6. Extras Lo que siento cuando estoy

1. El comienzo de todo

Sexto libro de la saga Contigo. El primero es Solo contigo, el segundo es Siempre contigo, el tercero Contigo hasta el fin del mundo, el cuarto Saga Contigo (especial) y el quinto Lo que siento cuando estoy contigo. Estos son capítulos extras de la novela anterior...

FELIZ FIN DE AÑO Y PRÓSPERO AÑO NUEVO

Doce años atrás…

Aaron:

La pelea es sangrienta…

Los dos hombres grandes luchan uno contra el otro a muerte. Golpes, patadas, codazos, llaves inmovilizadoras o como sea que se diga, más sangre. Gritos de dolor, jadeos y la maldita barra que señala la vida que le queda a mi guerrero, bajando demasiado rápido a pesar de que presiono mis dedos contra las teclas del mando como si mi vida dependiera de ello.

Resoplo cuando mi guerrero vuelve a caer al suelo, más muerto que el perro de la vecina y tiro el mando sobre el sofá, mientras maldigo internamente a quien sea que haya creado el estúpido juego.

Cojo el vaso de jugo sobre la mesita frente a mí y termino de bebérmelo. He intentado matar al tipo de los pelos rojos mil veces, pero es imposible, alguien está haciendo trampa y no soy yo.

Vuelvo a resoplar y no queriéndome dar por vencido, una, porque a pesar de mi corta edad soy muy orgulloso o al menos eso dice mi padre y dos, porque no tengo más nada interesante que hacer, cojo nuevamente el mando y le doy iniciar a la batalla.

Mientras los dos guerreros luchan entre ellos, yo mantengo mi propia batalla con el aparato en mis manos. Si mi padre me ve, me daría la bronca del siglo, pues estoy apretando tan duro las teclas, que no me sorprendería que termine hundiéndolas.

Río con emoción cuando el mío le da tres patadas voladoras al de los pelos rojos y este cae al suelo; lamentablemente, se incorpora demasiado fácil. Continúo maltratando el pobre mando por varios minutos más, hasta que veo una sombra por el rabillo de mi ojo.

Sin poderlo evitar, miro a la derecha y me encuentro a la tonta presumida sentándose en el suelo con su bloc de dibujos. Regreso mi atención a la gran pantalla que mi abuela nos ha dado para que pasemos el rato y me obligo a ignorarla, justo lo que siempre me pide mi mejor amiga Luciana, la niña más dulce del planeta.

Según ella, si no le presto atención a su hermana, mi vida sería mucho mejor; por tanto, continúo mi acalorada batalla. Sin embargo, hay cosas en esta vida que no se pueden lograr y resulta que una de ellas es hacer como si la creída Bolt no existiera. Aunque te esfuerces, ella se encargará de frustrar tus planes.

Se aclara la garganta varias veces, pero yo decido continuar en lo mío; aparentando que no la escucho por el alto volumen del videojuego. No sé cuántos minutos permanecemos así, pero la muy tonta se aburre y desconecta el televisor de la corriente.

¡Estaba ganando!

La miro con mi característica cara de chico malo, o esa que creo que tengo, pues dice mi madre que me veo muy mono. Odio que me compare con ese animal porque son feos y, no es por creerme cosas, pero yo no lo soy.

—¿Por qué lo has hecho? —pregunto, cruzándome de brazos.

—Estabas haciendo mucho escándalo, enano.

¿Les he dicho alguna vez que odio a esa niña?

¿No?

Pues la odio… Con toda mi alma… Y odio mucho más que me llame enano.

¿Qué culpa tengo yo de ser pequeño como mi mamá?

—Si te molestaba, te hubieses ido y ya.

—Estoy dibujando. —Señala su cuaderno.

—Y a mí no me importa. Yo estaba jugando. —Señalo el mano que reposa sobre el sofá. Ella se encoge de hombros, suelta los cables y se sienta nuevamente en el suelo a continuar con lo suyo.

¿Será jodida?

Enojado al ver que actúa como si yo no estuviese aquí echando humo por las orejas, camino hacia los cables y los conecto. Enciendo el televisor, la consola y busco el juego nuevamente. La música de rock mientras escojo el luchador comienza a sonar y antes de que pueda hacer algo, vuelve a desenchufarlos.

Me cago en su ma… Ay, no, en la tía Ari no, ella no tiene la culpa del demonio que tiene como hija.

—¿Por qué no te vas a dibujar a otro lado?

—Porque aquí estoy más cómoda.

—Pero yo llegué primero. —Se encoge de hombros—. Se lo voy a decir a mi mamá. —Repite el gesto—. Pues se lo diré a tu papá. —Me cruzo de brazos y me desespera ver como simplemente se ríe.

—Hazlo, yo le diré al tuyo que estaba jugando los juegos prohibidos.

La miro con los ojos entrecerrados, queriendo calcinarla como el tipo ese de los muñequitos. ¿Será mala? Mis padres no me dejan jugar juegos de combates porque dicen que no son buenos para niños de mi edad, solo me dejan pequeños raticos y siempre con uno de ellos delante; sin embargo, el resto de los juegos son tan aburridos, que no me gustan. Así que, simplemente, cuando no los tengo cerca, los cambio.

Ellos son hombres y los disfrutan; yo seré hombre también, ¿por qué no puedo jugarlos?

Hoy es domingo y estamos reunidos en la casa de mi abuela, en uno de esos días familiares que a mi familia tanto le gustan y sé muy bien que, cuando mis padres se ponen a tomar cervezas juntos, se permiten relajarse un rato y yo tengo un poco más de libertad. Tengo seis años, pero no soy tonto y tengo fama de ser un niño bueno, tranquilo, por lo que no los tengo todo el tiempo respirándome en las orejas.



#1018 en Novela romántica
#36 en Joven Adulto

En el texto hay: humor, amor, patinaje

Editado: 01.05.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.