5 Razones para No dejarte ir

20. Conexión especial

Pov. Lyxirea

El fin de semana transcurrió en una extraña nebulosa de pensamientos obsesivos e intentos fallidos de distracción. De Carla apenas recibí un mensaje escueto el sábado por la tarde: “No te preocupes por mí, estoy con Marcus, pásala genial tú también y nos vemos el lunes.”

Sonreí negando con la cabeza mientras leía el mensaje. Amaba a mi loca amiga y deseaba que fuera feliz con Marcus, si es que ese hombre era realmente el amor de su vida como ella insistía entre crisis y reconciliaciones apasionadas.

A diferencia de Carla, mi fin de semana no tuvo nada de “genial”. Consistió principalmente en actividades domésticas salpicadas de pensamientos intrusivos sobre cierto CEO de ojos grises que no tenía derecho a ocupar tanto espacio en mi mente.

Lavé ropa… pensando en Gabriel.

Limpié el baño… pensando en Gabriel.

Cociné pasta para una… pensando en Gabriel.

Me fui a dormir… soñando con Gabriel.

Era patético. Y peligroso.

Este hombre, este jefe gruñón, exigente y frío no podía, no debía gustarme. No formaba parte del plan. Mi plan cuidadosamente estructurado después de Detroit consistía en: 1) Conseguir trabajo estable, 2) Independizarme económicamente, 3) Sanar emocionalmente, y muy, muy eventualmente, 4) Considerar volver a abrir mi corazón. Preferiblemente a alguien sin poder sobre mi estabilidad laboral y financiera.

Sin embargo, aquí estaba, el domingo por la noche, pasando ridículamente más tiempo del necesario eligiendo qué ponerme para el trabajo al día siguiente. Como si fuera una adolescente preparándose para ver al chico que le gustaba en clase.

Finalmente me decidí por mi traje sastre gris perla, el que mejor me sentaba según Carla. Era profesional pero elegante, y el corte definía sutilmente mi figura sin resultar inapropiado para la oficina. Me encontré dedicando tiempo extra a planchar meticulosamente la blusa blanca que lo acompañaría, como si las arrugas imperceptibles fueran un crimen imperdonable.

El lunes por la mañana, pasé más tiempo del habitual frente al espejo. Me planché el cabello hasta que quedó perfectamente liso, apliqué maquillaje con más cuidado que de costumbre, y me encontré incluso reemplazando mi habitual brillo labial transparente por uno color durazno que según Carla “hacía que mis labios parecieran más besables”.

No quería analizar demasiado esa elección particular.

Mi tobillo seguía hinchado y dolorido a pesar de haber seguido todas las recomendaciones: hielo, elevación, antiinflamatorios. Los analgésicos apenas mitigaban la molestia, y era evidente que los tacones quedaban descartados por al menos unos días más. Opté por unas bailarinas de cuero negro, prácticamente sin suela, el calzado más formal que podía usar sin torturar mi tobillo lesionado.

Decidí tomar un taxi hasta la oficina. La idea de ir en metro, con sus escaleras interminables y la posibilidad de tener que hacer el trayecto de pie, no resultaba atractiva en mi condición actual.

Llegué a Huntington Electrical Solution cuarenta y cinco minutos antes de mi horario habitual, parcialmente debido a la ausencia de tráfico a esa hora y parcialmente debido a mi incapacidad para dormir adecuadamente la noche anterior. La ansiedad ante la perspectiva de ver a Gabriel nuevamente me había mantenido despierta hasta altas horas.

El edificio estaba tranquilo, con apenas unos pocos workahólicos madrugadores ocupando sus puestos. El piso ejecutivo, el reino de Gabriel Huntington, estaba completamente vacío.

Me dirigí directamente a la pequeña cocina ejecutiva, determinada a tomar un café antes de que mi jefe llegara y también tener su café perfectamente preparado para su llegada. Una rutina normal, profesional, que quizás ayudaría a restablecer la dinámica laboral que había existido antes del viernes.

Mientras medía meticulosamente el café colombiano de tueste oscuro, me encontré hablando sola, un hábito que solo emergía cuando mis nervios estaban completamente destrozados.

—Dios mío, ¿cómo voy a mirarlo a los ojos? —murmuré, ajustando la temperatura del agua exactamente a 93 grados—. Después de estar en sus brazos, después de casi… ¿Y si nota que algo ha cambiado? ¿Y si yo actúo diferente? ¿Y si él actúa diferente?

Mis manos temblaban ligeramente mientras colocaba la taza sobre el platito, haciendo que la porcelana fina tintineara delatando mi nerviosismo.

—Esto es ridículo. Soy una profesional. Una adulta. No una colegiala con su primer enamoramiento —seguí murmurando, añadiendo la pizca exacta de canela que Gabriel prefería—. Será un día normal. Completamente normal. Como si el viernes nunca hubiera…

—¿Nunca hubiera qué?

Di un salto tan violento que el café caliente se derramó sobre mi mano derecha. El dolor fue instantáneo e intenso, arrancándome un grito ahogado mientras la taza se tambaleaba peligrosamente en mi agarre.

Gabriel estaba allí, recostado contra el marco de la puerta, observándome con una expresión indescifrable. No lo había oído acercarse. ¿Cuánto tiempo llevaba allí? ¿Cuánto de mi monólogo nervioso había escuchado?

—¡Santo Dios, Lyxirea! —exclamó, moviéndose con sorprendente velocidad desde la puerta hasta mi lado—. Te has quemado.

No era una pregunta. El enrojecimiento en el dorso de mi mano y mi expresión de dolor eran evidencia suficiente.

—Estoy bien —mentí automáticamente, aunque el ardor sugería lo contrario.

Gabriel tomó la taza de mis manos, colocándola sobre la encimera sin cuidado, el café derramándose aún más. En cualquier otro momento, habría estado horrorizada por arruinar su preciado café perfectamente preparado. Ahora, apenas podía concentrarme en algo que no fuera el dolor pulsante en mi mano y la proximidad abrumadora de Gabriel.

—Ven, vamos a mi oficina —dijo, con su voz de autoridad y preocupación de una manera que no dejaba espacio para discusión.

Me tomó suavemente del brazo no afectado, guiándome fuera de la cocina y a través del espacio abierto hasta su santuario privado. No hacia su escritorio, como esperaba, sino directamente a la pequeña sala de estar adjunta donde ocasionalmente recibía visitas menos formales.




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