47 Razones para Amarte (libro 1 de la Saga Razones)

Razón #38 - El Príncipe Roto

Abandonó la habitación en silencio, tan pausado que sus acciones eran poco notorias ante un cuerpo que se movía, respiraba y funcionaba a estas alturas más por instinto que por voluntad. Sus pensamientos se sacudían furiosos dentro de su mente creando un despiadado caos de confusión, dolor y desesperanza, bloqueando el abatido llamado de Matt para que retornara y lo escuchara. Jason no lo hizo.

Los sonidos a su alrededor cesaron volviéndose un vago zumbido, un eco profundo que en definitiva no llegada a sus oídos. Caminó desorientado por aquellos inmaculados pasillos tintados en un nauseabundo blanco, hundido en el devastador peso de la verdad que tras años de encubrimiento el día de hoy resurgía desde las cenizas para devastarlo todo haciendo justicia. Se dejó caer en una de las esquinas del pasillo retirando mecanizado de las lágrimas que caían en busca de un alivio que no llegaba, un consuelo que quizás en esta vida no merecía. Rio con amargura hasta distorsionar sus joviales facciones en una doliente mueca de aflicción. Sí, esto era una tardía justicia.

—Tienes que alejarte de Jack Brown, Jason —fue el afligido ruego que Matt le había solicitado, no pasando inadvertido el hecho de que su hermano ya no se refería al mayor de los Brown como padre—. Él lo supo todo el tiempo —respiró inestable, buscando las palabras correctas para infringir el menor daño posible—. Jack conocía tú relación con Hana mucho antes de que ella enviara la primera carta y él empezara a manipularme para que callara.

—¿A qué te refieres? —Jason exigió una explicación, no agradándole la siniestra dirección que estaban tomando los argumentos de Matt.

—Fue él quien solicitó a las autoridades del estado que retiraran a Hana de la institución médica para que fuera transferida a un orfanatorio —toleró el nudo que lastimaba su garganta, costándole admitir las descabelladas acciones del hombre que por años amó y respetó como un hijo fiel—. Jack movió sus influencias y obtuvo que Jessy fuera reincorporada lejos de Sweet Hope, haciendo imposible obtener más información de su paradero al ser adoptada... Y no sólo eso, también obligó a sus nuevos padres a marcharse junto con ella a Francia. Él estuvo detrás de cada acción, de cada incidente. Jason, él ha sido el único culpable.

—Pe-pero qué locura dices —la agitación era palpable, no entendiendo el móvil que había dirigido el actuar de su padre—. No hay manera de que él estuviera al tanto de la existencia de Hana mientras me encontraba hospitalizado.

No respondió. Matt observó con creciente pesar aquellos confusos ojos chocolate que habían sido golpeados tantas y tantas veces por las crueldades de un amargo mundo, anhelando consolar por un breve instante esa brillante alma de niño que se había visto forzada a crecer entre hirientes espinas.

—¿Matt?

—Ella... ella estaba ahí Jason —reveló Matt con cautela, admirando la vertiginosa transformación que su hermano sufría sin siquiera tener la habilidad de contenerlo.

—No... —mencionó Jason sin fuerzas algunos segundos después, recreando a ciegas aquel turbulento escenario en el que había perdido a su madre hace tantos años atrás—. Eso no es cierto —murmuró por lo bajo mientras su cabeza se agitaba en negación, permitiendo que las lágrimas que contenía cayeran gota por gota, una por cada herida que su padre había asestado con alevosía en una inocente—. Ella no... ¡Dilo, Matt!, ¡Dime que estás mintiendo! —pidió de rodillas, aferrándose a los pies de la silla de ruedas en la que se hallaba el pelinegro como un último recurso para no terminar de despedazar su cordura—. ¡Ella no!... ella no.

—Lo lamento tanto, Jason —le dijo con evidente impotencia deseando consolarlo, no obstante, brindarle un poco de su apoyo era una labor completamente descartable en su posición. Nada en el mundo lograría calmar las lesiones en carne viva que se abrían paso en el interior de su pequeño hermano—. Hana estuvo ahí, ella fue testigo de lo que Jack le hizo a tu madre.

Una lejana melodía fue captada por su adormecido sistema, consiguiendo la hazaña de centrar por primera vez a sus cinco sentidos en el nombre que aparecía en un vibrante tonó sobre la pantalla táctil de su celular. Marck había intentado comunicarse en más de una ocasión, optando por dejar en la bandeja de entrada las más de diez llamadas transferidas que había ignorado deliberadamente.

Estuvo tentado a renunciar a la alternativa de responder para que así una onceaba llamada fuera acumulada, sin embargo, algo más intenso latió dentro de sí. Era una sensación tan dolorosa que se vio en la necesidad de erguirse para intentar respirar con normalidad, tocando inadvertido de aquel desgastado órgano suyo que latía de forma entumecida e imperceptible. Era un presentimiento tan angustiante que ni siquiera había sido necesario presionar el botón para comprender que estaba en lo correcto, su adorable Blancanieves se había ido para siempre.

—¡Jason, por favor, dime que Hana está contigo! Marck vociferó inquieto desde el lado opuesto del teléfono sin obtener respuesta—. ¡Mierda Jason, respóndeme! ¡Ella botó su celular, así que no me puedo comunicar! —la línea permaneció en silencio—. ¿Oíste lo que acabo decir? —fue imposible contestar—. ¡Hana se fue!

—Durante todos estos años su objetivo de interés nunca fuiste tú, Jason... siempre fue ella.

Las contundentes declaraciones de Matt volvieron a él con una ferocidad letal, golpeando los puntos correctos para ponerlo en marcha.

—Debes protegerla Jason, por qué él no descansará hasta desaparecer a la única persona que puede atestiguar en su contra.

Las advertencias de Matt cobraron mayor impulso del requerido, olvidando la frágil condición que consumía su salud si el bienestar de Hana estaba siendo amenazado. Se abalanzó desesperado entre un muro de figuras irreconocibles, entes amorfos que no conseguían ser identificados por su confusa mente. Ellos circulaban de manera innecesaria entorpeciendo su camino, haciendo que las puertas de salida se contemplaran desde su punto de vista sumamente inalcanzables. Avanzó apresurado al borde de un ataque de pánico en medio de individuos que desconocía, ganando en su proceso de escape los gestos mal intencionados de los pacientes e innumerables trabajadores que fueron víctimas de sus descontroladas reacciones.




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