5) Remember

Capítulo 18: Un eco en la nueva era

La ciudad de Buenos Aires, a pesar de sus cicatrices, comenzaba a respirar con un nuevo ritmo. Los escombros habían sido en su mayoría retirados, las calles reparadas, y un aire de resiliencia, tenaz y obstinado, se aferraba a la gente. La humanidad, con su inherente capacidad de reconstrucción, se levantaba de las cenizas, y con ella, los pequeños placeres y rituales de la vida.

Tamara y Cass, aunque ajenos a la memoria específica de Rubby, sentían el peso de una batalla reciente y un vacío inexplicable. La carga del equilibrio cósmico, la constante vigilancia contra las fuerzas que amenazaban la Creación, era agotadora incluso para seres de su calibre. Dean, en un raro momento de ocio y compasión, los había animado a tomar un respiro.

—Necesitan despejarse —había dicho Dean, su voz pragmática, pero con una pizca de genuina preocupación—. Un poco de normalidad les vendría bien. Hay un nuevo lugar que abrió en el centro. Se llama ‘El Resurgir’. Dicen que la comida es buena y el ambiente… bueno, es lo más parecido a lo de antes que se puede encontrar.

Cass, siempre más inclinado a la lógica y la misión, había dudado. Pero Tamara, con un anhelo inexplicable de algo que no podía nombrar, accedió. Quizás, en la efervescencia de la vida mortal, encontrarían un bálsamo para el dolor que no recordaban.

Así fue como una tarde, bajo un cielo crepuscular que pintaba el horizonte con tonos de naranja y púrpura, Tamara y Cass, con ropas mortales que disimulaban su verdadera naturaleza, se dirigieron hacia "El Resurgir". El restaurante, construido con materiales reciclados de los escombros, irradiaba una calidez acogedora. La música suave llenaba el aire, y el murmullo de las conversaciones era un canto a la vida que volvía a florecer.

Se sentaron en una mesa discreta cerca de una ventana, observando el ajetreo exterior. Tamara, la Oscuridad, sentía una extraña punzada en su esencia. Era una sensación de algo que no pertenecía, una conexión que no podía nombrar. Cass, por su parte, percibía una familiaridad en el ambiente, un eco de la vida que había observado y protegido durante milenios. Hablaron poco, disfrutando de la rara quietud, el simple acto de sentarse, de ser, en un mundo que había estado al borde de la aniquilación.

La comida llegó, platos sencillos pero reconfortantes que resonaban con la cocina terrestre. Tamara saboreó cada bocado, una distracción bienvenida para el vacío que sentía. Cass, con su naturaleza más etérea, observaba más que comía, su mirada atenta a los detalles, a la forma en que la humanidad se aferraba a la vida.

Fue entonces cuando los vio entrar.

La puerta del restaurante se abrió y dos figuras se destacaron contra la luz del exterior. Una de ellas era inconfundible, incluso en su forma mortal. Era Luke. Su cabello oscuro, su porte resuelto, su mirada que contenía una profundidad que no era solo humana. A su lado, iba una joven. Su cabello, de un rubio ceniza, brillaba bajo las luces del restaurante, y sus ojos azules, llenos de una curiosidad vivaz, se movían por el lugar con una expresión de alegría. Era Aurora.

Para Tamara, el avistamiento de Luke fue como un puñetazo en el estómago. La frustración, la amargura de la que había hablado con Cass, se reavivaron con una fuerza inusitada. Allí estaba él, viviendo su vida, aparentemente ajeno a la carga que ellos llevaban. La veía sonreír, la veía tomar la mano de Aurora con una ternura que le resultaba incomprensible. No había rastro de dolor, no había la sombra de la tragedia en su rostro. Solo una paz. Una paz que Tamara sentía como una traición.

Su mirada se endureció. La esencia oscura comenzó a agitarse bajo su piel, una corriente fría que amenazaba con desbordarse. La idea de que Luke, el hijo de Lucifer, el que había liberado al demonio que había poseído a… a esa niña, estuviera disfrutando de una vida tan tranquila, mientras ellos se aferraban a un olvido forzado, era una afrenta.

Cass, que había notado el cambio en Tamara, siguió su mirada. Vio a Luke y Aurora en el umbral, buscando una mesa. Su propia esencia de Arcángel, siempre serena, sintió una punzada compleja. No era la ira de Tamara, sino una mezcla de observación, una pequeña, casi imperceptible, sensación de alivio y una persistente inquietud.

Los ojos de Cass se posaron en Luke. No podía negar el cambio que se había operado en el hijo de Lucifer. La oscuridad que lo había envuelto antes, la frialdad de su determinación, parecía haberse suavizado. Había una luz en sus ojos, un brillo que no era el de un ser atormentado. Y Aurora, la mortal a su lado, era la fuente de esa transformación. Cass, el Ángel del Señor, podía reconocer el amor, incluso en las formas más inesperadas.

Lucifer le había prometido a Luke que lo ayudaría a recuperar a Rubby, pero al hacerlo, había plantado la semilla de una mentira. La "Rubby" que regresó estaba poseída por el demonio favorito de Lucifer. Luke, al darse cuenta del engaño, había roto su pacto y salvado a Tamara y Cass del ataque de la Rubby poseída. En el proceso, Rubby fue liberada del demonio, pero su esencia, débil por el juicio divino, fue enviada de vuelta al ciclo de la Creación, borrada de la memoria de Tamara y Cass como un sacrificio para su liberación completa. Luke, a su vez, se había alejado, abrumado por la culpa y la traición de su padre, y había encontrado consuelo en Aurora.

La presencia de Luke y Aurora en el restaurante era un espejo que reflejaba la amarga verdad de la situación de Tamara y Cass. La humanidad seguía adelante, reconstruyendo sus vidas, aferrándose a la esperanza. Y Luke, un ser híbrido, había encontrado su propia versión de esa esperanza, pero destrozando la de otros con el tiempo.

Tamara se levantó abruptamente de su asiento, el sonido de la silla raspando el suelo atrajo la atención de algunos comensales. Su mirada, una mezcla de furia y un dolor sin nombre, se clavó en Luke.

Luke, que había estado guiando a Aurora hacia una mesa en el otro extremo del restaurante, sintió la intensidad de la mirada de Tamara. Levantó la vista, y sus ojos se encontraron con los de ella. No hubo reconocimiento específico en el rostro de Tamara, no la memoria de la hija que él había sostenido. Solo una profunda, incomprensible, ira. Luke sintió una punzada de culpa. Él recordaba. Recordaba todo. Recordaba el sacrificio de los padres de Rubby, el precio que habían pagado. Y en ese momento, el peso de su propia existencia, de su propia "felicidad" naciente, se hizo insoportable.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.