5. Lo que siento cuando estoy contigo

1. Lo odio

1 de septiembre de 2041

Emma:

Hay ocasiones en la vida en las que estás tan feliz que crees que nada lo podrá joder.

Así me sentía yo hace apenas dos minutos cuando pensaba que nada me podría arruinar el día…

Que podría gozar el comienzo de mi cuarto año de universidad y por consiguiente, mi ansiada libertad luego de dos largos meses en casa junto a mi familia. No me malinterpreten, los amo, pero ya extrañaba el no tener que rendirle cuantas a nadie, el poder salir sin dar explicaciones y mucho más importante, no tener que verle la cara a ese idiota.

Volviendo al tema principal.

Pensé que podría disfrutar el primer día antes de clases con mi querida hermana que acaba de empezar su primer año en arquitectura.

Ver a mi novio y mi mejor amiga después de tantas semanas separados y regresar a la pista de patinaje a demostrar, una vez más, que soy la mejor.

Creía que mi día sería espectacular, pero no… se me había olvidado un detalle
.
Ese imbécil, cretino, idiota, gruñón, insoportable, patán, demonio, mi mayor pesadilla. Ese ser que odio como a nadie en este mundo y que para mi gran desgracia, no solo es el hijo del mejor amigo de mi padre y el moco inseparable de mi hermana, sino que para colmo, hoy también inicia su primer año en la universidad.

Lo que significa que lo veré más seguido de lo que en realidad me gustaría.

En serio, no se pueden imaginar lo mucho que detesto a ese idiota cuyo pasatiempo favorito a parte del patinaje, es hacerme la vida imposible. Lo único que me mantenía a salvo de él, era el hecho de que como es tres años menor que yo, nunca coincidimos en ninguna institución educacional, excepto ahora en la universidad.

Es que la vida tiene que odiarme como para no alejarlo de mí.

Suspiro profundo y vuelvo a mirar el mensaje que acaba de espantar mi buen humor.

¿“Lista para que te arrebaten el trono, rubia?”

Rubia, rubita, enana, tonta, presumida son solo algunos de los motes que usa para referirse a mí y debo decir que no sé cuál odio más.
Resoplo.

—¿Qué te sucede? —pregunta mi hermana a mi lado. Me había olvidado completamente de ella—. Has hecho ese gesto que tanto odio cuatro veces en el último minuto.

—Tu mejor amigo, eso es lo que sucede. —Luciana se ríe, pero al ver mi cara de mala leche, se pone seria—. En serio, Lu, es un misterio para mí cómo puedes soportarlo.

—Aaron es un buen chico, Emma.

—Ja, no me hagas reír. Ese enano del demonio lleva meses amenazándome con arrebatarme el puesto de mejor patinadora, pero está muy equivocado.

—¿Sigues llamándolo enano? Sabes que no lo es.

—Sí, ya me di cuenta de que la que se quedó enana fui yo y él no pierde tiempo en recordármelo.

Luciana sonríe y ese gesto me saca de mis casillas. En serio, cada vez que hablamos de ese impresentable me dedica sonrisitas y miradas que me hacen pensar que sabe algo que yo no y eso me molesta, pero por más que le pregunto, solo dice: “nada”. Así que ni pierdo el tiempo y me concentro en el hermoso paisaje de Nordella camino a la residencia de la Universidad.

El taxi se detiene en la entrada y al bajar veo a Adela, mi mejor amiga, correr hacia mí hasta envolverme en un abrazo que casi me deja sin aire.

—¡Chuchi, te extrañé! —grita en mi oído a pesar de que sabe que lo odio, pero no puedo molestarme porque yo también la he extrañado.

Este año pasó sus vacaciones en Malinche y solo nos hemos hablado por Snaiffer una de las redes sociales más trascendentales del momento y a pesar de que pasamos al menos una hora diaria charlando, no es lo mismo.

—Yo también te extrañé, Ela. —Sonriendo, se voltea hacia mi hermana que está recibiendo las maletas que el taxista saca de su auto.

—Luci, qué bueno verte, estás guapísima. —Le da un beso en cada mejilla y mi hermana le devuelve el gesto con cariño.

Adela, o Ela como todos le decimos, lleva en nuestras vidas desde siempre, o al menos desde que mis padres se mudaron para al lado de su casa, creo que yo tenía como dos o tres años.

—Hola, Adela, también te extrañaba. Las tardes en casa sin ti no son las mismas.

—Bueno, ahora volvemos a estar juntas. ¿Lista para pasar la mejor noche de tu vida? —Mueve las cejas arriba y abajo y yo sonrío ante la cara de espanto de mi hermana.

Luciana es una chica tranquila, nada que ver con nosotras. Ella prefiere quedarse en casa acompañada de un buen libro que salir con sus amistades, es un poquito nerd, pero la amo con la vida.

—Miedo me dan esas fiestas de ustedes.

—No seas así, me prometiste que irías —le recuerdo. Ella suspira profundo, coge sus dos maletas de mano y me mira.

—Te lo prometí y lo cumpliré, solo digo que ustedes están locas. —Se encoge de hombros.

Una especie de robot tipo carrito se acerca a nosotras. Colocamos nuestras maletas encima, tecleo en la pequeña pantalla el número de nuestra habitación, 69, seguido de nuestro código 15417 para que más nadie pueda retirarlas. Una especie arnés de hierro asegura nuestro equipaje y luego se marcha al pequeño elevador que solo ellos pueden usar.




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