El viento salino del Atlántico envolvía la pequeña cueva que Luke y Aurora habían hecho su hogar. Los días se habían convertido en semanas, las semanas en meses, y con cada amanecer, el amor entre ellos se profundizaba, anclando a Luke a la humanidad de una manera que nunca creyó posible. Las heridas del mundo seguían sanando, y con ellas, las de Luke, o al menos así lo creía él.
Pero la paz era frágil.
La imagen de Tamara en el restaurante, la furia sin nombre en sus ojos, lo había perseguido.
Él recordaba.
Recordaba a Rubby, el dolor de Tamara y de Castiel, el sacrificio que habían hecho. Y la culpa, una sombra persistente, se aferraba a él. Se había prometido a sí mismo no volver a la guerra celestial, a la intriga de los Arcángeles. Quería una vida con Aurora, una vida de simpleza y amor. Pero el pasado, incluso un pasado que otros habían olvidado, tenía una forma de alcanzarte.
Una mañana, mientras Aurora dormía pacíficamente a su lado, Luke sintió una presencia.
No era la malicia gélida de su padre, Lucifer. Ni la reconfortante familiaridad de Cass. Era una presencia inmensa, abrumadora, que llenaba el espacio con una calma que lo hacía temblar. Dios.
Luke se levantó, su corazón híbrido latiendo con una mezcla de reverencia y aprensión.
Salió de la cueva, la inmensidad del cielo matutino extendiéndose sobre él.
La figura no se materializó en una forma discernible, sino que se manifestó como una luz difusa, una presencia omnisciente que abarcaba el horizonte.
"Luke", resonó una voz en su mente, la voz del Creador.
No era un sonido, sino una verdad que se grababa directamente en su conciencia, una resonancia que se sentía en cada fibra de su ser.
"Has hecho tu elección."
Luke se arrodilló, no por sumisión, sino por la magnitud de la presencia.
—Abuelo…
"Has elegido el camino de la luz", continuó la voz de Dios. "Has salvado a la que fue Rubby. Has liberado a mi Creación de una gran amenaza. Tu sacrificio al exponer el engaño de tu padre fue un acto de nobleza."
Una punzada de culpa atravesó a Luke.
—Yo fui quien liberó a Lucifer. Yo fui quien hizo el pacto.
"Y lo hiciste por amor", dijo Dios, y no había juicio en su voz, solo una profunda comprensión. "Por el amor que sentiste por Elisa, que se reflejó en Rubby. Por la esperanza de redención. Has aprendido el precio de la desesperación. Y has aprendido el verdadero significado del amor."
Luke levantó la vista hacia la luz difusa, el miedo y la culpa atenuándose ligeramente ante la compasión que sentía emanar de la presencia divina.
—Tamara y Castiel… ellos no recuerdan.
"Fue un precio que tuvieron que pagar para liberar el alma de Rubby de su atadura al Vacío", explicó Dios. "Una aniquilación no es fácil de revertir. Ella ha regresado al ciclo, una nueva alma, una nueva oportunidad, libre de las sombras. El jacarandá, el Árbol Divino, la guarda en sus memorias. Pero en su línea de vida, ella ha comenzado de nuevo. Y su pasado no debe interferir con su nuevo comienzo."
Una nueva oleada de dolor, esta vez por la injusticia que sentía por los padres de Rubby, invadió a Luke.
—Y yo sí recuerdo. Recuerdo su dolor. Recuerdo… a Rubby. Y a Elisa.
"Y eso es una carga que llevas", dijo Dios. "Una carga que, aunque te ha enseñado, ahora te ata. Te ata a un pasado que debe ser liberado para que el nuevo comienzo de Rubby sea completo. Y para que tú, Luke, puedas vivir tu propia vida sin el peso de esa historia."
Luke miró hacia la cueva donde Aurora dormía. Ella era su ancla, su luz. Y él quería un futuro con ella, libre de las sombras de su linaje y de las tragedias pasadas. Pero el recuerdo de Rubby, la imagen de ella en sus brazos, poseída, y luego, liberada pero inerte, lo perseguía. La culpa por su papel en la liberación de Lucifer, por la cadena de eventos que había desatado, era un peso constante.
"Hay un camino para ti, Luke", resonó la voz de Dios. "Un camino de verdadera liberación. De paz. Y para que Rubby esté completamente libre, para que su nueva vida sea verdaderamente pura, la memoria de su pasado, la historia de su primera existencia, debe ser completamente desatada. Incluso para ti."
Luke entendió.
Había una razón por la que Dios había querido que Tamara y Cass olvidaran a Rubby. No era solo por ellos, sino por Rubby misma. Y ahora, él, el último testigo, el que cargaba con la memoria de los eventos, debía hacer lo mismo.
Borrar a Rubby de su mente, liberarla de los últimos hilos de su existencia pasada. Y al hacerlo, liberarse a sí mismo.
—¿Olvidar todo? —preguntó Luke, su voz un susurro.
No era solo Rubby.
Era la historia de su vida, su conexión con ella, la razón de sus acciones.
Era el recuerdo de Elisa, su primer amor mortal.
"No es un olvido total, Luke", la voz de Dios era suave, como la brisa marina. "Es una liberación de la conexión. Una entrega de la carga. Tu mente, tu alma, serán liberadas del apego a esa historia. Te permitirá vivir tu propia vida, sin el peso del pasado. Y a Rubby, le permitirá florecer en su nueva existencia, sin sombras."
Luke pensó en Tamara y Cass, en el vacío en sus ojos. Ellos habían pagado el precio. Habían hecho el sacrificio. Y si él, el que había contribuido al caos, se negaba a hacer lo mismo, ¿qué clase de equilibrio sería ese?
Pensó en Aurora, en la pureza de su amor, en la promesa de un futuro juntos. Quería ofrecerle una vida sin las sombras de su linaje, sin el constante recordatorio de sus errores pasados.
El Creador no presionó.
La elección era de Luke.
Una decisión que no se basaba en la obligación, sino en la comprensión.
En la aceptación.
Luke cerró los ojos.
La imagen de Rubby, de Elisa, se proyectó en su mente.
La risa de ella, su voz, el brillo en sus ojos.
El dolor que había sentido al perderla.
El engaño de su padre.
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Editado: 30.08.2025