5) Remember

Capítulo 15: La memoria que perdiste

El silencio en el búnker de los Hombres de Letras era espeso, casi palpable. El estruendo de la batalla con Lucifer se había disipado, llevándose consigo la furia del Arcángel Caído. Pero la quietud que quedó no era de paz, sino de una desolación profunda. Tamara y Cass estaban de pie en el centro de la sala, sus formas divinas inmóviles, sus ojos vacíos de la memoria de su hija. La purificación de Rubby había sido un éxito, en el sentido más cruel de la palabra. Ella había sido liberada, su esencia enviada de vuelta a la trama de la Creación para un nuevo comienzo, despojada del Vacío y del recuerdo que los unía a ella. Y a cambio, el recuerdo de Rubby había sido borrado de la conciencia de sus padres.

Dean, Sam Winchester y Bobby observaban a Tamara y Cass con una mezcla de piedad y asombro. Habían sido testigos de un sacrificio incomprensible, de un dolor que trascendía la experiencia humana. Luke, el hijo de Lucifer, se había desvanecido tan silenciosamente como había llegado, su propia carga de haber liberado a su padre y de la pérdida de Rubby pesando sobre él.

Tamara, la Oscuridad, sentía la ausencia de su hija como un hueco en su esencia. No había dolor punzante, no había lágrimas. Solo un vacío, una quietud. Era como si una parte de su ser hubiera sido extirpada, dejando una cicatriz etérea. Sabía, a un nivel primordial, que algo inmensamente importante había existido, algo que había amado con una intensidad que casi la destruye. Pero el contorno de ese algo, su rostro, su nombre, se había desvanecido en la niebla.

Cass, el Ángel del Señor, sentía una sensación similar. Su mente, que contenía la sabiduría de los eones, ahora tenía un área inmaculada, un lienzo en blanco donde antes residía la memoria de su hija. La lógica divina había prevalecido, la necesidad de mantener el equilibrio. Pero el costo había sido su propia paternidad, su conexión con el amor más puro que había conocido. Miró sus manos, que habían sostenido a Rubby, que habían intentado curarla, y no sentía nada. Solo una extraña ligereza, la ausencia de un peso que había cargado por tanto tiempo.

Los Winchester se acercaron con cautela. Bobby fue el primero en hablar, su voz suave y llena de compasión.

—Tamara. Cass. ¿Están… bien?

Tamara giró la cabeza, su mirada oscura y distante.

—No lo sé. Algo… falta.

Cass asintió, su voz resonando con una extraña lejanía.

—El precio ha sido pagado. Ella es libre. Es… lo que debía ser.

Dean suspiró. Podía sentir la desolación de los dos seres ante él, una tristeza más allá de las palabras.

—Siempre hay un costo, ¿no es así? En esto de salvar el mundo.

Fue entonces cuando Cass tuvo una idea. Una chispa, pequeña pero persistente, se encendió en la vasta extensión de su mente. La memoria. No la suya, ni la de Tamara, sino la memoria del universo, de los eventos que habían sucedido. Los Winchester, los cazadores, los Hombres de Letras, siempre habían sido los guardianes del conocimiento. Documentaban, escribían, registraban. Lo había visto hacer innumerables veces. Y si la memoria de Rubby no podía existir en ellos, quizás podría existir en otro lugar. Un lugar seguro.

Cass se acercó a una de las mesas de la biblioteca, donde un teléfono inteligente y una laptop de Sam permanecían. Era un objeto pequeño, insignificante en el gran esquema de la Creación, pero para Cass, en ese momento, representaba una esperanza. Una forma de aferrarse a la verdad, incluso si no podía sentirla.

Sam observó a Cass, su expresión de asombro.

—¿Necesitas algo, Cass?

Cass tomó el teléfono en su mano, su mirada fija en la pantalla, como si intentara descifrar un misterio.

—La memoria. Los eventos. Todo lo que ha sucedido… debe ser registrado. Guardado.

Los Winchester se miraron, perplejos. ¿Cass, el ángel del Señor, queriendo escribir en un teléfono?

—¿Quieres… escribir un diario? —preguntó Dean, una pizca de ironía en su voz, aunque su expresión era de genuina confusión.

—Un registro —corrigió Cass, y una determinación gélida se instaló en sus ojos. No podía recordar a Rubby, pero podía recordar la verdad de lo sucedido. Y esa verdad era fundamental para el equilibrio que ahora se esforzaban por proteger—. Para el futuro. Para que no se olvide lo que hemos… lo que hemos perdido.

Tamara se acercó, su mirada oscura posándose en el teléfono en la mano de Cass. Una intuición, nacida de su propia esencia primordial, le dijo que Cass estaba intentando algo importante, algo para ellos.

Cass se sentó en una silla, el pequeño dispositivo en sus manos. Su conocimiento de la tecnología era instintivo, una parte de su vasta comprensión del cosmos. Abrió una aplicación de notas en el teléfono y comenzó a escribir. No con los dedos, sino con su mente, canalizando su voluntad a través del dispositivo. Las palabras aparecieron en la pantalla, rápidas y fluidas, narrando los eventos con una precisión fría, desapasionada.

Diario de la Nueva Era - Entrada de Cass

Fecha: 21 de mayo de 2025, 23:38 -03 (Hora local, Buenos Aires)

Ubicación: Búnker de los Hombres de Letras, Buenos Aires, Argentina.

El universo ha entrado en una Nueva Era. La intervención divina se ha manifestado de formas que los mortales apenas pueden comprender. Los eventos recientes han redefinido el delicado equilibrio entre la Creación y el Vacío, la Luz y la Oscuridad. Este registro es esencial para comprender las fuerzas en juego y las consecuencias de las elecciones, incluso las divinas.

Todo comenzó con el regreso de Rubby. La hija de Tamara, la Oscuridad primordial, y de mí, Cass, el Ángel del Señor. Rubby, un híbrido de dos fuerzas fundamentales, había sido arrancada de la existencia en una batalla anterior contra el Vacío. Su retorno, propiciado por el amor desesperado de sus padres, se convirtió en el catalizador de una nueva crisis.




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