5 maneras de descubrirlos

Capítulo 02

Han pasado 2 días. Y por más que limpie mi sala sigue siendo un asco y el olor de la rana aún está impregnado en cada pared aunque la haya sacado el mismo día en que llegó.

El tiempo que pasas ideando un plan para salvar tu vida en casos de aburrimiento podrían tomar de tres a cinco minutos. Podrían atacarte y cómo en una película de hollywood, te soltarias fácilmente. Pero lamentablemente esto es la vida real y me ha costado más de lo que imaginaba.

Dejo la hoja con los pocos planes que había anotado sobre la mesa, porque ninguno de ellos servirá.

Voy a la cocina y me sirvo el chocolate caliente, afuera llueve a cántaros, me estoy congelando y no hay electricidad en todo el pueblo. Hubo una falla en la central que nos dejará sin luz por mínimo dos días.

Veo a través de mi ventana a todos los vecinos saliendo de sus casa, algunos con sombrillas y otros sin nada, ignorando la fuerte lluvia que azota el lugar. Camino hacia la puerta y salgo a mi porche para observarlos mejor.

Parecen robots.

Caminan como si los controlaran, sus pasos son iguales, el movimiento de las manos también. Creo que pestañean al mismo tiempo. Cada quien sale de su casa, vestidos del mismo color que sus residencias y le dan una sonrisa falsa e hipócrita a los demás. Luego se van por el camino del bosque, el cual lleva hacia un mirador en lo alto de una montaña, desde donde se puede ver todo el estado.

Me siento en la silla que yace en la esquina del porche por la impresión. Eso es raro, es obra de dementes, parecen locos.

Los veo desaparecer por el sendero que los cubre con la neblina mientras me tomo el chocolate caliente tratando de entender que mierda fue lo que vi. ¿Por qué actuaban así? 

¿Qué bicho les picó? 

Cómo si fuera poco, un ventarrón viene de repente, es tan fuerte que suelto la taza y se rompe en pedazos sobre mis pies. El viento circula por toda la casa y saca volando la hoja que dejé sobre la mesa. 

La hoja que dejé sobre la mesa. 

Sigo con los ojos el rastro que deja y me levanto velozmente preparada para agarrarla en donde sea que caiga. Bajo las pequeñas escaleras y se me acelera el corazón y la respiración al ver que cayó sobre las rosas de la casa del frente.

Maldición.

Respiro una última vez con fuerza y corro hasta el jardín de rosas con la esperanza de que ninguno de los endiablados me vea.

Cuando tengo la hoja frente a mis ojos, estiro la mano para tomarla sin pincharme los dedos con las espinas de las flores, la agarro con la punta de los dedos y la atraigo a mi pecho para comenzar a respirar con normalidad.

Cierro los ojos agradeciendo que no me hayan descubierto... 

—¡Hola pequeña! —Dice una voz alegre a mi derecha.

Del susto que me ha dado, hasta di un salto. Volteo a verla y es una señora con el cabello castaño, ojos azules y usa un vestido rojo con unos tacones a juego. Esta maquillada y sumamente arreglada.

Es la mamá. Esa hermosa mujer con sonrisa blanca que inculca miedo es la mamá de los pequeños diablos.

—¡Hola! ¿Cómo estás, pequeña? -Pregunta cuando no respondo.

—Eh.. Am... Yo, yo creo que estoy... ¿Bien? —Titubeo, ni siquiera se como estoy en estos momentos. 

Baja la vista a mis pies y abre los ojos de par en par —¡Oh Señor! Tus pies están sangrando. Ven aquí, entra, te ayudaré.

A la mierda, quiere matarme. Vamos a morir, voy a morir, idee un plan que se fue al carajo porque la señora me matará en un dos por tres sin hacer ningún esfuerzo. 

—No señora, no se preocupe, en realidad estoy bien, fue un pequeño accidente con el viento —Le digo calma, dando a relucir una sonrisa muy falsa. 

Se lleva la mano al pecho y pone una expresión neutra, sus cejas se bajan, su mirada es sería, sus labios ya no muestran ninguna emoción y forman una línea recta. Baja la mano y aprieta los puños hasta que sus nudillos se vuelven blancos por la fuerza que ejerce —Eres una maleducada. Mis hijos tendrán otra razón esta noche para matarte si no cumples el reto.

—¿Disculpe, señora?

—Buena suerte, número veintitrés —Termina y entra de nuevo a la casa. 

Caigo de espaldas, me siento sin entender la última frase ... "Número veintitrés"... 

¿Soy la 23 que ha intentado sobrevivir? ¿La 23 que morirá? Me ha confundido más de lo que ya estaba. 

Con ganas de regresar a mi casa a curar mis pies lastimados, me pongo de pie. 

Y uno de ellos está ahí, en la ventana, escribiendo algo en un cuaderno. Logro ver su letra, es cursiva, no se distingue cual letra es cual pero sin duda es una que nunca olvidaré. 

No se reaccionar cuando busca algo y me nota viéndolo, Jahn me ve y sonríe, como si le causara gracia que esté allí. Le da el cuaderno a alguien y vuelve a mi, para después levantarse e irse. 

Se me va a salir el corazón del pecho. 

Camino hacia atrás dejando un rastro de sangre por culpa de mis pies lastimados en el instante en que veo a Joahn salir del bosque con las manos manchadas del líquido rojo. ¿Será el quien pone la ofrenda? Volteo, corro a mi casa y cierro la puerta a mi espalda. 

Mis vecinos son unos locos, todos, absolutamente todos. La señora es bipolar y Joahn y Jahn me vieron asechando su casa. 

Seguramente si tendrán otra razón para asesinarme.

 

 




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