5 Razones para No dejarte ir

23. Familia Huntington

Pov. Lyxirea

—Bienvenida a Londres —dijo Gabriel mientras el jet rodaba hacia el hangar privado.

Después de los protocolos de llegada, que resultaron sorprendentemente expeditivos (otra ventaja de viajar en jet privado, supuse), nos dirigimos hacia la salida del aeropuerto privado donde, según Gabriel, su conductor nos estaría esperando.

—Charles generalmente envía a Simmons —me explicó mientras caminábamos—. Es un poco formal, pero tiene un buen corazón bajo esa fachada estoica.

Era extraño escuchar a Gabriel hablar con este tono amable sobre alguien. Me hacía preguntarme cuántas otras facetas de su personalidad permanecían ocultas en el entorno corporativo de Huntington Electrical.

Cuando salimos a la zona de recogida, esperaba ver a un hombre mayor con uniforme de chofer. En cambio, nos esperaba ver alguien que hizo que mi corazón diera un vuelco por razones completamente diferentes.

Alto, incluso más que Gabriel, con el mismo cabello oscuro y rasgos definidos, pero con una sonrisa que transformaba completamente su rostro, haciéndolo más accesible. Llevaba gafas negras que se quitó al vernos, revelando los mismos ojos grises penetrantes que caracterizaban a su hermano.

Charles Huntington era, sin lugar a dudas, tan devastadoramente atractivo como Gabriel, pero de una manera completamente diferente. Donde Gabriel era intensidad y control, Charles parecía emanar una confianza relajada, una tranquilidad natural que invitaba a la proximidad en lugar de imponer distancia.

—Buenos genes —murmuré involuntariamente, demasiado bajo para que me escucharan, o eso creía. ¿Lo escuchó?

Gabriel se tensó ligeramente a mi lado, lanzándome una mirada que no supe interpretar.

—¡Gabriel! —exclamó Charles, avanzando hacia nosotros con los brazos abiertos—. El hijo pródigo regresa por fin a la tierra de sus ancestros.

Los hermanos se abrazaron brevemente, un gesto que parecía simultáneamente familiar y ligeramente incómodo, al menos para Gabriel.

—No esperaba verte personalmente, Charles —comentó Gabriel, con algo de sorpresa y sospecha—. ¿Dónde está Simmons?

—Le di la noche libre —respondió Charles con una sonrisa que sugería segundas intenciones—. Quería ser el primero en recibir a mi hermano pequeño… y conocer a su ¿Acompañante?

Su mirada se posó en mí, evaluadora, pero había una pequeña sonrisa en su rostro, con una pequeña curiosidad que me hizo sentir súbitamente cohibida. Ser el centro de atención de un Huntington ya era intimidante; ser el foco de dos simultáneamente era casi abrumador.

Gabriel se aclaró la garganta, un gesto que había notado hacía cuando estaba nervioso, aunque rara vez lo admitía.

—Charles, ella es Lyxirea Morgan, mi… —hizo una pausa casi imperceptible— asistente ejecutiva. Ya la conoces, parcialmente —dijo recordando que ya lo había visto a través de esa pantalla —, y Lyxirea, mi hermano mayor, Charles Huntington.

—Encantado de conocerte finalmente en persona, Lyxirea —dijo Charles, tomando mi mano entre las suyas, grandes y… ¡Santo Cielos! —. Gabriel ha sido extraordinariamente reservado sobre ti, lo que solo ha aumentado mi curiosidad.

Había algo en su tono, una insinuación que no comprendí completamente, pero que hizo que Gabriel se tensara visiblemente.

—El placer es mío —respondí, intentando mantener un tono profesional a pesar de la naturaleza claramente personal de este encuentro—. Su hermano habla muy bien de usted.

Charles soltó una carcajada.

—Ahora sé que estás siendo diplomática —dijo con un guiño—. Gabriel rara vez habla bien de alguien, y definitivamente no de su hermano mayor.

—Charles —el tono de Gabriel tenía un filo de advertencia.

—Solo bromeo, hermanito —respondió Charles, completamente imperturbable—. Bueno, ¿nos vamos? Madre está prácticamente vibrando de emoción desde que le dije que vendrías. Creo que ha reorganizado las flores tres veces hoy.

—Santo Dios —murmuró Gabriel, mientras mi estomago se revolvía al saber que en cuestión de minutos conocería a la familia de mi jefe.

Mientras nos dirigíamos al estacionamiento, noté cómo Charles lanzaba miradas evaluadoras entre Gabriel y yo, como si estuviera resolviendo un acertijo particularmente intrigante. Su sonrisa, cada vez que nuestros ojos se encontraban, tenía un toque de complicidad que me desconcertaba.

El vehículo resultó ser un elegante Range Rover negro. Charles abrió la puerta trasera para mí.

—Después de ti, Lyxirea —dijo, pronunciando mi nombre con evidente placer—. Es un nombre fascinante, por cierto. ¿Tiene algún significado especial?

—Mi madre lo inventó —expliqué mientras me acomodaba en el asiento—. Siempre tuvo una imaginación desbordante para los nombres.

—Pues acertó maravillosamente —comentó Charles—. Tan único como quien lo lleva, me atrevería a decir.

Gabriel, que se había sentado enfrente en el asiento del copiloto, emitió un sonido que podría haber sido un gruñido. Charles lo notó, su sonrisa se amplió mientras tomaba el asiento del conductor al lado de su hermano.

—¿Todo bien, hermanito? —preguntó con falsa inocencia—. Pareces… tenso.

—El vuelo fue largo —respondió Gabriel secamente—. Y preferiría llegar a casa antes de que madre envíe un equipo de búsqueda.

—Por supuesto —asintió Charles, arrancando el vehículo—. Aunque debo advertirte, la tía Eleonor también está allí. Aparentemente, la noticia de tu regreso ha corrido como la pólvora en la familia por toda la ciudad.

Vi cómo Gabriel cerraba los ojos brevemente, como pidiendo paciencia a alguna deidad.

—Maravilloso —murmuró—. Justo lo que necesitaba. Todo un recibimiento.

El trayecto desde el aeropuerto hasta Kensington transcurrió entre la narración animada de Charles sobre los últimos acontecimientos familiares y las respuestas monosilábicas de Gabriel. Yo me mantuve en silencio la mayor parte del tiempo, observando por la ventanilla las calles de Londres, tan diferentes a Nueva York: más antiguas, más cargadas de historia, con una elegancia clásica que contrastaba con la energía frenética de Manhattan.




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