- Espera...- susurraste- espera .
No me moví, eras tú quien se desvanecía entre la niebla de Diciembre, congelado, como los pensamientos de Dios.
-Dame la mano- suplicaste- ¡no quiero desparecer! - llorabas- Sé que he perdido, que nunca podré volver, pero... ¡espera por favor!
Luego dos lagrimas como enormes gotas de rocío se deslizaban por tu espalda... que poco a poco se convertía en la mía al alejarse de ti, y tus lastimeras súplicas para que no te olvidara.
- ¡Voltea carajo! -gritaste deseperada-¡¡ MÍRAME!!
Pero ¿qué podía ver? de nosotros no queda nada; los labios de granate humedeciéndose en la frialdad de la mañana, la ropa arremolinándose sobre el hueco de tu pecho.
Y es que no tienes corazón; "Nunca lo has tenido" me dije; trataba de luchar contra el impulso de volver los pasos.
Tus ojos enormes de ópalo, abriéndose al infinito ¡expandiéndose sobre tu rostro cuál agujeros negros!
Tus pechos antes cálidos, convertidos en dos copos de nieve derritiéndose; aquel rostro plácido rompiéndose en fragmentos acristalados que cortaban mi piel.
Aún tenía rastros de sangre en mis manos, en mi pelo...
-¡Piensa en mí, en tí. En nuestro amor de invierno!
¡NOOO!" grité dentro de mi cabeza, sujetando con fuerza el frío acero," ¡ESAS VOCES NO SON REALES!"
Tus labios rojos yacen sellados eternamente los cosieron con hilo de cáñamo para asegurarse que no hablarías más. Estoy de espaldas, pero siento que la helada desnudez de tu cuerpo se levanta y se aproxima a mi alma, que te levantas de esa plancha metálica, me miras y abres mi alma en dos.
Pero, no puede estar pasando, no puedes ser tú quien está recostada como un lirio recién cortado, apenas ayer te vi ¡Tan viva, plena.... ¡Hermosa y serpenteante!, con rastros de sol en tus mejillas, polvo de camino en los pies y los ojos llenos de sonrisas
- Amor mío. Vuelve tus ojos ¡PIENSA EN MÍ!- gritas
Me llamas por mi nombre, no el que invento para usarlo con el género humano, si no el verdadero el nombre que ocupo cuando SOY. Por un momento creo que sigues viva, sonrío cínico e impúdico, todo se ha acabado, ¡lo sé!
Al final me atrevo a mirar sobre mi hombro, desde el umbral de la puerta: Te he reconocido, te he mirado y no encontré nada.
El terror me recorre, atenaza mis recuerdos; toda la felicidad se evaporó con tu aliento.
- Piensa en mí... -dices por última vez- en los hijos que no tuvimos.
La sábana sobre ese rostro acalla para siempre tu hechizo. Tu presencia se ha roto de parte a parte, solo queda el silencio.
Tus ojos de agujero, con el corazón de remolino.. Se lo han tragado todo, mi vida, moral y sexo; no queda nada de ti ni de mi... ni de nosotros, soy un fantasma, el maldito enfermo que te mató me asesinó a mi también.
El doctor ha firmado un certificado con el que se encargarán de lo que dejó de tí. Me darán el pésame, me abrazaran cientos de brazos.... y a ti, te espera la dulce paz que da el abandono.
Te has ido para siempre; nunca fuiste hija, madre o esposa... solo mi sueño particular; ahora que la particularidad se hizo pública nadie parece recordarte en el medio de esta tragedia suburbana, para el mundo sólo eres un número en una estadística más. Pero para mí...el mundo está roto y oscuro.
- Por favor... vuélvete...piensa en...piensa.....en mí- susurra tu boca contra la bolsa negra.
Con la sábana sobre tu rostro han dado carpetazo a la historia, me han llamado loco...por deambular por las calles buscándote, solo por no aceptar que en realidad estabas esfumándote. Todos me han mirado con lástima por llegar tarde para salvarte del destino. Las manos asesinas fueron las de un antiguo amigo... quien lo habría imaginado, su deseo por ti, su obsesión por poseerte, su "amor torcido" y devoto lo llevarían a secuestrarte, encerrarte en el sótano hasta que moriste de inanición. Todo está descrito en la investigación policial... pero a mí sólo me asquea. Te amo... fue lo último que te dije antes de que desaparecieras. Te amo...
Unos segundos después saliste de entre las sombras de mis pesadillas. Eras una mujer de piel de cristal diamantada y desde entonces me convertí en tu Diablo de la guarda... debí saber que él nunca pudo matarte.