47 Razones para Amarte (libro 1 de la Saga Razones)

Razón #36 - Perfecta Mentirosa

Observó con detenimiento el aparato electrónico que descansada ajeno sobre una de las mesas decorativas de la habitación, estremeciéndose por entero ante el mero recordatorio de lo que ese móvil significaba. Sus miembros se envolvieron protectores uno encima del otro en un modo de defensa, cubriéndola de un posible daño imaginario que sólo era visible para ella. Uno que únicamente podía sentir ella.

La vaporosa silueta reflejada en la ventana enmascaraba apenas las terribles secuelas que había padecido encerrada en aquella maloliente bodega, esas que de acuerdo con las órdenes que había recibido, ocultaría tras el peso de una consoladora sonrisa y junto a dos adorables palabras que a oídos ajenos sonarían convincentes, "Estoy bien".

Dedos temblorosos recorrieron los pliegues de piel amoratados, rotos y endurecidos, un penoso espectáculo que por el momento prefería ignorar. Las heridas superficiales que cargaba distaban mucho de lo que ese hombre había hecho con su persona, no existiendo un sólo calificativo que describiera el crimen del que fue víctima.

Una nota fue deslizada por la rendija de la puerta, avisando la entrada de un nuevo mensaje dirigida sólo a ella. El miedo creció hasta su punto de quiebre al leer el nombre del remitente, conociendo de primera mano la sentencia que estaba siendo lanzada para que la acatara sin oponer resistencia.

"A partir de hoy, tú cuenta regresiva está en marcha. Ya sabes qué hacer".

Con esa corta frase su fuerza, su valor e incluso su adolorido corazón fueron saqueados dejándola en la nada. Guio sus manos hacía su rostro para silenciar su llanto, desahogando sin testigos la pena que la consumía al estar sin esperanzas en un callejón sin salida. Cayó a los pies de la cama conteniendo un asfixiante sollozo, sintiendo en forma física los estragos de una condena inmerecida, un castigo del cuál era inocente.

—Hana soy Marck, por favor, abre la puerta —solicitó el chico de largos cabellos desde el otro lado de la habitación tomando a la ojiazul por sorpresa, enfatizando su petición con los leves toquidos provenientes desde el corredor.

Aprisa retiró cualquier tipo de evidencia que delatara su dolor, inhalando un par de veces para tener el coraje de recibir a Marck con una reconfortante expresión. No obstante, aquella astuta mirada esmeralda la analizó con agudeza, empeñado en descubrir el mínimo indicio que señalara su farsa. Él sabía que mentía.

—Estabas llorando —no era una pregunta, Marck lo había afirmado sin rodeos, recorriendo con sutileza el borde de sus húmedas mejillas y observar el leve enrojecimiento de sus ojos azul cielo.

—Estoy bien —respondió a cambio la pelinegra en forma mecanizada retrocediendo lo suficiente para romper el contacto, acentuando su respuesta con una bonita sonrisa de hoyuelos—. Sólo dormía, eso es todo.

—Jason espera por ti en el vestíbulo —le dijo dando media vuelta con la intención de marcharse, no sin antes darle un vistazo al móvil de Hana. Esa era la pieza que desencajaba en un complejo rompecabezas, uno que terminaría de resolver aún a costa de la negativa de la propia ojiazul.

—Iré con él —mencionó Hana alcanzando su bolso, apartando el teléfono que Marck contemplaba con tanta insistencia poniéndola nerviosa.

Estaba por avanzar hacia la salida hasta que la imponente figura del chico se interpuso en su camino bloqueando cualquier posible escape de su parte.

—Es curioso... —Marck siguió la manera en la que los delgados dedos de la joven presionaban el móvil atrapado en su mano—. Partiste de esta misma habitación sin dejar rastro, ni siquiera las cámaras de seguridad consiguieron registrar el momento exacto en el que abandonaste el interior —señaló lo sucedido—. Desapareciste cerca de sesenta horas hasta que una patrulla de oficiales te localizó vagando por una avenida de mala muerte, y luego ser transferida al hospital más cercano para tratar las lesiones que de acuerdo con tú declaración, fueron provocadas por un par de asaltantes, ¿estoy en lo correcto?

—Eso fue lo que ocurrió, Marck.

—¿En serio?, entonces, ¡porqué tienes el móvil aún contigo! —atacó sin más retirándole el aparato, comprobando la creciente desesperación manifestarse en Hana al ver aquel celular en su dominio.

—¡Devuélvemelo! — Exigió ella esforzándose por recuperar lo que Marck le había arrebatado. Él no podía conocer el contenido que ahí se resguardaba, hacerlo sería poner la seguridad del pelinegro en máximo peligro.

—Sé que ese hombre es el culpable —le dijo Marck con la ira creciente en sus acciones—. ¡Maldita sea!, sé que el padre de Jason está detrás de toda esta mierda y que algo muy horrible tuvo que pasarte dentro de esas horas que no supimos de tu paradero.

¿Horrible?, eso era apenas un asomo de lo que había experimentado. Bastaba con que cerrara sus ojos para que la pesadilla cobrara vida de nuevo haciéndola pedazos. El enfermizo olor, la humedad y esa temible oscuridad en la que fue lanzada las llevaba grabadas en la piel, adheridas a sus recuerdos, y a esas memorias que robaban su sueño.

—Marck yo...—titubeó, por un solo segundo lo hizo, en verdad estuvo tentada a gritar el infierno atroz que había vivido, sin embargo, no pudo. Nadie más sufriría mientras ella estuviera ahí para impedirlo. En su lugar, sus labios se extendieron en una tierna sonrisa, pronunciando esas dos amargas palabras con una voz que atormentaría a Marck por el resto de sus días—. Estoy bien.

El joven frente a ella desistió de argumentar, liberó un cansado suspiro de derrota y sin mayores intereses se retiró del dormitorio de esa pequeña mentirosa.

—Lo siento, pero esto es lo mejor —aseveró Hana bajito hacía alguien que ya no la escuchaba.

Apresó el dispositivo en modo protector, dirigiéndose a uno de los archivos en específico que estaban almacenados en la tarjeta de memoria. Era un video con duración de 11:23 minutos.




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