5. Lo que siento cuando estoy contigo

24. Lo que siento cuando estoy contigo

Aaron:

Las horas que transcurren desde esa llamada de mi padre que puso mi mundo patas arriba, hasta que Aby nos dio las buenas noticias, fueron una auténtica pesadilla.

Debo hacer una pequeña confesión. Adoro a Ariadna, es como mi segunda mamá, esa que es alocada y a la que le encanta concedernos todos nuestros caprichos, por lo que la sola idea de perderla es asfixiante. Pero si soy honesto conmigo mismo, durante toda nuestra estancia en el hospital, si bien estaba preocupado por los dos, mis pensamientos se enfocaban en algo una y otra vez. ¿Qué me iba a hacer si le pasaba algo a Zion?

No hay hombre en esta tierra al que ame más que a mi padre, pero tengo que admitir que con Zion tengo una conexión especial y el solo imaginarme que no lo volvería a ver, me ahogaba. Quería llorar, Dios sabe que lo quería, con la esperanza de agotar mi pena, pero no lo hice porque, si yo me rompía, ¿quién iba a sostener a Emma?

Esa chica fuerte, valiente, que se hizo trozos ante la posibilidad de perder a su familia. Hice lo posible para consolarla, aunque si soy honesto, me habría gustado hacer mucho más. Comportarme como lo hizo Bryan con Lu, que le dio su apoyo incondicional, mientras la besaba, la acariciaba y le susurraba que todo iba a estar bien.

Yo tuve que conformarme con abrazarla de vez en cuando, siempre con la tensión de que nuestra familia notara nuestra cercanía, algo que, como es lógico, notaron. Aunque supongo que la situación en la que nos encontrábamos les impidió ahondar más en el asunto y una vez pudimos ver a Zion y Ariadna, pusimos distancias entre los dos.

Algo que definitivamente no me gustó por lo que me prometí que, a esta relación, a escondidas, no le quedaba mucho. Estaba decidido a convertir a Emma en mi novia y gritárselo a los cuatro vientos, incluyendo a nuestras familias. Sin embargo, tenía que esperar a que las cosas se calmaran en casa y desde entonces he intentado darle razones a la enana de por qué vale la pena aceptarme sin reservas, confiarme su corazón.

Ha pasado un mes desde el accidente por lo que Zion y Ariadna se sienten mucho mejor. Desgraciadamente, no hemos podido reunir pruebas de que Delion estuvo involucrado, fundamentalmente porque nunca pudimos encontrar al chofer que conducía el todoterreno que los golpeó. Algún hijo de puta se llevó la cámara del auto de los Bolt antes de que la policía llegase.

Todo eso aumentó mis nervios, mis tensiones. No quisimos contarle nada a Lu y a Emma de nuestras sospechas para no preocuparlas, pero tanto Dylan como yo, hemos hecho lo posible para que no anden solas, mucho menos de noche, pues, aunque no puedo asegurarlo, juraría que el día de nuestra cita, alguien nos vigilaba y llámenme esquizofrénico, pero estoy seguro de que esa no es buena señal y primero muerto, antes de que les pase algo a las chicas Bolt.

La suerte es que los intensos entrenamientos nos dejan sin tiempo y sin ganas para salir, por lo que resulta bastante sencillo mantenerlas vigiladas. Solo faltan veinte días para la última parte de la competencia, esa que tendrá lugar en Malinche, donde, equipos de todo el mundo, lo darán todo en la pista representando a sus países.

Hoy es domingo, uno que, gracias a Dios, la entrenadora nos dio libre. Se supone que Emma y yo saldríamos a una cita, una en la que le pediría por fin que sea mi novia, pues siento que hemos avanzado bastante y porque a fin de cuenta, aunque no lo hemos hecho oficial, eso es lo que somos. Salimos, somos exclusivos, pasamos casi todo el tiempo juntos, follamos como conejos, vamos a citas y dormimos juntos casi todas las noches … Si eso no es ser novios, ¿qué coño es?

Bueno, como decía, mis planes eran confesarme, decirle que no solo me gustaba, sino que la quería, pero el diluvio que está cayendo me los ha frustrado.

Estoy en mi habitación intentando concentrarme en la película que lleva casi una hora reproduciéndose en mi laptop, pero no tengo ni la más mínima idea de qué trata. Emma está en sabrá Dios qué lugar de la casa con su hermana y Dylan… bueno, la última vez que lo vi, o más bien lo escuché, estaba encerrado en su cuarto con Daniela, en sus cosas.

Fue algo curioso. Yo estaba en el baño contiguo a su habitación y los escuché pelear, no entendía qué carajos decían, pero definitivamente estaban discutiendo, hasta que, de repente, no se escuchaban más. Me considero una persona bastante curiosa, así que dejé de cepillarme los dientes y me mantuve en total silencio esperando a ver qué sucedía, cuando un gemido de Daniela me hizo reír. Lo que sea que pasaba entre ellos, terminó en sexo de reconciliación.

Yo seguí en lo mío y desde entonces estoy aquí pensando en las musarañas, para ver cómo retomo mis planes.

Aunque eso tiene que esperar porque justo ahora, tengo hambre. Bajo la pantalla de la laptop y me levanto con destino a la cocina a saciar la guerra en mi interior. Cuando llego a la sala, veo a Emma y a Luciana, conversando en el sofá.

—Eso no es cierto —dice la enana y yo suspiro profundo. Estamos tan cerca y a la misma vez tan lejos, que desespera. Con lo rico que está el día para estar emburujados en la cama dándonos cariñitos.

—Sí lo es. —Rebate Luciana y no sé de qué carajos hablan, pero decido no prestar atención, pues tengo demasiada hambre. Retomo mi camino, pero la voz de mi amiga me detiene.

—Aaron. —Me volteo hacia ellas y mis ojos curiosos van directamente a mi chica que se cubre el rostro con, ¿vergüenza?  Oh, esto me interesa—. Necesito tu ayuda.




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