5) Remember

Capítulo 21: El velo de la ignorancia

La brisa marina de la costa argentina, que había sido testigo del renacimiento de Luke, se extendió ahora, sutil y etérea, a través de las vastas distancias interdimensionales, llegando al búnker de los Hombres de Letras en el mundo de los Winchester. Allí, Sam, Dean, y Bobby Singer dormían, agotados por el viaje de regreso y por la abrumadora tarea de transcribir la historia de la Nueva Era, la historia de Rubby, de Tamara y Cass, de Lucifer, y de Luke.

Habían trabajado durante horas, las palabras de Cass en el teléfono inteligente cobrando vida en las páginas de sus diarios de cuero. El pequeño dispositivo, un receptáculo de verdad, yacía sobre la mesa, su pantalla un faro de conocimiento en la penumbra del búnker. Los diarios, llenos de la intrincada narrativa de ángeles, demonios, sacrificios y olvido, se apilaban a su lado, testamentos de una guerra cósmica que había desafiado la razón.
Pero el equilibrio, la gran preocupación del Creador, exigía más.

La memoria de Rubby había sido borrada de sus padres, Tamara y Cass, para su propia liberación y para el nuevo comienzo de la niña. Luke, el último testigo, el que cargaba con el peso de la historia, también había aceptado el olvido. La existencia de esa verdad, de esa historia que involucraba a Rubby, ya no debía ser una carga para nadie, ni un factor de desequilibrio en el futuro. Dios, en su infinita sabiduría y su inquebrantable propósito, actuó.

En la quietud de la noche, una presencia inmensa, silenciosa y omnipresente, se extendió por el búnker. No hubo luz, ni sonido, ni la imponente manifestación de la forma divina. Fue una invasión sutil, una onda de energía que penetró en las mentes de los Winchester y Bobby Singer mientras dormían profundamente.

La mente de Sam, que había absorbido cada detalle de la historia de Cass, fue la primera en ser tocada. Las palabras, las imágenes, los sentimientos asociados con Rubby, con el Vacío, con el sacrificio de Tamara y Cass, con el engaño de Lucifer, con la redención de Luke, comenzaron a desvanecerse. No fue un borrado brutal, sino una reescritura suave, una remodelación de la memoria. La historia se deshilachó, los nombres se volvieron sin sentido, los eventos se convirtieron en un eco distante, incomprensible. La conciencia de Sam se purificó de esa carga, dejando solo el recuerdo de haber librado una gran batalla, pero sin los detalles específicos que la ligaban a Rubby.

Lo mismo ocurrió con Dean. Las imágenes de la niña poseída, la furia de Lucifer, el dolor de Tamara, la extraña paz de Cass al final, todo se esfumó. Su mente, acostumbrada a la brutalidad del mundo sobrenatural, fue liberada de una historia que no necesitaba recordar, una historia que ya no debía pesar en el equilibrio del universo.

Bobby Singer, el veterano cazador, también sintió la oleada. Los años de conocimiento sobrenatural que había acumulado, las innumerables batallas, se mezclaron con esta nueva experiencia, pero la narrativa específica de Rubby, la hija de la Oscuridad y el Ángel del Señor, se diluyó en la vastedad de su memoria. El rostro, el nombre, los eventos que la rodeaban, desaparecieron en un velo de niebla.

La eliminación de la memoria no se limitó a sus mentes. La presencia divina se extendió a los objetos, a la evidencia. El teléfono inteligente de Cass, que había sido el receptáculo de la verdad, brilló por un instante, un resplandor que nadie vio. En el interior del dispositivo, la aplicación de notas, el diario digital de Cass, fue vaciada. Las palabras se desvanecieron, las entradas se borraron, dejando la aplicación como una pizarra limpia, como si nunca hubiera sido utilizada para tal fin. La evidencia digital, el último rastro tangible de la historia de Rubby en su mundo, fue destruida.

Luego, la atención de Dios se posó en los diarios de cuero que Sam y Dean, junto con Bobby, habían estado llenando con sus propias transcripciones. Las plumas descansaban a su lado, la tinta fresca en las páginas. En un acto de voluntad omnisciente, la tinta se desvaneció, las palabras se borraron, las páginas se volvieron en blanco. Los diarios, que habían sido testamentos de una verdad incomprensible, se convirtieron en simples cuadernos vacíos, desprovistos de cualquier rastro de la historia de la Nueva Era. La evidencia física había sido erradicada.

El búnker quedó en silencio, más allá de la quietud habitual. La energía divina se retiró tan silenciosamente como había llegado, dejando a los Winchester y a Bobby Singer sumidos en un sueño profundo y sin sueños. Se habían despertado a la mañana siguiente sin el peso de una memoria que los habría abrumado, sin la carga de una verdad que no les pertenecía. Recordarían la gran batalla, el caos que había sacudido al mundo, la necesidad de luchar contra las fuerzas del mal. Pero los detalles específicos, la historia de Rubby, el sacrificio de Tamara y Cass, el engaño de Lucifer, la redención de Luke, se habían desvanecido. No por debilidad de su parte, sino por un acto de voluntad divina.
Cuando el sol se filtró por las ventanas del búnker, los Winchester y Bobby despertaron con una sensación de paz, extrañamente aliviados. Habían dormido profundamente, sin las pesadillas que a menudo los acosaban después de una batalla intensa.

Dean se estiró, bostezando.

—Menuda noche. Me siento… extrañamente bien.

Sam asintió, su mente fresca.

Miró el teléfono de Cass sobre la mesa, luego los diarios.

Una vaga sensación de una tarea sin terminar lo invadió, pero el contenido específico se le escapaba.

—Supongo que ya no tenemos que escribir —dijo Sam, su voz teñida de una ligera confusión.

Tomó el teléfono, revisando las aplicaciones, pero la aplicación de notas estaba vacía.

No había rastro de lo que él recordaba haber visto.

Bobby Singer se levantó, su espalda crujiendo. Se acercó a los diarios, los abrió, y sus ojos entrecerrados se posaron en las páginas en blanco. Frunció el ceño.




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