo que estaba estacionado frente a la florería por largo tiempo, el necesario para que el chofer que había sido enviado a recogerle hiciera acto de presencia.

Se irguió para corroborar que ella no estuviese por los alrededores, negándose admitir la oleada de decepción que le recorrió cuando vio el vistoso letrero de cerrado en el ventanal de la tienda de flores. Sin más que hacer sacudió su vestimenta y tomó la cámara del asfalto, empezando a introducirse en el fastuoso BMW negro que estaba a su disposición personal. Suspiró con pesadez bajando levemente los parpados, esperando en su puesto a que el trabajador subiera por el lado del conductor para retirarse de ese sitio lo más rápido posible.

Disculpe joven, pero esto estaba en la parte trasera del automóvil mencionó curioso el chofer tomando su lugar delante del volante, cediéndole lo que él creía venía de alguien desconocido.

Una extraña sensación se filtró haciendo que su adormecido corazón palpitara por primera vez, llenando el aire con el suave aroma floral, sintiendo la ansiedad por tocar los largos pétalos perlados cuando le cedieran la oportunidad de tenerle. Era un lirio blanco.

 

 

La siguiente vez que estuvo por aquella floristería las estaciones habían hecho sus debidos giros de forma que tres años fueron añadidos, trayendo cambios desafortunados que detestaba recordar.

La musical campanilla le dio la bienvenida al establecimiento cuando flores coloridas y perfumadas le bloquearon los sentidos, tomándolo por sorpresa al oír la tenue voz que le llamaba desde el recibidor para atenderle.

—¿Se le ofrece algo en especial? —preguntó grácil la joven empleada aproximándose hasta dónde él estaba.

—Quisiera lirios blancos, por favor —le dijo Jack disimulando un falso interés por los magníficos arreglos de muestra que se situaban por el área y frenarse de admirarla.

—Por supuesto —respondió ella tan afable que sus mejillas se tiñeron de un adorable rosa mientras seleccionaba las flores con las que trabajaría— ¿Algún diseño en particular?

—Hazlo de tu preferencia.

Muchas fueron las veces en las que se dijo así mismo que esas ondas cálidas que resurgían en sus entrañas cada vez que veía la foto que mantenía cargando en el bolsillo de su saco desde hacía tres años, no eran algo que debía importarle, y que el desenfreno con el que palpitaba su corazón no tenía nada que ver con la hermosa mujer con la que se había atrevido a soñar clavándola a su vida.

—Me agrada, puedes conservar el resto —dijo Jack al darle el pago de su merecida labor ya que, sin duda, el ramo que ella había construido era exquisito.




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