50 Años de Espera

Tras los sueños de una bibliotecaria.

SEGUNDA PARTE:

Me despierto sobresaltada después de haber tenido otro de esos sueños. Corro las sábanas a un lado, me siento a un costado de la cama buscando las pantuflas con mis pies en el suelo. Me levanto y voy a la cocina por un vaso con agua. Mentalmente repaso: «Soy Lziza, es... ¿Qué día es?» Miro el almanaque en la pared.

—Es 23 de diciembre—. Se me escapa en voz alta, en mi mente me reprendo a mí misma, «¡Qué tonta soy! Es mi cumpleaños número 23».

—¡Ay no! Llegaré tarde...

Me visto a los apurones con una falda negra por arriba de la rodilla, no alcanzo a ponerme las medias, una camisa blanca y una chaqueta negra. Me calcé unos zapatos de tacón altos y tomé la cartera y el celular. 

Al tomar el tren seguía con mi repaso mental mientras rogaba llegar a tiempo. «Soy Lizza, es 23 de diciembre y es mi cumpleaños. Tengo 23 años, nací y me crié en Argentina. A los 15 años vine a vivir a Inglaterra». Me dolía la cabeza ya de tanto recordarme a mí misma... «No soy ella, no soy ella». «Estamos separadas por muchas décadas». Desde que me mudé a Londres para vivir junto a mi hermano Patrick, tras la separación de mis padres habían empezado estos sueños. Trick después de un tiempo se asustó y me mandó a psicólogos y psiquiatras... No encontraban una explicación lógica. Mañana se suponía que tenía una regresión en una sesión con el doctor Charles. Pensaba que mis sueños eran recuerdos de vidas pasadas por lo que me sometería a una hipnosis regresiva para determinar el origen de los mismos. El tren acababa de llegar a la estación, me bajé apresuradamente y corrí por las calles hasta dar con el edificio. Miro mi agenda dónde está anotada la dirección, entro al lugar que resulta ser un edificio departamental, el recepcionista llama mi atención. 

—Disculpe señorita... Debe registrarse. 

—Oh entiendo, disculpe no estaba informada. Soy Lizza Tyler, vengo a ver al señor Williams. 

—La estábamos esperando señorita Tyler. El señor Williams aguarda en su departamento, es el último piso—. Apenas logro articular un "Gracias" sorprendida de que sea la casa de mi jefe y las aún que viva en un el último piso. Pero como es de esperar, Gabriel Williams es uno de los escritores más famosos del momento. Solo alguien como él podría costear una vivienda en los edificios más caros de la ciudad.

Entro al ascensor y pulso el botón del último piso. El ascenso se me hace interminable, creo que nunca he estado en un edificio de 30 pisos antes. Al abrirse las puertas me encuentro con un elegante recibidor.  El reloj en mi pulsera dice que he llegado 15 minutos tarde, espero que eso no moleste al escritor, según me dijo su antigua secretaria es muy quisquilloso en esos temas. Camino por el pasillo para encontrar un living exquisitamente decorado en tonos grises y negros, que me hacen pensar que es un poco triste el ambiente. No hay retratos ni cuadros en ningún sitio, solo estantes con libros en las paredes. A la derecha se puede observar una gran cocina completamente equipada. A la izquierda hay otro pasillo, que me imagino debe ir a las habitaciones o al baño. Un carraspeo me devuelve a la realidad, el señor Williams está sentado en una esquina de la sala donde hay un sillón.

—Oh... Señor. No lo había visto, disculpe el retraso... El tren...

—No quiero sus excusas. Buenos días señorita Elizabeth.

—Buenos días Señor, mi nombre es Lizza Tyler—. Su mirada era triste y la decepción estaba marcada en su rostro. De repente su expresión cambió y sus ojos azules se volvieron grises y vacíos. 

—¿Ha desayunado?

—No Señor, yo...

—Pase a sentarse en la barra de desayuno—. Sus ojos eran fríos y la orden irrefutable. Hice lo que me pidió. Al cabo de unos minutos dejó sobre la mesada de mármol una taza de café que me abrió el apetito instantáneamente. Se sentó frente a mí después de un momento, el desayuno consistía en panqueques. 

Más tarde me explicó mis deberes y que si no tenía nada que hacer el 24 en la noche me necesitaba aquí para terminar de transcribir unas historias. Le comenté que mi hermano este año tenía que hacer un viaje de negocios por lo que de seguro cenaría sola y luego vendría a ayudarle. A lo que él me contestó que prefería que cenemos juntos ya que no creía que yo pueda alimentarme apropiadamente. El día transcurrió lentamente. Tenía un escritorio pequeño en el despacho donde en ocasiones me sentía observada por el señor Williams. Por la tarde le había informado que me retrasaría para llegar a la cena debido a que tenía una cita con mi psiquiatra. No se lo tomó muy bien, le gustaba comer a las 8 o más tarde 9 de la noche.

Ya en mi casa otro de esos sueños me despertó en la madrugada. Mis anteriores sueños habían sido agradables pero este me dejó en muy mal estado. Las sábanas estaban empapadas y enrolladas en mi cuerpo. Los temblores me duraron varias horas al igual que el llanto. En el sueño estaba feliz, me había puesto un vestido precioso color púrpura oscuro. Tenía mangas largas, me había puesto medias negras y mis mejores zapatos, un poco más altos de los que solía usar. Había cortado mi cabello y al lavarlo en la mañana dejé mis rizos sueltos... 

Mi celular suena, son las 6:30 AM. Mi jefe me había enviado un mensaje preguntándome si podía llegar a las 7:30 AM. Con una rápida respuesta contesté que estaría allí a tiempo. A lo que me contestó: «DESAYUNA», no me atreví a responderle, me duché apresuradamente y tomé un conjunto como el de ayer pero la falda y la chaqueta eran azules. Pasé por un café y unos Donuts en un lugar cercano y tomé el tren. Llegué al trabajo a las 7:20 AM. Durante la mañana me animé a preguntarle al señor Williams por sus libros y por la historia que lo había hecho famoso. Me contó que su nombre Gabriel Williams perteneció a su tío abuelo. Le pusieron así porque el día que falleció fue el día en que nació. Y eso había sido el 25 de diciembre hace 30 años. Me sorprendió saber que su cumpleaños era el día de navidad y que faltaban un par de horas. 




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