5) Remember

Capítulo 2: Salto

Habían pasado varios días desde el ritual, y aunque Rubby parecía estar mejor, algo inquietante seguía acechando en el aire. Tammy y Castiel intentaban convencerse de que todo había vuelto a la normalidad, pero los rumores de desapariciones en la ciudad no cesaban. Los dos amigos se negaban a creer que el ritual no había funcionado, aferrándose a la esperanza de que habían salvado a Rubby de la oscuridad. Sin embargo, la duda comenzaba a instalarse en sus corazones.

El anciano, que los había ayudado en el ritual, los visitó una tarde. Sus ojos, cargados de preocupación, reflejaban la gravedad de la situación.

—Hay algo que deben saber —dijo con voz grave, rompiendo el incómodo silencio que se había instalado en el refugio.

—¿Qué ocurre? —preguntó Tammy, temiendo la respuesta.

El anciano suspiró pesadamente, mirando a los jóvenes con compasión. Ocultando un secreto que debía ser revelado cuanto antes, ya que era muy importante saberlo y encontrar la manera de que todo eso termine de una vez por todas.

—El ritual... no funcionó como esperábamos. El vacío sigue ligado a Rubby. Lo siento.

Castiel se levantó bruscamente, su rostro enrojecido por la ira y la desesperación. Sus puños blancos de tanta fuerza y esa expresión de dolor en su rostro que estaba oculta debajo de la ira.

—¡No es cierto! ¡Vimos cómo desaparecía! —gritó, golpeando la mesa con el puño cerrado—. ¡La salvamos!

Tammy, aunque igualmente impactada, intentó mantener la calma.

—Debe haber algún error —dijo, su voz temblando—. Rubby está bien ahora. No ha mostrado signos de... esa oscuridad.

El anciano negó con la cabeza, su expresión grave.

—Lo sé. Pero los recientes asesinatos y desapariciones son pruebas de que algo anda mal. El vacío es astuto. Puede ocultarse, pero no por mucho tiempo.

Castiel se desplomó en la silla, sus manos temblando. Tammy sintió un nudo en el estómago, la realidad golpeándola con fuerza. Si el anciano tenía razón, entonces Rubby aún estaba en peligro, y con ella, todos los demás.

—¿Qué podemos hacer? —preguntó finalmente, su voz apenas un susurro.

—Deben investigar —respondió el anciano—. Observen a Rubby, sigan sus movimientos. Si el vacío sigue dentro de ella, se revelará tarde o temprano.

Tammy asintió, la determinación reemplazando su miedo.

—Lo haremos. Pero no vamos a renunciar a ella. Encontraremos una manera de salvarla de verdad.

El anciano sonrió tristemente.

—Lo sé. Tienen un corazón fuerte. Les deseo suerte.

Con esas palabras, el anciano se despidió, dejándolos con una tarea titánica por delante. Tammy y Castiel intercambiaron miradas, ambos sabiendo que el camino sería difícil. Pero estaban dispuestos a hacer lo que fuera necesario.

Durante los días siguientes, comenzaron a observar a Rubby más de cerca. Intentaron no levantar sospechas, actuando como si todo fuera normal, pero manteniendo un ojo vigilante. Rubby, por su parte, parecía no darse cuenta de la tensión creciente en el refugio.

Una noche, cuando todos se preparaban para dormir, Tammy y Castiel decidieron tomar turnos para vigilar. Se aseguraron de que Rubby estuviera profundamente dormida antes de que Tammy tomara el primer turno.

Las horas pasaron lentamente. Tammy se sentó en una silla cerca de la puerta, luchando contra el cansancio. De repente, escuchó un ruido suave, como de pasos furtivos. Miró hacia la cama de Rubby y la vio moverse. Su corazón se aceleró.

Rubby se levantó lentamente, sus movimientos extrañamente precisos y silenciosos. Tammy contuvo la respiración mientras la observaba caminar hacia la puerta y salir del refugio. Rápidamente despertó a Castiel, susurrándole lo que había visto.

—¡Tenemos que seguirla! —exclamó Castiel, su adrenalina a tope.

Ambos salieron en silencio, siguiendo a Rubby por las calles desiertas de la ciudad. La noche estaba fría y oscura, el viento susurraba entre los árboles, aumentando la sensación de inquietud. Rubby caminaba con una determinación que no parecía suya, como si algo la guiara.

Después de varios minutos, llegaron a un callejón oscuro. Tammy y Castiel se escondieron detrás de un contenedor de basura, observando con atención. Rubby se detuvo en medio del callejón y comenzó a olfatear el aire, sus movimientos recordando a los de un depredador.

Tammy sintió un escalofrío. Esto no era normal. Esto no era su amiga.

De repente, una figura apareció al final del callejón. Un hombre, probablemente un vagabundo, caminaba sin rumbo. Rubby se tensó, sus ojos brillando con una luz siniestra. Tammy y Castiel apenas pudieron contener sus gritos cuando Rubby se lanzó sobre el hombre con una velocidad inhumana.

La escena que siguió fue aterradora. Rubby atacó al hombre con una ferocidad brutal, sus manos transformándose en garras afiladas. En cuestión de segundos, el hombre yacía en el suelo, inmóvil. Rubby se quedó allí, su respiración agitada, sus ojos llenos de una oscura satisfacción.

Tammy y Castiel no pudieron moverse, paralizados por el horror de lo que acababan de presenciar. Finalmente, Tammy rompió el silencio.

—Dios mío... ¿Qué hemos hecho?

Castiel tragó saliva, sus ojos fijos en Rubby.

—Tenemos que hacer algo. No podemos dejar que esto continúe.

Tammy asintió, las lágrimas rodando por sus mejillas.

—Pero... es nuestra amiga. No podemos simplemente...

—Lo sé —interrumpió Castiel, su voz quebrada—. Pero tenemos que encontrar una manera de detenerla sin hacerle daño. Tenemos que salvarla, de verdad esta vez.

Regresaron al refugio con el corazón pesado. Rubby volvió poco después, como si nada hubiera pasado, y se fue directamente a la cama. Tammy y Castiel no durmieron esa noche, sus mentes atormentadas por la imagen de su amiga convertida en un monstruo.

Al día siguiente, decidieron buscar ayuda. Recordaron al anciano que había mencionado Tammy, un hombre que vivía en las afueras de la ciudad y que sabía mucho sobre entes oscuros y magia antigua. Necesitaban respuestas, y rápido.




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