5) Remember

Capítulo 19: El cierre de un nuevo ciclo

La tensión en "El Resurgir" se cortaba con un cuchillo. La confrontación silenciosa entre Tamara y Luke había sido una herida abierta, el eco de un dolor que los Arcángeles habían borrado de sí mismos, pero que persistía en el aire, tangible para los mortales que los rodeaban. Cass había intervenido, su presencia calmante, su mirada suplicante a Tamara para que se contuviera. Luke, con Aurora a su lado, había sostenido la mirada, aceptando la incomprensible ira de su tía sin rechistar. Finalmente, con una quietud cargada, Luke y Aurora se habían retirado del restaurante, dejando a Tamara y Cass sumidos en un silencio tenso. No hubo palabras, ya que estas sobraban por completo.

A la mañana siguiente, en el búnker que ya era el lugar más seguro para todos, la atmósfera era diferente. No había el resquemor de la noche anterior, sino una melancolía que se asentaba como el polvo. Bobby, Sam y Dean Winchester estaban reunidos en la biblioteca, sus maletas preparadas. Bobby Singer, que había estado ayudando en las labores de limpieza y recuperación en el búnker de su mundo, también estaba listo para regresar. La Nueva Era había amanecido, y con ella, la necesidad de regresar a su propia realidad.

Cass y Tamara se acercaron. La Oscuridad y el Ángel del Señor. Aunque el vacío de Rubby persistía en ellos, la misión de estabilizar el mundo los había mantenido en movimiento. Ahora, con el peligro inmediato mitigado, era el momento de la despedida.

—Es hora de que volvamos a casa —dijo Dean, su voz grave.

La experiencia en este otro mundo había sido agotadora, brutal, y a la vez, una revelación.

Habían visto a seres de poder incomprensible luchar, amar y sacrificarse de formas que nunca podrían entender del todo.

Sam asintió, su mirada fija en Cass.

—Gracias, por todo. Por… por salvarnos. Por ayudar a salvar el mundo.

Cass asintió, una leve inclinación de cabeza.

—El equilibrio debe mantenerse. Es nuestra labor.

Tamara, su rostro aún sombrío, observó a los Winchester. Había una conexión entre ellos, forjada en el fuego de la batalla. Ella, la Oscuridad, había aprendido a confiar en estos mortales, en su tenacidad, en su inquebrantable espíritu de lucha.

—El camino por delante para su mundo sigue siendo incierto —dijo Tamara, su voz resonando con una verdad primordial—. Las cicatrices del Vacío no se borrarán fácilmente. Pero tienen la resiliencia para reconstruir.

Bobby, el viejo cazador, tosió, su voz rasposa pero firme.

—Hemos visto cosas que… que no se pueden olvidar. Cosas que ni siquiera en nuestro mundo se comparan.

Fue entonces cuando Cass tuvo una idea, una extensión de su necesidad de registrar la verdad. Se volvió hacia la mesa donde reposaba el teléfono inteligente con su diario digital. Lo recogió, la pantalla reflejando las palabras que había escrito.

—Esto… debe ir con ustedes —dijo Cass, extendiendo el teléfono a Sam—. Es un registro. De todo lo sucedido. De la Nueva Era. De las fuerzas. Del costo. De… todo.

Sam tomó el teléfono, su expresión de asombro. Había visto a Cass escribir en él, pero no había dimensionado el contenido. Desbloqueó la pantalla y comenzó a leer las entradas. Sus ojos se abrieron con cada palabra, absorbiendo la historia, los eventos, el sacrificio, el olvido, la complejidad de las fuerzas celestiales.

—Cass… esto es… —Sam no pudo terminar la frase.

La historia de Rubby, de su aniquilación, del sacrificio de sus padres, del engaño de Lucifer, de la intervención de Luke.

Todo estaba allí, detallado con una precisión fría y objetiva.

El dolor que sus tíos no podían recordar, ahora residía en la palma de su mano.

Dean se acercó y miró por encima del hombro de Sam. Sus ojos se movieron rápidamente por las palabras.

La boca de Dean se abrió ligeramente.

—Santo cielo… esto es… es mucho.

—Es la verdad —dijo Cass, su voz sin emoción, pero con una resonancia que transmitía la importancia del contenido—. La verdad es un ancla. Para que no se repitan los errores. Para que el conocimiento permanezca, incluso cuando la memoria personal falla.

Bobby se acercó, su expresión seria.

—Entonces, ustedes… ¿realmente no la recuerdan? ¿A la niña?

Tamara y Cass intercambiaron miradas, una conexión tácita que no necesitaba palabras.

—No de la forma en que lo hacen ustedes —dijo Tamara, su voz era un eco de su vacío—. Es una ausencia. Un espacio en blanco. Pero la verdad de los eventos… está registrada.

Samuel Winchester puso una mano en el hombro de Dean.

—Esto es un tesoro. Una advertencia. Una guía.

—Deben mantenerlo a salvo —dijo Cass, su mirada seria—. En su mundo, el conocimiento es poder. Y la verdad… es la fuerza más grande.

Los Winchester asintieron, comprendiendo la gravedad de la tarea. No solo llevaban consigo sus propias experiencias, sino la historia de una guerra que había trascendido dimensiones, una tragedia familiar que había casi destruido un universo.

El proceso de regresar a su propio mundo fue, para los Winchester y Bobby, una rutina conocida, pero esta vez, cargada de un peso sin precedentes.

Cass, con un gesto de su mano, abrió el portal. La energía dimensional zumbó en el búnker, distorsionando el aire, revelando el umbral hacia su propio universo.

—Cuídense —dijo Cass, su voz resonando con una rareza que los Winchester nunca olvidarían.

Tamara simplemente asintió, su mirada fija en el portal, una figura enigmática, la Oscuridad primigenia que había aprendido el dolor del sacrificio.

Dean fue el primero en atravesar el portal, su paso resuelto. Le siguió Bobby, y finalmente, Sam, quien se detuvo en el umbral, el teléfono en su mano.

—Gracias, Cass —dijo Sam, su voz sincera—. Gracias por todo.

Cass asintió, y el portal se cerró con un susurro, dejando a Tamara y a él de nuevo en el silencio del búnker, en el mundo que habían salvado al precio de su propia memoria.




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