5. Lo que siento cuando estoy contigo

23. Infierno

Emma:

La vida es muy curiosa, pero también es una perra inmunda.

¿Cómo se puede pasar de estar absolutamente feliz a sentir que el mundo se te cae encima?

Mis padres han tenido un accidente.

Hace a penas media hora de que Aaron me dio la terrible noticia y todavía no logro digerirlo. Las lágrimas rodaron por mis mejillas desde el mismo instante en que las palabras salieron de su boca y siguieron cayendo mientras me conducía al auto. Luego, cuando recogimos a mi hermana, nos abrazamos enternecidas, Dylan le había dado la pésima noticia.

Ahora estamos de camino al hospital y no puedo dejar de llorar, mis manos tiemblan y mi pobre corazón se encuentra oprimido mientras internamente le rezo a ese Dios de ahí arriba para que los proteja, para que estén bien.

La única frase que he logrado pronunciar desde que mi mundo se puso de cabeza fue para preguntar sobre su estado. Están en cirugía, fue la respuesta de Aaron.

Cirugía… eso no suena muy alentador.

Miro hacia mi regazo al sentir el calor de la mano de Aaron sobre las mías como si de esa forma pudiera aliviar mis temblores.

—Estarán bien —murmura. Busco su mirada que la intercala entre la carretera y yo varias veces, pero no consigo encontrar la seguridad que me gustaría para que sus palabras hagan efecto en mi interior.

Él no lo sabe, nadie lo sabe.

Llegamos al hospital y salimos corriendo hasta la recepción. Dylan pregunta por las víctimas del accidente automovilístico y le dicen que aún están en cirugía, que vayamos al área tres en el segundo nivel donde están sus familiares.

Los próximos minutos son un caos de llanto donde Addy, Maikol y Kyle intentan consolarnos a Lu y a mí, alegando que estarán bien, pero no consigo controlarme. Nadie puede darme la seguridad de eso.

Si a mis padres les pasa algo, yo me muero.

Sabrina y su esposo, Kaitlyn y Zack, también están.

Oh, Zack, mi pequeño hermano con sus rizos rubios revueltos y ojos rojos de tanto llorar. Sin pensarlo, corro hacia él y lo abrazo, gesto que él no tarda en devolverme con mucha fuerza, con desesperación, con el mismo miedo que azota a mi corazón.

—Em, van a estar bien, ¿verdad? —Respiro profundo intentando calmarme para poder responder.

—Claro que sí, mi vida. Son nuestros súper héroes, ¿recuerdas? Ellos son invencibles. —Sé que no tengo cómo garantizar eso, pero mi hermano es pequeño, necesita mantener la esperanza.

Sé que yo también tengo que mantenerla, pero es difícil hacerlo cuando mi miedo más profundo es perder a alguno de ellos.

—Y los super héroes son invencibles —murmura contra mi pecho y yo sonrío al recordar a mi padre decirnos cuando él o mamá se enfermaban, que no debíamos preocuparnos porque ellos eran héroes y los héroes son invencibles. Lu se une a nuestro abrazo y así permanecemos por varios minutos—. Además, Aby está con ellos.

Oh, cierto. Aby es una de las mejores cirujanas de este hospital. Sé que ella hará de todo por salvarlos, me pregunto con cuál de los dos estará. Aunque teniendo en cuenta su relación con mi madre, no sé si tendrá el temple para enfrentarse a ella en la camilla.

—¿Han sabido algo? —Me animo a preguntar, luego de que Zack se sienta sin soltar la mano de Luciana.

—Aún no —dice Addy. Está hecha un desastre con los ojos y la nariz rojos—. Cuando llegamos ya estaban en el salón, hemos estado aquí esperando desde entonces.

—¿Qué sucedió? —pregunta Luciana.

—No estamos seguros. —Maikol se remueve incómodo—. Según lo que nos dijo el que llamó a emergencias, chocaron con otro auto. El chofer se dio a la fuga.
Maldito hijo de puta.

No entiendo cómo puede haber personas tan despreciables en este mundo. Si tuviste un accidente, lo correcto es detenerte a ver cómo están los otros involucrados y llamar urgencias de ser necesario. Pero no, hay hijos de puta que por tal de evitar la justicia se largan sin importarle un comino lo que suceda; sin darse cuenta de que una simple acción de su parte, como una llamada, podría salvar la vida de alguien. Estoy convencida de que la culpa la tuvo el maldito que huyó.

Me siento en uno de los sofás de la sala de espera, apoyo los codos en mis muslos y hundo mi cabeza en mis manos, masajeando mi sien que me duele horrores.

Siento a alguien acomodarse a mi lado, pero no levanto la cabeza, no es necesario cuando su olor lo delata. No hace nada, no me toca, pero está ahí y de alguna forma eso me reconforta; sentir el calor de su cuerpo contra el mío, me da un poco de paz en esta terrible tormenta.

Los minutos comienzan a pasar convirtiéndose en horas sin tener noticia de ninguno de los dos. Mi corazón está siendo exprimido con fuerza en mi garganta; tango tanto miedo que ya he perdido la cuenta de la de veces en que me he echado a llorar. He intentado mantenerme fuerte por mis hermanos, pues soy la mayor, se supone que debo ser su fortaleza, pero yo no soy nadie sin mis padres. Ellos son y serán, el centro de mi universo junto a Lu y Zack. Saber que podría no volverlos a ver, me está matando por dentro.

Hace casi una hora que estoy acurrucada junto a Aaron. Fue una de esas veces que comencé a llorar de la nada y él, sin importarle nada, tiró un brazo sobre mí y me atrajo a su cuerpo. Me acomodé junto a él en una pose un poco incómoda, pero que me tranquilizaba, incluso cuando el resto de la familia nos dedicaban miradas confundidas de vez en cuando. Ahora todavía lo hacen y eso que, técnicamente, no estamos haciendo nada. Él solo intenta consolarme, pero supongo que el hecho de que dos personas que se han odiado toda la vida, estén tan juntas, les causa curiosidad.




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