5) Remember

Capítulo 7: El precio de la creación

La luz en el Almacén, que había sido testigo del juicio divino y la consecuente aniquilación, se había desvanecido por completo, dejando un vacío que no era solo físico, sino existencial. La presencia de Dios se había retirado de la Tierra, dejando atrás solo el eco de su dolor y la sombría verdad. Pero la partida no significó el fin de Su experiencia, sino el comienzo de un ritual sagrado y doloroso que solo Él podía llevar a cabo.

En los confines de la Creación, en un espacio que trascendía las dimensiones y el tiempo, donde las estrellas nacían y los universos se tejían con hilos de luz y esencia, se encontraba la Morada de Dios. No era un palacio ni un templo, sino una extensión de Su propia conciencia, un lugar donde el Todo se reflejaba en el Uno. Aquí, en este santuario primordial, Dios se permitió sentir.

El pesar por Rubby, la híbrida que había sido a la vez su creación y la manifestación de un desequilibrio letal, era una carga que incluso el Todopoderoso sentía en lo más profundo de Su ser. La había creado, la había observado crecer, había visto el amor de sus padres, Tamara y Cass, desbordarse por ella. Y luego, había tenido que borrarla.

Un objeto apareció en el espacio etéreo, materializándose de la pura voluntad divina: un diario, no de papel y tinta, sino de luz solidificada y conciencia encapsulada. Era un tomo sin fin, cuyas páginas se desplegaban como la propia espiral del tiempo, esperando ser llenadas con la esencia inefable de Su experiencia. Era el Diario de la Creación, donde Él registraba no solo los eventos de los universos, sino los sentimientos más profundos que la existencia, en toda su complejidad, le infligía.

Con una "mano" que no era mano, pero que representaba la manifestación de Su voluntad, Dios comenzó a "escribir". No eran palabras en el sentido humano, sino flujos de conciencia, ondas de emoción pura que se grababan en las páginas etéreas. Cada "frase" era una resonancia de su dolor, cada "párrafo", un capítulo de Su pena.

La Creación es un acto de amor y sacrificio.

Esa fue la primera entrada que tomó forma. La había creado todo, desde la más pequeña mota de polvo hasta las galaxias más vastas, por un acto de amor. Pero ese amor conllevaba un sacrificio, el de Su propia inmutabilidad, el de Su propia paz.

Los hijos... son el mayor de los dones y el más profundo de los dolores.

Pensó en Tamara, la Oscuridad que había surgido de Su propia esencia primigenia, y en Cass, el Ángel del Señor, el primer aliento de Su luz. Habían sido sus primeros hijos, sus extensiones, y a través de ellos, había comprendido la profundidad del vínculo parental.

Rubby. Una chispa. Un experimento. Un error no intencionado de un amor tan puro que desafió mis propias leyes.

La esencia de Rubby, la híbrida nacida de la Oscuridad y la Luz, había sido un intento de equilibrar fuerzas, un sueño de armonía. Pero el amor de Tamara y Cass, tan vasto y desbordante, la había traído de vuelta de una forma que la corrompió. Lo sabía ahora. Lo había sabido, pero no había podido intervenir antes de que la tragedia se manifestara.

El Vacío. Esa anomalía. Ese susurro de la nada que se aferró a su alma. Un parásito que se alimentó de la memoria, de la esperanza, de mi propia paciencia.

Recordó la mancha oscura que había percibido en Rubby desde su "resurrección". No era la Oscuridad de Tamara, que era parte de la Creación, sino un Vacío que buscaba la aniquilación total. Se había aferrado a Rubby, había crecido con cada recuerdo que Tamara y Cass atesoraban, con cada intento desesperado de aferrarse a su hija.

La elección. La más cruel de las misericordias. Borrar para salvar. Un mandamiento que se les impuso, no por crueldad, sino por la necesidad de preservar el Todo.

El dilema de Tamara y Cass. Olvidar a su hija para salvarla de la corrupción del Vacío. Una prueba que ningún padre debería enfrentar. Y Él, en su infinita sabiduría, sabía que no lo harían. Porque el amor, en su forma más pura, es la antítesis del olvido.
Y cuando no pudieron… me vi obligado. La mano del Creador debe ser firme cuando la existencia misma está en juego. Borrar. Disipar. Un acto necesario. Doloroso.

La aniquilación de Rubby. La decisión más difícil que había tomado desde la Creación misma. No hubo ira en Su acto, solo una resolución inquebrantable nacida de la necesidad. Había sentido el dolor de Tamara y Cass, un dolor que resonaba con el suyo propio.

El precio del equilibrio es la soledad de la decisión.
Esa fue la última "frase" que escribió sobre Rubby, una confesión de la carga que pesaba sobre Él. El peso de mantener el equilibrio cósmico, de tomar decisiones que ninguna otra entidad podía comprender, significaba una soledad eterna en su papel de Creador.

El Diario de la Creación se cerró suavemente, su luz se atenuó, encapsulando las emociones vertidas en él. Pero incluso después de la escritura, el eco de esos sentimientos persistía en la conciencia de Dios. La pena, el dolor, la culpa, la profunda tristeza de haber tenido que borrar a una de sus creaciones, a la hija de sus primeros vástagos.

Estos "sentimientos" eran demasiado para que el Creador los llevara consigo constantemente mientras supervisaba la inmensidad del multiverso. No era que Dios fuera incapaz de sentir, sino que la magnitud de ese dolor específico, el precio de haber borrado a Rubby, amenazaba con empañar la pureza de Su juicio y la claridad de Su visión. Él necesitaba el desapego para gobernar con justicia.

Lentamente, con una intención que resonó a través de todas las dimensiones, Dios comenzó el ritual de la purificación. Se retiró a un "espacio" dentro de Su propia conciencia, donde los recuerdos más profundos y las emociones más intensas se almacenaban y procesaban. Allí, identificó los filamentos de dolor que se aferraban a Él, los ecos de Rubby, el lamento por la necesidad de Su acto final.




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