5) Remember

Epílogo

El refugio más enigmático e importante de América Latina, en Buenos Aires, respiraba con una quietud que solo la profunda antigüedad podía conferir. Afuera, la ciudad bulliciosa continuaba su incansable ritmo de reconstrucción. Era el 21 de mayo de 2025, el mundo, apenas unos meses después de haber estado al borde de la aniquilación, se aferraba a la vida con una tenacidad admirable.

Para Tamara, la Oscuridad, y Cass, el Ángel del Señor, cada día era un testimonio de la resiliencia de la Creación y una prueba de su propio costo.

La intervención del Creador había sido total. La memoria de Rubby, su hija, había sido borrada de la mente de todos los involucrados: de ellos mismos, de Luke, el hijo de Lucifer, de los hermanos Winchester y Bobby Singer, y finalmente, de Lucifer mismo, en un acto de divina retribución. La evidencia de su existencia había sido destruida, borrada de diarios y dispositivos. La pizarra había sido limpiada, y el equilibrio cósmico, para el Creador, había sido restaurado.

Pero la ausencia de una memoria no significaba la ausencia de un impacto. Para Tamara y Cass, el vacío persistía. Era un hueco en sus esencias, una melodía que no podían recordar, un dolor que no podían nombrar. La conversación sobre no tener más hijos, nacida de esa culpa incomprensible, seguía siendo una sombra en sus corazones.

La ira de Tamara ante la invasión divina había sido sofocada por la lógica y la necesidad de evitar una nueva guerra, pero una espina de resentimiento seguía clavada en su alma.

Una noche, mientras la lluvia golpeaba suavemente las gruesas paredes del búnker, Tamara y Cass estaban sentados junto a la chimenea, el fuego proyectando sombras danzarinas.

El silencio era pesado, cargado con las palabras tácitas de sus almas.

Cass rompió la quietud, su voz resonando con una sinceridad inusual, una vulnerabilidad que rara vez mostraba.

—No me siento... completo. No con todo lo que ha pasado.

Tamara levantó la vista, sus ojos verdes encontrándose con los de él. En la mirada de Cass, vio su propio reflejo, la misma inquietud, la misma sensación de algo fundamentalmente alterado.

—Yo tampoco, Cass —respondió Tamara, su voz era un susurro. La Oscuridad primordial, que había existido antes de la Luz, sentía una melancolía que iba más allá de su propia naturaleza—. Hay un vacío. Una parte de mí que no está. Una historia que siento que debería recordar, pero que se me escapa. Es como... como el eco de un amor perdido, pero sin el recuerdo de lo que era ese amor.

Cass asintió, su rostro sombrío.

—Es el costo, ¿verdad? El costo de la intervención. De restaurar el equilibrio. El Padre... él hizo lo que consideró necesario. Pero a veces, la necesidad divina es un peso para nosotros.

—Es un precio demasiado alto —dijo Tamara, su voz cargada de una amargura que no podía reprimir—. Borrar la memoria. Destruir la evidencia. No solo de nosotros, sino de Luke, de los cazadores... y de Lucifer. Especialmente de Lucifer. Era su propio hijo. Quitarle esa memoria...

Cass suspiró, un sonido que era más un temblor en su esencia.

—Lo sé. La arrogancia del Padre es a veces incomprensible. Pero Lucifer lo provocó. Se jactó. Y el Padre... el Padre no tolera la jactancia cuando el equilibrio está en juego. Especialmente de aquellos que intentan desequilibrar la Creación.

Un silencio se extendió.

La lógica de Cass era irrefutable, pero el sentimiento de Tamara persistía.

La idea de que una memoria tan íntima, tan personal, pudiera ser simplemente borrada, los perturbaba profundamente. Habían sido testigos de la aniquilación de un alma, y ahora, de la aniquilación de la memoria de esa alma, y de la memoria de la relación entre padre e hijo, incluso para Lucifer.

—Me siento... vacío —dijo Cass de nuevo, su voz cargada con el peso de eones y la tristeza reciente—. Como si una parte de mi propósito hubiera sido arrancada. Yo estaba destinado a proteger. Y en esto... en esto, sentí que fallé. No la protegí.

Tamara se acercó y tomó la mano de Cass, sus dedos entrelazándose. La Oscuridad y la Luz se encontraron, no en conflicto, sino en consuelo mutuo.

—No fallaste, Cass —dijo Tamara, su voz más suave ahora, teñida de una profunda comprensión—. Hicimos lo que pudimos. Con lo que sabíamos. Con lo que se nos permitió saber. Y el Padre... él tiene sus propios planes. Su propio entendimiento del equilibrio. Que a veces va más allá de nuestra comprensión.

Ella miró el fuego, sus ojos distantes.

—Pero la culpa... la siento. Una profunda, profunda culpa por algo que no puedo nombrar. Y esa culpa... me dice que no somos dignos. No somos dignos de crear más vida. No si podemos fallar de esta manera. Si se nos puede quitar.

La conversación sobre un segundo hijo, que había surgido como una fantasía, había sido enterrada bajo el peso de esa culpa incomprensible.

Cass apretó su mano.

—No es una cuestión de dignidad, mi amor. Es una cuestión de sacrificio. De comprender el verdadero costo de la Creación. Hemos aprendido una lección. Una lección dura.

Se levantó y caminó hasta la gran ventana del refugio, observando las luces de la ciudad que se extendían en la distancia.

La humanidad, con su fragilidad y su tenacidad, seguía existiendo. Eran pequeños, vulnerables, pero incansablemente persistentes.

—No podemos cambiar lo que ha sucedido —dijo Cass, su voz resonando con una nueva determinación que comenzó a surgir de la tristeza—. El Padre ha actuado. Las memorias han sido borradas. Pero el futuro... el futuro aún está en nuestras manos.

Tamara se unió a él junto a la ventana.

—Entonces, ¿qué hacemos? ¿Seguimos siendo guardianes de un equilibrio que nos quita tanto?

Cass se giró hacia ella, sus ojos llenos de una convicción que no admitía dudas.

—Sí. Pero con un propósito diferente. Ya no podemos preocuparnos por el pasado, por lo que perdimos, por lo que fue borrado. Eso es un capítulo cerrado. Nuestro enfoque debe ser el presente. Y el futuro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.