El auto funcionó gracias a las maniobras de Dan. Cuando el aparato hizo un rugido, el hombre gritó de nuevo: “¡ALELUYA!” e hizo un pequeño baile de victoria, al que se le unieron Daila y Lois.
Yo estaba sentada en el techo del auto vigilando y pensando en el diario, Dan antes, en el túnel también mencionó ese nombre, pero aún no sé que significa o que era.
— Baja de ahí, nos vamos — dice Dan y yo asiento con la cabeza, le paso el rifle, deslizó un pie por el costado del auto — no bajes así, baja por el frente — ignoro lo que me dice Dan y paso el otro pie — Sigrid, no lo hagas — dice y recuerdo cuando Cole me decía lo mismo.
— No molestes, no pasará nada — me coloco la mochila en los hombros, cierro los ojos y salto, aterrizo en algo suave, abro un ojo y veo a Dan con cara de sufrimiento.
— Tu rodilla está en mis partes… — susurra y una pequeña lágrima cae por su mejilla. Lois aparece desde atrás del auto y mira mi rodilla entre las piernas de Dan, la expresión del chico se torna dolorosa y lleva una mano a su entrepierna.
— Ouch — dice y vuelvo a mirar a Dan que me toma de la cintura y me hace a un lado, se sienta y respira pesadamente.
— Yo no quería… lo siento mucho — Dan estira sus labios hacia abajo y levanta los hombros.
— No pasa nada — dice con la voz entrecortada — uno se queda sin la posibilidad de tener hijos muy seguido — Lois me mira mal y lleva su otra mano a sus partes.
— Te hice un favor — le digo a Dan y me levanto — ¿quién quiere traer niños al mundo sabiendo que pueden morir a manos de muertos o de humanos? — le pregunto y él ladea la cabeza — dime que lo habías pensado — digo con los ojos cerrados y con tono de súplica — no puedes tener hijos con el mundo como esta, ¿quieres verlos morir a manos de alguien como Dewey? o ¿prefieres verlos morir por las mordidas de los sombis? — él me mira a los ojos.
— Esto puede cambiar — dice y yo rio secamente.
— Esto lleva así hace 16 años, nada va a cambiar ahora, Dan — él abre la boca pero la cierra, le tiendo una mano — lo siento por caer sobre tus ya no futuros hijos, la próxima vez caeré en tu estómago — él toma mi mano y ríe mientras se pone de pie.
— Pongámonos en marcha — dice mirándome — no quiero que próximamente sea mi cara o alguna parte muy necesaria — abre la puerta del auto y señala el interior con un dedo — los dejare en el próximo campamento antes de morir a manos de esta chica — dice y mira seriamente a Lois — cuando estés cerca a ella, cuida las dos cabezas — dice señalando sus partes y su cabeza.
— ¡YO QUIERO IRME AQUÍ ATRÁS! — grita Daila y yo camino siguiendo su voz,la niña está en la parte de atrás del auto, es como una puerta que se abre hacia arriba, a un lado están las mochilas de Dan, Daila y Lois y la bolsa de armas. La poseedora de los ojos grises está acostada con la cabeza colgando y los pies levantados y apoyados en lo que parece ser la silla de la parte de atrás del auto.
— ¡YA TE DIJE ANTES QUE NO PUEDES VIAJAR EN EL MALETERO, DAILA ALEJANDRA! — grita Dan con una voz muy aguda y Daila pone los ojos en blanco.
— NO SOY ALEJANDRA — grita y se sienta bien — tenía que intentarlo — dice y yo la miro confundida, sin entender el juego que tienen entre manos— Dan hace voz de mamá mandona, él dice que así hablaban las mamás de antes — yo rio y me siento a su lado.
— Dan, Daila y yo vamos a viajar aquí — el mencionado aparece en mi campo de visión y niega con la cabeza.
— Ni hablar — toma a Daila y la levanta en su hombro, de modo que sus piernas quedan colgando en el pecho de Dan — no las voy a dejar ir allí. Vamos a actuar como persona normales y no como unas que están en un mundo vuelto mierda, así que — vuelve sin Daila en brazos, me baja de lo que él llamó hace poco maletero, cierra su puerta y me alza igual que a Daila — vamos a ir todos sentados en las sillas del auto — dice y me sienta delante, al lado de su puesto, se sube y mira por el espejo a Daila, ella esta con el ceño fruncido — vamos — sonríe y empieza a manejar.
Llegamos al siguiente pueblo en menos de nada, es pequeño Dan maneja por sus calles y para cuando delante de nosotros ve un cartel. Abre la puerta y me llama, bajo y camino hasta el cartel, “campamento” es lo único que pone.
— Escondamos el auto — dice mirando el cacharro con ruedas — los llevaré hasta la entrada — dice y su tono de voz se escucha triste. Camina de nuevo hacia el auto, yo lo sigo, se sube y maneja un poco, lo esconde entre dos casas, se baja, y nosotros lo seguimos. Llega a nuestro lado con las mochilas de Daila y Lois, las entrega y hace una señal con la cabeza.
— ¿Y tu mochila? — pregunta Daila y él niega.
— Yo no voy, sólo los llevaré cerca. — Daila comienza a caminar pisando fuerte.
— Habla con ella — decimos Lois y yo a la vez y Dan va detrás de la niña.
Nosotros vamos detrás de ellos, Daila mueve las manos hablando y Dan hace lo mismo, se detienen y esperan a que lleguemos.
— Dan se va a quedar un día con nosotros dentro — dice Daila ilusionada y yo sonrío. Sé que la pequeña de ojos grises le ha calado tan fuerte en el corazón como a mi y tengo que él a ella.
Seguimos andando y llegamos a un lugar donde hay dos señores al lado de unas rejas, ellos se nos acercan y Dan hace atrás a la pequeña Daila.
— Hola — dice Dan y los hombres mueven la cabeza — ¿hay lugar para ellos aquí? — pregunta y otro hombre aparece detrás de los que están frente a nosotros.
— ¡Aquí hay lugar para todos! — dice y Dan asiente — déjenme llevarlos a una casa que tenemos vacia — el hombre no me inspira confianza — mi nombre es Thomas, — estira la mano en dirección a Dan, el chico que está a mi lado la toma y me mira de reojo — ¿ustedes son? — Dan abre la boca pero me adelanto.
— Hola, este — señalo a Dan — es Mike — señalo a Lois — él es Miguel — señalo a Daila — ella es Alejandra y yo — pongo una mano en mi pecho — soy Lucia, en honor a mi abuela — sonrío y el hombre me devuelve la sonrisa.
— Un gusto — se da la vuelta y camina a la entrada de las rejas, Dan me mira y abre los ojos, yo niego con la cabeza y él suspira — tenemos una casa antigua vacia, la gente no llega mucho por esta zona, y cuando lo hacen les damos las casas recién construidas, pero ahora no queda ni una libre — dice y se pone frente a una casa de fachada rosada.
— No hay problema — dice Dan y Thomas señala la casa.
—Pronto vendré para recogerlos y anunciar al pueblo que tenemos nuevos integrantes, tienen agua — dice mirando nuestro aspecto cansado y sucio. Daila corre hacia la casa, Lois la sigue y yo empujó a Dan para que caminé en dirección de la casa.
— Gracias por todo — digo y entro en la casa.
— Yo me ducho primero — dice Daila y se va a buscar el baño.
— ¿Qué pasó con nuestros nombres? — pregunta Lois y yo levanto los hombros
— No me gusta ese tipo — digo
Editado: 15.08.2019