5. Lo que siento cuando estoy contigo

6. Borracho

Aaron: 

Salgo del estadio hecho una furia… 

Maldita tonta. Se merece todo lo que el imbécil de su novio y la arpía de su mejor amiga le están haciendo. 

Entiendo que me odie; me he ganado a pulso sus malos sentimientos porque no ha habido día desde que tengo uso de razón en el que no me haya dedicado a joderle la existencia; pero hay límites y ella cruzó uno hoy demasiado grande. 

Sabe quién es Richard Andersson, lo que hizo, lo que ese nombre significa para mi familia, ¿y se atreve a compararme con él? 

Juro por Dios que nunca la he odiado tanto como hoy. 

Para colmo, el imbécil de su novio se las da de graciosillo, pero está loco si piensa que le tengo miedo. 

Hace unos días mi propósito en esta universidad se reducía a estudiar, patinar, ir a algunas fiestas, tirarme a alguna que otra tía y molestar a Emma… fundamentalmente esto último. Sin embargo, ahora puedo sumar hacerle la vida imposible a Adela y conseguir que el tipejo ese se arrepienta de haberse cruzado en el camino de la enana. 

Es un maldito sinvergüenza, manipulador y la tonta de Emma ha caído redondita.
¡Ah, qué rabia! 

—¡Aaron! —Escucho gritar a Luciana tras de mí, pero no me detengo. 

Justo ahora no quiero ver ni hablar con nadie. 

—¡Aaron espera un momento! —Esta vez es Dylan quien, no conforme con mi huida, corre hacia mí, interponiéndose en mi camino. Luciana no tarda en alcanzarnos—. ¿Qué ha sucedido? ¿Por qué tienes el labio roto y qué mierda le pasó a Cameron? ¿Pelearon? 

—Una pregunta a la vez, Dylan. —Ofuscado, paso mis manos por mi cabello, despeinándome—. Peleamos, lo golpeé, me golpeó y lo golpeé más fuerte. Sencillo. 

—¿Por qué? —pregunta Luciana. 

—No quiero hablar de eso ahora, Lu. 

—Pues estás mal si piensas que voy a dejarte irte sin más. Cameron dijo que… 

—Me importa una mierda lo que ese idiota dijo, ¿vale? —La interrumpo—. Es un mentiroso de mierda, manipulador y créeme, Luciana, le va a romper el corazón a tu hermana. 

—Que sea un Archer no… 

—¿Tú también le crees esa estupidez? —Ella niega con la cabeza. Sé que está dividida entre apoyar a su hermana o creerme a mí—. No estoy hablando de su apellido, Lu. Cameron es un hijo de puta que está haciendo de Emma lo que le da la gana y sí, dado que sé sus trapos sucios, no dudo ni un segundo que se haya acercado a ella por ser una Bolt. 

Los tres nos quedamos en silencio. No lo había pensado hasta ahora, pero tiene sentido, ¿no? Un Archer se acerca a una Bolt, la enamora mientras se acuesta con su mejor amiga, algo que de sobra le rompería doblemente el corazón a Emma. Sería una venganza, algo infantil si tenemos en cuenta el motivo por el que ambas familias se odian, pero sigue siendo venganza. 

Aunque no tengo forma de demostrarlo y tal vez solo se trate de un idiota que no puede mantener la polla dentro de sus pantalones. 

—¿Qué sabes de él? 

—Da igual… 

—No, no da igual, Aaron. —Camina hasta ubicarse frente a mí. 

Estamos en el centro de la calle llamando demasiada atención. La cojo por una mano y nos llevo a un pequeño parque. Aprovecho y, sentándome en un banco, me quito los patines que por el cabreo, ni cuenta me di que los tenía puestos. 

—Te conozco, Aaron; no eres violento y solo te he visto pelear dos veces y en ambas, aunque no defiendo la violencia, tuviste tus motivos. Si dices que Cameron tiene malas intenciones para con mi hermana, te creo y necesito saber de qué se trata porque Emma está enamorada de él y si va a sufrir quiero que sea lo menos posible. 

Frustrado, paso mis manos por mi rostro. Esto es un desastre. 

—Anoche lo vi en la discoteca. Estaba con una chica besándose como si el mundo se fuera a acabar. —Los ojos de Luciana se abren sorprendidos y Dylan aprieta los dientes, sé que está enojado—. Me cabreé, le fui encima, peleamos y ya. 

—¿Sabes quién era la chica? —pregunta. 

Me debato unos segundos sobre si debo decir su nombre o no y es precisamente esa indecisión la que me delata cuando decido negarme. 

—No me mientas, Aaron Andersson. —Luciana pone sus manos en su cintura y frunce el ceño con ese gesto tan tierno que ella piensa que es amenazante. Busco a Dylan con la mirada para que me ayude, pero él solo se encoge de hombros. 

—No conozco a nadie en la universidad. 

—Si no quieres que yo lo sepa es porque yo también la conozco y dado que somos nuevos… —Sus ojos se abren en sorpresa—. Dime que no es una de las chicas de La Élite. 

Me muerdo el labio sin saber qué decir. Esto se va a poner feo. 

—¿Dahiana? ¿Vanesa? ¿Camila? —Hace una pausa al ver que no respondo y sé el momento justo en que se ha dado cuenta de la única que falta, además de su hermana, pues su rostro pierde un poco de color—. No… Tienes que estar jugando. ¿A…Adela? 

—Prometo que estoy trabajando en cómo arreglar eso. 

—¿Arreglar? —chilla—. ¿Cómo carajos piensas arreglar que la perra de su mejor amiga se esté tirando al maldito de su novio? 

Dylan me mira con los ojos abiertos de par en par. Luciana es un caso curioso; es hija de dos locos que son cualquier cosa menos decentes a la hora de hablar y vive rodeada de personas un poco lenguas sueltas y ella nunca y cuando digo nunca, es literal, maldice, ofende o dice malas palabras. 

—A ver, Lu, relájate. Cameron le ha dado la vuelta a la tortilla, se las ha arreglado para manipularla y quedar como un santo a sus ojos. Le di una semana a Adela para contarle y… 

—Ella no lo hará. 

—Buscaré una forma de que lo haga. 

—No, se lo diré yo. —Da la media vuelta en dirección al club, pero la detengo. 

—Espera, si lo haces, todo se va a la mierda. Piensa, Luciana; Emma me odia, no va a creer nada que venga de mí y si tú se lo dices va a saber que yo te lo dije. Se va a enojar contigo por ponerte de mi parte porque para ella, yo siempre te he manipulado con mi cara de niño bueno y tú lo sabes. 

»De la única forma que lo creerá es viéndolo con sus propios ojos o que uno de ellos lo confiese. Está más que claro que Cameron no lo hará, así que apuesto por Adela; si su corazoncito no es lo suficientemente bueno, me veré obligado a darle un empujoncito. 

Espero en silencio una respuesta. 

—Aaron tiene razón, Lucy —dice Dylan para mi alivio. 

—¡Ah! —chilla—. ¡¿Por qué has tenido que molestarla tanto al punto de que no sea capaz de creerte una palabra?! 

—¿Es divertido? —pregunto en respuesta mientras me encojo de hombros. Ella me fulmina con la mirada. 

—Tranquila, Lucy —dice Dylan sonriendo—. Ya se nos ocurrirá algo. Prometo que en una semana, si Adela no le ha dicho nada, yo mismo me aseguraré de que lo haga. 

Frunzo el ceño ante la repentina seriedad de sus palabras. 

—Todo el mundo en esta vida tiene secretos. —Se encoge de hombros ante nuestra atenta e incrédula mirada—. Solo debemos descubrir el suyo y puede que tena una idea de por dónde empezar. 

Arqueo una ceja. 

—¿He dicho ya que eres el mejor amigo del mundo? —pregunto y él sonríe. Claro que se lo he dicho. 

—¿Y el mejor primo? —le pregunta él a Luciana. 

—Eso no lo dudes. —Lu se lanza al cuello de su primo y este le devuelve el abrazo. 

Suspiro aliviado, si Dylan tiene un plan, esos dos pueden darse por muertos. 

—Por cierto, Aaron… —Concentro mi mirada en la rubia que se ha puesto repentinamente nerviosa—. Sobre lo que dijo Emma hace un rato… Sabes que no es cierto, ¿no? Y por favor, no te enojes con ella, estaba enojada y… 

—Luciana —la llamo para detener su parloteo—. No te disculpes por Emma, no es necesario. Yo conozco a esa tonta y sé que no lo quiso decir en serio; se pasó, sí, pero tú y yo sabemos que puede que me merezca eso y más… Me he ganado a pulso su odio. 

—Nada justifica que te haya comparado con él. 

Si, bueno, en eso tiene razón. 

—Da igual. Larguémonos de aquí, tengo hambre. 

—Yo iré a ver a Daniela. Nos vemos luego, chicos. 

—Nos vemos. 

—Lucy —la llama Dylan—. Cuando te cruces con Adela, recuerda respirar profundo. 

Mi amiga frunce los labios dejando claro lo poco que le gusta la idea. 

—Ya veremos. 

Luciana se acomoda la mochila en su espalda y se aleja de nosotros. 

—Sobre Adela —murmura Dylan. 

—Olvida a Adela por ahora, estoy enojado y no quiero saber nada de ellos. ¿Por qué no me contestabas las llamadas anoche? —Llevo el día entero queriéndole preguntar, pero por las clases, no he tenido tiempo. 

Mi amigo cambia el peso de la mochila de un hombro al otro y desvía la mirada. Juro que voy a matar a Roxana. 

—Bueno, digamos que he hecho lo que querías. Oficialmente soy un hombre soltero. 

Dylan camina lejos de mí, en dirección al parqueo de la Universidad y luego de respirar hondo par de veces, lo sigo hasta detenerlo interponiéndome en su camino. 

—Yo no quería eso, Dylan… Yo solo quiero que seas feliz y como estaban las cosas, a su lado no lo ibas a conseguir. —Sus ojos están nublados por las lágrimas no derramadas y lo juro, a cada segundo que pasa, odio más a esa tonta. 

—No te preocupes, Aaron, nadie se ha muerto de amor, ¿no? Saldré adelante. 

—Y yo te voy a ayudar. 

—No quiero fiestas, Aaron. 

—Oh, no, no estoy hablando de fiestas, al menos no de una cualquiera. Créeme, sé de algo que vas a amar. 

Alrededor de media hora después, llegamos a la residencia. Dylan se encierra en su habitación y yo aprovecho para llamar a Sabrina. Creo que más de uno terminará feliz esta noche. 

—¿Dónde está mi chico favorito? —pregunta a modo de saludo. 

—Pensé que ese era Dylan. 

—Ese es mi hermano. —Me río por lo bajo. Suelto la mochila encima de la cama y me acuesto concentrando la vista en el techo. 

—¿Estás ocupada esta noche? 

—¿Me vas a invitar a salir? Creo que estoy muy mayor para ti. 

—Creo que debería hacerlo, así te deshaces del noviete que tienes. —Sonrío al recordar al tipo con el que está saliendo. Es un chico súper majo; me cae realmente bien, solo que suelo molestarla porque es enorme, delgado y siempre tiene la nariz metida en los libros. 

Es un nerd, pero uno que me cae excelente porque está totalmente enamorado de la brujita de la familia. 

—Me haré a la idea de que no escuché eso. 

—Dylan y Roxana han terminado oficialmente. —Suspira profundo. 

—Ya lo veía venir. ¿Cómo está mi hermano? 

—Quiere aparentar que todo está bien, pero lo conozco, sé que no lo está. Es por eso que te estoy llamando. ¿Qué te parece si traes a la caballería pesada y pasamos la noche todos juntos? Pizza, refrescos, tal vez unas cervezas, no lo sé, como en los viejos tiempos. 

—En los viejos tiempos tú no tomabas cerveza, pero me sirve. ¿A las siete?
—A las siete me parece bien. 

Dos toques en la puerta hacen que levante la cabeza. Dylan está apoyado en el marco, así que, sin mencionar nada comprometedor, me despido de Sabrina. 

—¿Qué sucede? 

—Necesito unas cervezas. ¿Me acompañas? 

—No se diga más. 

Me levanto de la cama, me cambio rápido a un cómodo short y una camiseta y me uno a mi amigo en la sala; ya tiene dos cervezas en la mano. 

Ryan, nuestro compañero de cuarto, no tarda en llegar y aprovechando un momento en el que mi amigo va al baño, le pido que nos deje la habitación para nosotros en la noche pues esperamos vistas. El chico me cae bien pues ni siquiera hace preguntas. Solamente se encoge de hombros, va a su habitación, recoge unas cosas y se larga diciendo que no vendrá a dormir. 

Faltan diez minutos para las siete de la noche cuando tocan la puerta. Me levanto del sofá para abrir, pero Dylan, que venía del baño pues este idiota se toma dos cervezas y orina cuatro, se me adelanta. 

—¡Dy! —Escucho chillar a su hermana menor. 

—¿Hope? —Sonriendo, me acerco a ellos. La pequeña, no tan pequeña pues ya tiene doce años, abraza a su hermano por la cintura, quién mira de hito en hito al bulto en la puerta. 

—Ey, macho, desde que estás en la universidad te has vuelto un maleducado. Ya ni nos invitas a entrar —reprocha Daniel golpeando a su hermano por la espalda—. Yo también quiero cerveza. 

Camina hacia la mesa frente al sofá donde he dejado la mía a medio tomar y antes de que se la lleve a la boca, se la arrebato. 

—Tienes nueve años, Dani, como tu padre sepa que te dejamos tomar cerveza, nos mata. 

Me mira con mala cara, pero lo ignoro. 

—Yo sí puedo. —Esta vez es Zack. 

—¿En serio, mocoso? —pregunta Dylan—. Solo tienes once. 

—Pero nadie se va a enterar —rebate el menor de los Bolt. 

—¿Quién dijo? —pregunta Hope—. Como a alguno de ustedes se les ocurra darse un trago, se lo diré a papá y al tío Zion, ¿entendido? 

—Odio a tu hermana, Daniel. 

—¡Aaron! —grita Lía mientras entra corriendo pasando por el lado de Dylan sin siquiera saludarlo. La recibo con los brazos abiertos y la elevo en el aire como sé qué le gusta—. ¡Te extrañé! 

—Y yo a ti, preciosa. —Recibo gustoso los besos que mi pequeña me da y luego miro a la puerta donde está Dylan muy confundido hablando con Sabrina, pero ni rastro de Kaitlyn—. ¿Kay no vino? 

—Está hablando por teléfono en el pasillo —contesta Sabrina. 

—La pitufa tiene novio, Aaron. —Abro los ojos de par en par ante la confesión de mi pequeña. 

—No seas chismosa, enana. —Kay se asoma en la puerta con mala cara y luego de saludar a Dylan, se suma al caos de la habitación pues ya todos discuten sobre dónde se van a sentar y qué películas van a ver. 

—Vengan, guaperas, necesito que me ayuden a traer las cosas —ordena Sabrina y luego de dejar a Kay al mando, bajamos detrás de la brujita. Zack se nos une. 

—¿Ya tienes novia, Aaron? —pregunta. Este chico parece que piensa que soy un playboy porque cada vez que me ve, me pregunta lo mismo. 

—No, aún no. 

—Estás lento. —Me río—. Por cierto, ¿mis hermanas vienen? 

—Lu, sí. Emma no creo —contesto cogiendo las bolsas que me tiende Sabrina. 

El chico se encoge de hombros, coge otras bolsas y juntos, regresamos a la habitación. 

—¿Quién me va a decir qué es todo esto? —pregunta Dylan una vez ponemos las cosas sobre la mesa de la mini cocina. 

—Yo los invité para tener una noche de pelis, aunque no pensé que tu hermana se fuera a aparecer con comida para un regimiento. 

—¿Regimiento? —pregunta—. Cuando nos vayamos solo van a quedar sobras. Todos ustedes comen demasiado. 

Las pizzas no han llegado, las encargué para las ocho de la noche, pero además de refresco, Sabrina ha traído dulces de todo tipo; parece que quiere engordarnos 

El timbre suena y como solo queda Luciana, yo mismo voy a recibirla. Abro la puerta dispuesto a reclamarle por lo remolona que es, pero me quedo congelado al ver a Emma, a Adela y por último, a mi amiga. 

La enana entra sin ser invitada y sin siquiera saludar; la traidora le sigue sin hacer contacto conmigo y yo solo puedo arquear las cejas en dirección a la chica enojada en la puerta. 

—¿Qué hacen aquí? 

—Dylan es primo de Emma, Aaron, desde que le dije qué íbamos a hacer, quiso venir. 

—¿Y la otra? 

—Me dijeron que respirara hondo, ¿no? —Asiento con la cabeza—. Pues llevo la tarde entera en un entrenamiento intensivo de meditación para no irle arriba a esa perra. Emma le preguntó que si quería venir y la cabrona aceptó. 

—Cada segundo que pasa odio más a esa mujer. 

—Yo me he controlado, Aaron. No sé cómo tú y Dylan se las van a arreglar, pero quiero que la saquen de aquí porque necesito unas cervezas y le iré arriba si sigo escuchando su risita. ¿Entendido? 

—Relájate, Lu. —Me mira con mala cara—. Entretén a tu hermana. —Asiente con la cabeza y entra a la habitación saludando a todos los miembros de la familia. 

Busco a Dylan con la mirada que está muy concentrado analizando a Adela y aunque es un buen chico, estoy seguro de que se las está ingeniando para hacerla sufrir. Hacemos un equipo increíble. Él es el cerebro, yo hago el trabajo sucio. 

Espero a que Luciana salude a toda la familia y se una a Emma y a Sabrina para acercarme a Adela que está muy entretenida con algo que Zack le dice emocionado. La tomo de la mano sin importarme su quejido asustado y la saco de la habitación a rastras. Le hago una seña a Dylan para que me siga y nos adentramos en su cuarto. 

—¿Qué coño haces aquí? —pregunto mientras Dylan entra y cierra tras él. Adela se soba la muñeca, justo por donde la agarré. 

—Yo… 

—Escucha bien lo que te voy a decir, Adela. —La interrumpo porque no tengo deseos de escuchar excusas sin sentido—. Tienes que tener la cara muy dura como para aparecerte aquí después de todo lo que sabemos. 

—Aaron, yo… 

—¿Cuándo le vas a contar a Emma? —Vuelvo a interrumpirla, cruzando los brazos sobre mi pecho. Una lágrima corre por su mejilla. 

—Por favor, ya he terminado con Cameron. No quiero perder a Emma, te lo pido, no le cuentes. Fue solo un error. 

—Aaron te dio una semana para contarle a Emma, Adela. —Esta vez es Dylan—. Estás loca si piensas que dejaremos que le sigas haciendo daño. Somos familia y eso es sagrado. Estamos dispuestos a todo por protegerla y espero que tú también lo estés por la tuya. 

Adela frunce el ceño y yo también. No sé de qué habla. 

—Resulta que tengo un video muy curioso y como no le cuentes, en seis días estará esparcido por toda la Universidad, por no hablar del internet. 

—¿De qué coño hablas? 

—Hace un tiempo me llegó un video muy entretenido tuyo, en el que discutías con tu padre por ciertas preferencias que tiene y los motivos por el que las abandonó a ti y a tu madre. 

No sé de qué carajos habla, pero el rostro repentinamente blanco de la chica, me dice que es realmente importante. 

—¿Tanto te avergüenza que tu padre sea gay? ¿Qué se haya ido con el mejor amigo de tu madre? —Madre de Dios—. Le dijiste cosas bastante feas, nunca pensé que podría escuchar a alguien como tú insultar de esa forma a su propio padre. Una persona que se ha desvivido por ti siempre. No sabía que eras homofóbica, Adela, eso es realmente decepcionante. 

—¿Có… Cómo lo… sabes? 

—Resulta que uno de mis compañeros de instituto que estaba de vacaciones en Malinche, te vio discutir con ellos y se le ocurrió la brillante idea de grabarlo. No sé por qué carajos no lo borré a penas lo vi, pues no es algo que me importe, pero hoy me alegro infinitamente de no haberlo hecho. 

»Así que si no quieres que todo el mundo conozca la verdadera cara de una de las princesas de la Élite, más te vale contarle a Emma la verdad. Estoy seguro de que es mejor quedar como la amiga infiel, que como la hija homofóbica e ingrata que es capaz de desearle la muerte a su progenitor solo porque tuvo los cojones de buscar su felicidad. 

»Tú decides y ahora no sé qué cuento le vas a inventar a mi prima, pero te quiero lejos de mi casa. Esta es una reunión familiar y tú ni pintas ni das color. 

El silencio que le sigue a sus palabras es aplastante y si no arruinara el momento, me pondría a aplaudir su osadía. Jodida mierda, es una bestia. Por eso es mi mejor amigo. 

Adela se limpia las lágrimas con rabia. 

—Yo que pensaba que eras el mejorcito de esta familia de locos; resulta que eres igual a este idiota. 

—A mucha honra, cariño. 

Me río por lo bajo y Adela sale enfurruñada de la habitación. 

—¿Por qué nunca he visto ese video? —pregunto observando la puerta por la que ha desaparecido la chica. 

—¿Porque no lo tengo? —Centro mi atención en él y solo se encoge de hombros—. ¿Recuerdas a Camilo? —Asiento con la cabeza—. Él vio la escena y me la contó. Solo he improvisado. 

—¿Te he dicho alguna vez que eres el mejor? 

—Creo que sí, pero no está de más escucharlo de nuevo. —Sonrío. 

—Eres el mejor, Dylan y estoy muy orgulloso de ti. 

—Ahora solo necesitamos conseguirnos unas fotos de su padre y su pareja juntos para enviárselas a ella y que sepa que estamos hablando en serio. 

—No te preocupes, de eso me encargo yo. 

Salimos de la habitación al mismo tiempo que escuchamos la puerta principal ser azotada con fuerza. 

—¿Qué sucedió? —pregunta Sabrina y Emma nos fulmina con la mirada. Luciana sonríe detrás de su hermana. 

—No lo sé —responde Dylan y yo me quedo callado. Como diga algo, la enana montará en cólera. Confía más en su primo—. Estaba hablando por teléfono y de repente empezó a insultar a quien sea que estaba al otro lado. ¿Sabes si tiene novio? —Emma niega con la cabeza—. Parecía algo muy personal. 

Sin decir nada más, nos mezclamos entre los presentes. Poco después llegan las pizzas y justo cuando cierro la puerta, Dylan se me acerca con las manos en los bolsillos. 

—Gracias —murmura de repente—. Sé por qué has montado todo esto y la verdad es que me ha hecho bien. Extrañaba las locuras de todos ellos. 

—Sabía que funcionaría. Ahora emborráchate porque mañana es un nuevo día y te va a sonreír porque te lo mereces. 

Intentamos ver una película y la palabra clave es INTENTAMOS, pues es totalmente imposible llegar a un acuerdo entre nosotros. No sé siquiera para qué lo intentamos, si siempre es igual. A no ser que alguno de nuestros padres escoja la película, solemos poner varias y ningunas las terminamos. Aun así, el rato es divertido porque estos mocosos son muy ocurrentes. 

Los mayores, incluyendo a Dylan aunque no lo sea, bebemos cerveza mientras los más chicos, refresco. Hemos quedado en que se quedarán a dormir, será un desastre, pero ni modo. Comemos pizza y tal y como pensaba Sabrina, los dulces también se consumen y a gran velocidad. 

Alrededor de las once de la noche, mi vejiga me avisa de que necesita alivio, así que voy al baño de mi habitación. Una vez termino, me lavo las manos y salgo. Pego un brinco al ver a Emma sentada en el borde de mi cama, apoyada en sus manos. 

—¡Joder, enana, qué susto me has dado! 

—Ni que estuviera tan fea. 

Inconscientemente, la detallo. Sus ojos grandes e increíblemente azules, tanto o más que los míos; labios ni muy rellenos, ni muy finos; nariz pequeña adornada por algunas pecas carmelitas; su pelo rubio lacio, pero que ella ama rizar, por encima de sus hombros; su cuerpo perfectamente moldeado que con ese pantalón blanco y blusa azul oscuro de tirantes, deja ver muy claro todos sus atributos. 

Sí, es hermosa la condenada y está buena cantidad. 

Abro los ojos desorbitados ante ese último pensamiento. ¿Pero qué coño me pasa? 

Creo que la cerveza está pasándome factura porque, ¿Emma guapa y buena? Definitivamente no estoy en mis cabales. 

Sacudo la cabeza para alejar ese horrible pensamiento y me centro en averiguar qué carajos hace en mi habitación. 

—¿Qué haces aquí? 

—Necesito hablar contigo. —Arqueo mis cejas porque es lo más ridículo que le he escuchado decir en años—. Y cuando digo hablar, no incluyo nuestras peleas. 

—¿Y de qué querría hablar la gran Emma Bolt con el insoportable del mejor amigo de su hermana? —Ella resopla. 

—Eres un idiota. —Se pone de pie y pienso que se va a marchar por donde mismo vino, pero no, camina alrededor de mi cuarto, dejándome desconcertado. 

Concentra su mirada a través del cristal de la ventana y la mía, inconscientemente, se centra en su trasero. 

¡Ay, Dios! Tengo que decirle a Dylan que no me deje beber más porque es absolutamente imposible que justo hora por mi mente esté pasando la imagen de nosotros desnudos mientras acaricio la zona en cuestión. 

¡Es Emma, joder! 

Me remuevo incómodo no vaya a ser que mi amiguito allá abajo decida reaccionar a mis más que horrendos pensamientos. 

—¿Qué quieres, enana? —Vuelvo a preguntar y sueno enojado. 

Ella se voltea hacia mí y se acerca. Yo doy dos pasos hacia atrás lo más disimulado posible, pero ella continúa avanzando. ¿Acaso está borracha también? Ella nunca sobrepasa mi espacio personal… ¡Ella odia estar cerca de mí! 

Trago duro cuando se detiene frente a mí y al sentir el calor que emana de nuestros cuerpos, entremezclarse, doy otro paso hacia atrás y esta vez no se mueve. Suspiro aliviado y mi maldita mirada cae en su escote. 

¡Jodida mierda! 

—Solo quería disculparme. 

—¿Qué? —pregunto. Debo estar realmente borracho si acabo de escucharla decir que quiere disculparse—. ¿Por qué? 

—Por lo que sucedió esta tarde en el entrenamiento. 

—No tienes que disculparte por tu novio. 

—No me refiero a él, idiota. —Cruza sus brazos sobre su pecho resaltándolos. Vamos, Emma, no me hagas eso. Me obligo a centrar mi mirada en sus ojos y no apartarla de ahí—. Aunque él también se pasó. 

»No apruebo que lo hayas golpeado, sigo diciendo que no tienes derecho a meterte en mi vida. Yo hago lo que quiera y ese no es tu puto problema. Sin embargo, también estuvo mal que él te embistiera en la pista, estuvo fuera de lugar. 

—Ok… —Es lo único que consigo decir—. ¿Y por qué te disculpas tú, entonces? 

—Por lo que dije de Richard. 

Oh, ya entiendo. Me rasco la cabeza sin saber qué decir. No esperaba esto y lamento no estar en mis cinco sentidos para poder pensar con claridad. 

—No soy tan insensible como crees. Sé que estuvo fuera de lugar porque aunque seas un idiota, insoportable, niñato, estúpido y creído… —Sonríe de medio lado y yo solo asiento con la cabeza. La verdad esos insultos han estado bastante suaves comparados con todos los que me ha dedicado—, no tienes nada que ver con Richard. Lamento sinceramente haberte comparado con él. 

—¿Estás borracha? 

No me culpen por preguntar, solo eso explicaría que esté pidiendo perdón. A mí. 

—Tal vez. —Lo sabía—. Pero eso no significa que no sea cierto. Me pasé y soy lo suficiente madura como para admitirlo. 

—Ok, disculpas aceptadas, supongo. 

De igual forma, aunque me enojó al inicio, no es algo que me quite el sueño. Yo sé quién soy y no me parezco en nada a ese hombre. 

—Otra cosa. —¿Hay más? Yo solo quiero salir de aquí—. Somos pareja en el patinaje. ¿Podemos dejar nuestras rivalidades por el bien de la competencia? 

—No. —Ella abre los ojos sorprendida. 

—La entrenadora nos va a votar del equipo. 

—Enana, molestarte es mi pasatiempo favorito, no voy a detenerme. —Resopla—. Pero sí prometo hacer un esfuerzo para comportarme durante los entrenamientos. 

—No esperaba que pudieras comportarte con madurez, sigues siendo un niño. 

Sin decir nada más, pasa por mi lado y justo antes de que abra la puerta, la llamo: 

—Emma. —Se detiene abruptamente y se voltea hacia mí con los ojos abiertos de par en par. Supongo que la he sorprendido, han pasado años desde la última vez que la llamé por su nombre—. Sé que no confías en mí, pues no te he dado motivos para hacerlo, pero déjame darte un consejo: no te fíes de Cameron y antes de que digas algo, no tiene nada que ver con su apellido. 

Está a punto de contradecirme, cuando la puerta se abre. Dylan intercala la mirada entre ella y yo y suspira aliviado. 

—Joder, pensé que se habían matado —murmura arrastrando las palabras. Clara señal de que está borracho. 

Emma sale de la habitación y su primo la sigue. Una vez me recompongo de esta conversación tan rara, regreso con el resto.
 




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