6 de Abril

3

  Pese a que detestaba tener que usar el pequeño artilugio, era
inevitablemente necesario para comunicarme con mi familia de manera
eficiente y rápida.

  -Hola, mamá. -La saludé, acercándome a ella, que se encontraba ahora
en la cocina.

  Ella se volvió sobresaltada, al parecer, no había notado que yo estaba
allí.

  -Dios mío, Natalie, me has dado un buen susto. -Dijo, llevándose una
mano al pecho por el respingo.

  Su voz a través del auxiliar auditivo se escuchaba extrañamente robótica
y difusa, como si hablara mediante un Walkie Talkie. Lamentablemente, y
con bastante esfuerzo, era la única manera que tenía de escucharle,
aunque fuera vagamente.

  -Lo siento, mamá -me disculpé-, ¿qué tal te ha ido?

  Ella sacó un vaso de plástico de la despensa y lo llenó de un jugo de
naranja que había traído al salir de compras. Colocó el jugo sobre la barra
de cerámica que nos separaba y la rodeó hasta quedar a mi lado.

  -Bastante bien, cariño. -Contestó, pellizcando suavemente mis pómulos.

  La profesora de arte Amanda Taylor, alias mamá, siempre lucía
ligeramente profesional, tranquila y sonriente. Nunca conocí a mi padre,
lo más cercano a una figura paterna era mi hermano Patrick, sin embargo
eso nunca fue impedimento para aquella increíble mujer. No muchas
personas podían decir que tenían un excelente trato con sus padres, ese
no era mi caso, mi madre siempre había sido mi más grande ídolo. Yo era
su fan número uno. Ella gozaba de una inteligencia y adaptabilidad
excepcionalmente buenas. Había sacado adelante a dos hijos sin ayuda
alguna, jamás permitió que olvidáramos a mi padre, quien había fallecido
durante un incendio, intentando salvar a un grupo de personas que
habían quedado atrapadas en el fuego.

  Siempre nos decía que le recordáramos como un héroe, así que eso
hicimos. Y, sin saberlo, ella se había convertido en mi heroína.

  Gran cantidad de curiosidades y conocimientos tanto de arte como de
gran diversidad de temas me deslumbraban cuando salían de su boca.
Jamás me atrevería a decir que es el tipo de madre aburrida, pues la
palabra aburrimiento siempre parecía sobrar cuando ella estaba cerca.
Además de todo eso era una mujer radiante, lucía una larga y sedosa
cabellera rubia, un esbelto cuerpo bastante firme y un afable rostro que
le hacía lucir unos cinco o seis años menos de los cuarenta y tres que
tenía.

  -Nat, no te has cambiado, cariño, ¿no te da calor esa ropa? -Preguntó,
sacándome de mi ensimismamiento repentino a medida que señalaba mi
pijama.

  Me encogí de hombros.

  -La verdad no, en este lugar se está muy fresco, mamá.

  Ella sonrió y asintió. Sabía que me encantaba este tipo de sitios. Me
senté a la barra de cerámica y bebí un sorbo de jugo. Mamá lucía
ligeramente sospechosa; generalmente era una persona alegre, pero
ahora se encontraba inusualmente risueña. Algo sabía.

  -Vamos, cariño, ve a cambiarte -dijo volviéndose hacia mí y guiñando un
ojo-. Sé que has estado esperando esto por días.

  ¡Sí! , grité en mi mente. Finalmente daríamos un paseo.

  Dentro de mi habitación, apagué el auxiliar auditivo y me lo quité por un
momento. Cuando una persona nace sorda, que no conoce ningún
sonido, lo que más anhela es poder escuchar algo, lo que sea, por más
mínimo o insignificante que esto pueda ser. En mi caso era distinto, yo
detestaba tener que escuchar mediante aquél endemoniado aparato.

  La mayoría del tiempo prefería leer los labios –cosa en la que me volví
bastante buena con el tiempo- o que me escribieran sobre un cuaderno.
No podría existir peor sensación que la de estar atrapado entre el todo y
la nada. Era realmente frustrante y deprimente tener que emplear un
pequeño artilugio electrónico todo el tiempo para no desconectarme del
resto de las personas.

  Mi mente no podía evitar comparar los recuerdos de cómo eran los
sonidos antes de la hipoacusia y ahora. La diferencia era abismal. El
mundo se sentía como una ilusión, algo falso, como si nos dividiera una
pantalla sintética. Los sonidos a través del auxiliar carecían de vida y
personalidad, lo que antes me parecía una hermosa melodía de piano
ahora sonaba más como una vieja grabación de mala calidad.



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En el texto hay: arte, realidad

Editado: 25.03.2019

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