Golpeó la puerta frente suyo, aguardando paciente a que la persona que había solicitado su presencia en aquellas instalaciones inmaculadas le diera el acceso permitido al interior de la habitación. Su imponente silueta llenó de inmediato el reducido espacio al ingresar, observando ciertamente sorprendido en una de las ventanas, el frágil cuerpo de Matt Brown postrado en una sofisticada silla de ruedas.
—Gracias por acudir a mi solicitud, Marck —mencionó con una débil sonrisa Matt en forma de agradecimiento hacía el amigo de su hermano.
—Esto no lo hago por ti, eso bien debes entenderlo —arremetió Marck desdeñoso recargando su gran figura en el marco de entrada, soltando impulsivo la creciente irritación que el chico despertaba en él.
—Lo haces por Jason, eso lo sé —admitió el joven Brown redirigiendo tu atención momentánea a todo lo que se mantenía apartado fuera de las solitarias paredes de ese hospital, una libertad que él ya no podría tener—. Tus acciones sólo me confirman que eres el indicado.
—¿Pretendes que te brinde mi ayuda, después de la traición que cometiste contra Jason? —cuestionó en modo irónico e hiriente pasando una mano por sus largos cabellos sin terminar de creer ese mal chiste—. Olvídalo, eso no sucederá nunca, así que me largo —avisó Marck sin darle mayor importancia al asunto, sin embargo, las contundentes palabras de Matt frenaron cualquier intento de su parte por marcharse.
—¡Necesito que protejas a Jason en mi lugar!
—¿De... de qué hablas? —lanzó confuso el pelinegro algunos segundos más tarde, aún renuente con aquella extraña situación.
—Por mis malas decisiones y actos egoístas, lastimé por años a Jason de forma innecesaria —explicó Matt con el semblante afligido—. Fui un espectador silencioso de su sufrimiento mientras lo veía aferrarse al recuerdo de una pequeña que sólo quedó preservada en viejas fotografías que él atesoraba, a las vivencias felices de un amor de niños que sabía no regresarían jamás —encaró a Marck con el peso de su rota y esmerilada mirada brillando en un ardiente llanto—. Soy un cruel traidor que se atrevió a secar sus lágrimas aún conociendo esa verdad.
—¿Eso es todo? —enfrentó Marck enfurecido con los puños levemente contraídos cuando el chico Brown concluyera su explicación—. Te sientes culpable y lo eres, maldita sea, ¡claro que lo eres! —le escupió sin rodeos— El mierda que tienen ambos por padre y tú, se encargaron de destruir la estabilidad emocional de Jason hasta colocarlo en el estado deplorable en el que se encuentra —golpeó el muro con el peso de su impotencia, hiriendo a Matt con aquella devastadora afirmación que le robó el aire—. Jason pudo haber sido inmensamente feliz.
—Yo sólo...
—¿Sabes cuán diferente pudo haber sido su vida? —Marck avanzó hasta inclinarse y posicionarse a los pies de la silla de ruedas, sujetando con ferocidad de las llantas para aproximar el inmóvil cuerpo de Matt—. Dime, ¿tienes una idea de todo lo que le arrebataron?
—¡Juro que sólo quería protegerlo! —gritó en su defensa como una última alternativa.
—¡Dejar a cualquier niño cerca de un monstruo cómo tu padre de ninguna forma puede ser considerado protección! —señaló Marck—. ¡Permitiste que Jason conviviera por años con el asesino de su madre!
—¿Lo sabes?, ¿Cómo es que estás al tanto de lo ocurrido? —demandó conocer Matt—. Esa información sólo la conocíamos mi padre, el propio Jason y yo, nadie más tenía acceso, así que no hay forma de que supieras ese hecho.
—Te equivocas, existe un cuarto individuo que conoce a la perfección el homicidio de tú padre —reveló con ira las evidencias que había descubierto y armado con esmero tras leer el contenido de aquel folder amarillo junto con la confesión de la pequeña Carver—. Aún no lo entiendes, ¿cierto? —respiró a empujones intentando tranquilizarse—. La razón por la que Jack Brown intentó alejar a Hana de Jason cuando ambos eran niños fue para eliminar al testigo que lo vio cometer el crimen, ese hombre a intentado por años acabar con la única persona que puede atestiguar en su contra.
Los contundentes argumentos que el amigo de su hermano había exhibido eran irrefutables, tan lógicos y a la vez tan simples que se sintió por entero desarmado. La respuesta que había buscado siempre se mantuvo en sus narices, tan tangible que sólo había faltado tocarla para que terminara de creerla. Un pesado sentimiento de abandono se alojó hondo en sus entrañas presionando con la fuerza suficiente para asfixiarlo. La tristeza que sentía por su padre era inmensamente profunda e interminable.
—No permitiré que nadie más corra peligro, así que, por favor, ayúdame... —insistió Matt en tono suplicante y desesperado —. No puedo confiar en nadie más.
—Primero dime, ¿qué es lo que quieres de mí? —fue su consulta—. Y será mejor que pienses a consciencia la respuesta, ya que de eso depende el que salga o no por esa puerta sin importarme más tu existencia —no demoró Marck en puntualizar.
—Segundo cajón a la derecha —le dijo señalando con la mirada el mueble que reposaba a un lado de su cama.
La gigantesca forma de Marck se puso en marcha siguiendo las indicaciones dichas hasta localizar únicamente una carpeta en el interior. Variados documentos fueron expuestos ante su presencia, sin duda unos más importantes y primordiales que otros, pero todos centralizándose en el mismo tema. Los papeles que sostenía entre sus manos detallaban tanto en el ámbito legal como en el médico, un procedimiento quirúrgico invasivo al cual el mayor de los hermanos Brown había accedido a ser sometido en los próximos días, así como el nombre del receptor que se vería beneficiado con su ayuda.
—¿Tú eres el donante de Jason? —articuló Marck con el asombro tan palpable en sus vocablos que una tenue sonrisa se dibujo en los labios de Matt al verlo sobre reaccionar con aquel descubrimiento.
—Lo soy —aceptó con seguridad, dejando en el aire esa agradable sensación de orgullo al ser partícipe de una gran acción.