5) Remember

Capítulo 11: La gran mentira y la verdad inquebrantable

El tiempo se había estirado y encogido de forma extraña desde el encuentro en Buenos Aires. Semanas después de la huida de Lucifer y la sorprendente intervención de Luke, el hijo del Caído, la reconstrucción del mundo continuaba a un ritmo dolorosamente lento. Tamara y Cass seguían en primera línea, sus poderes combinados una fuerza curativa para la devastación, pero el dolor por Rubby, lejos de desvanecerse, se había enquistado, una herida fantasma en sus almas. El recuerdo de su aniquilación, el eco de la elección que habían rehusado hacer, los perseguía.

Luke, por su parte, había desaparecido tan misteriosamente como había llegado. Su forma física, aparentemente intacta, era ahora el recipiente de una oscuridad mucho mayor. En lo más profundo de su ser, la esencia herida de Lucifer se aferraba, recuperándose lentamente, planeando. La cohabitación era una tortura sutil para Luke. Escuchaba los pensamientos de su padre, sentía la malicia latente, la ambición sin límites. Pero la promesa… la promesa de Rubby lo mantenía cautivo, una cadena forjada de una esperanza desesperada.

Se encontraban en un lugar que Luke había elegido, un punto ciego en la red de la Creación, un plano interdimensional donde el tiempo y el espacio se doblaban sobre sí mismos. Era un lugar sombrío, desolado, reflejo de la tormenta interna de su anfitrión. La esencia de Lucifer, más fuerte ahora que en las semanas posteriores a su herida, comenzó a ejercer presión sobre Luke.

—La herida ha sanado lo suficiente, hijo —la voz de Lucifer, no un susurro mental ahora, sino una resonancia que se sentía en los propios huesos de Luke, llenando el vacío dimensional—. Estoy listo para salir.

Luke se mantuvo firme, una figura solitaria en la penumbra. Sus ojos, que a veces mostraban un brillo inquietante que no era el suyo, se posaron en la esencia parpadeante de su padre, que luchaba por liberarse completamente de su prisión.

—La condición —dijo Luke, su voz gélida, inquebrantable—. Solo te liberaré si cumples tu promesa.

La esencia de Lucifer se agitó, un fuego infernal danzando en sus bordes.

—Ah, la ingenua esperanza de la redención. ¿Aún te aferras a eso?

—Rubby —insistió Luke, su determinación una pared infranqueable—. La quiero de vuelta. Completa. O no sales.

Lucifer rio, un sonido áspero que reverberó en el plano. La risa no era de burla, sino de una astucia complacida. Había subestimado la profundidad del apego de su hijo. Había visto la oportunidad, la grieta en la armadura de Luke, y la había explotado sin piedad.

—Qué admirable devoción —dijo Lucifer, la voz cargada de un sarcasmo velado—. Por supuesto. Rubby. El amor de tu vida, ¿no es así? Esa pequeña híbrida de la Oscuridad y ese ángel pecador, tan frágil, tan fácilmente corruptible.

Luke se tensó. El desprecio en la voz de su padre era una punzada.

—Ella es más que eso. Y tú prometiste que la podías traer de vuelta. Que sabías cómo recuperarla del Jacarandá.

Lucifer sonrió, una mueca retorcida que solo Luke podía ver en su mente. La mentira era un arte para él, una herramienta de manipulación. Él sabía la verdad. Sabía que Dios no miente, y que su aniquilación había sido absoluta y final. No se podía revertir. Pero la esperanza de Luke era un arma que él podía blandir.

—Y lo sé —afirmó Lucifer, y la convicción en su voz era tan profunda que casi sonaba verdadera—. La esencia de Rubby, su verdadero ser, no fue borrado del todo. Solo fue… reubicado. Escondido en las hebras de la Creación. Y yo soy el único que tiene la clave para desenredar esos hilos.

Elisa. El nombre resonó en la conciencia de Luke. La joven que había amado, la humana que había muerto hace mucho tiempo atrás, y de cuya esencia Rubby había sido creada. En la mente de Luke, Rubby no era solo la híbrida de Cass y Tamara, sino la reencarnación del amor perdido de su vida.

—La amas, ¿verdad, Luke? —la voz de Lucifer se deslizó, tocando la fibra sensible del corazón híbrido de su hijo. La había investigado, había escarbado en las profundidades de la mente de Luke mientras habitaba en él. Sabía de su apego a esa mortal, de su dolor por su pérdida. Y había encontrado la palanca perfecta—. Ese amor, esa pureza… es lo que te hace vulnerable. Y lo que te hace valioso para mis planes. Si la recuperas, si salvas a tu amor de la aniquilación… entonces, ¿qué valor tiene el equilibrio de esta patética Creación?

Luke se estremeció. Lucifer estaba jugando con sus emociones, con su dolor, con su desesperación por recuperar lo que había perdido. Pero la promesa era demasiado dulce para rechazarla.

—Entonces hazlo —ordenó Luke, su voz resonando con una autoridad que sorprendió incluso a Lucifer.

La esencia de Lucifer rio, una risa silenciosa que se agitó en las profundidades de la mente de Luke.

—No tan rápido, hijo. Para liberarme, para que pueda concentrarme en la tarea de desenredar los hilos de la memoria de Rubby, necesito algo de ti. Una prueba de tu lealtad. Una muestra de tu compromiso.

Luke dudó. La cautela era su segunda naturaleza.

—¿Qué quieres?

—No te pediré que me sirvas ciegamente —dijo Lucifer, su voz ahora un susurro insidioso—. Solo un juramento. Un pacto. Prométeme que no intentarás detenerme en mis planes futuros. Que no levantarás una mano contra mí, sin importar lo que haga. Y a cambio, te devolveré a Rubby.

La propuesta era una trampa, Luke lo sabía. Un juramento de no agresión. Un permiso para que Lucifer desatara el caos que quisiera, sin oposición de su propio hijo. Era un precio que Luke no estaba seguro de poder pagar. Pero la imagen de Rubby, de Elisa, la mujer que amaba, se proyectaba en su mente, la esperanza de su regreso.

"Prométeme, Luke", la voz de Lucifer se hizo más insistente, una presión mental que Luke apenas podía resistir. "Prométeme que no me detendrás. Que no me matarás. Y Rubby será tuya."

Luke cerró los ojos, el peso de la decisión aplastándolo. La verdad de Lucifer era que no podía mentir. Era un principio fundamental de su naturaleza. Un Arcángel, incluso uno caído, estaba ligado a la verdad, aunque pudiera retorcerla, manipularla y usarla para engañar. El engaño no era mentir, era distorsionar la verdad para sus propios fines. Y Lucifer sabía que no podía prometerle a Luke que le devolvería a Rubby si eso era una mentira directa. Pero, si él mismo creía que había una posibilidad, por mínima que fuera, entonces no sería una mentira.




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