7. Contigo, en todos los idiomas

27. Erick Bolt Andersson

MARATÓN 3 DE 3

Zack:

Con el visto bueno de los cuatro, llevo el documento que me da el visto bueno para comenzar los trámites de adopción a mi habitación y luego me dirijo a la alberca en busca de mi chica.

Está acostada en una de las tumbonas, con su amiga a su lado, hablando de sabrá Dios que cosa, pero, sea lo que sea, las tiene muy divertidas. Me acerco por detrás para asustarlas un poquito y no puedo evitar escuchar su conversación.

—¡Es que está buenísimo! —chilla Tahira—. Mira esos brazos, ese pecho, esos abdominales, sus piernas y su polla, Lía, definitivamente esa es la mejor parte de su cuerpo.

Busco a Lucas con la mirada y lo encuentro sentado en el borde de la piscina conversando con Sebas y el tío Maikol, que están en el agua.

—Definitivamente no quiero ver su polla, Tai.

—¿Y la de Zack?

Abro los ojos de par en par y contengo la respiración en espera de su respuesta. Sé que no debería estar escuchando esta conversación, pero que me maten si no necesito saber esa respuesta.

Me gustaría estar de frente para poder verle el rostro a Annalía, me la imagino toda sonrojada y eso me gusta.

—¿No vas a responderme?

—¿Es necesario?

Oh, sí, definitivamente es necesario.

—Yo creo que te mueres por verla. Es que yo, que estoy tontamente enamorada del ragazzo, quiero vérsela…

—¡Tahira! —chilla Annalía, haciéndola reír y yo me quedo de piedra por unos segundos, no por el hecho de que quiera ver mis partes íntimas, sino por confirmar lo que ya creía.

Tai está tan enamorada de Lucas, como él de ella. Va a flipar cuando lo sepa; si es que se lo digo, claro. Hay que joderlo un rato.

—¿Qué? Es la verdad, ¿o me lo vas a negar?

—No puedo creer que quieras verle la polla a mi novio.

—Es solo curiosidad, no exageres. Yo estoy más que conforme con la de mi prometido. Bueno, lo estaría si él decidiese dármela más a menudo.

Muerdo mis labios para no reírme de su frustración, sin embargo, Annalía lo hace sin vergüenza ninguna.

—¿Sabes que me gustaría ver a mí? —pregunta mi chica, al cabo de unos segundos.

—¿A parte de su polla? —Insiste su amiga.

—Sí, Tahira, a parte de su polla.

La polla en cuestión, reacciona emocionada al saber que esa que la trae loca desde hace ya unos meses, desea tener un encuentro cercano con ella.

—Un striptease.

Enarco una ceja.

—¿Te imaginas, Tai? ¿Con su bata de doctor súper sexy, una música sensual y lo jodidamente bien que baila? Yo, sin dudas, me moriría.

—Joder, Annalía, ahora necesito de necesitar, con urgencia, por el bien de mi estabilidad emocional, ver un striptease de Lucas.

Annalía se ríe y Tahira suspira profundo.

—Tú lo tienes fácil, al menos Zack es tu novio. Con Lucas tengo que valerme de artimañas para que me haga caso. ¿Sabes? Deberías pedirle a Zack un striptease por tu cumpleaños número dieciocho.

—No me des ideas.

Ok, creo que llegó la hora de dejar de escuchar a escondidas…

Y de comenzar a planear mi regalo de cumpleaños.

Decido no hacer ningún comentario al respecto y las dejo a solas para que continúen divagando sobre lo que quieren y no quieren ver. No había pensado en qué podría regalarle, pero sin dudas es una gran ayuda saber lo que le gustaría. Aunque, supongo que tendré que comprarle algo de todas formas porque cuando le pregunten por mi regalo, no creo que les guste saber que ha sido un baile sensual. Definitivamente a su padre y a su hermano les daría un ataque.

El resto del día transcurre tranquilo, pero divertido. Como dicen mis amigos, estar rodeados de mi familia no le deja espacio al aburrimiento y yo estoy totalmente de acuerdo; al igual que soy consciente de que pueden ser dramáticos y poner las cosas incómodas cuando quieren. Ejemplo de esto último es cuando me toca despedirme de Annalía alrededor de las doce y media de la madrugada, frente a toda la familia que no se pierde nada de nuestras acciones.

Definitivamente, incómodo, no define lo que sentimos cuando tengo que darle un beso, pequeño, pero beso al fin, para que vaya a dormir.

Poco a poco, cada uno va a sus respectivas habitaciones, incluyéndome, pues, a pesar de que quiero pasar otro rato con ella, sé que no podré. Voy al baño, me cepillo los dientes, me cambio de ropa y me emburujo en la cama. Le mando un mensaje de buenas noches y me dispongo a dormir cuando recuerdo la conversación que escuché entre ella y su amiga, así que hago un poco de investigación a ver qué se me ocurre para el dichoso striptease.

Seis videos después estoy emocionado, deseando poder ver su cara mientras bailo, pues, después de todo, no parece tan difícil. El lío es, ¿cómo demonios le doy un striptease como regalo de cumpleaños? Para eso necesitamos estar a solas en un lugar que definitivamente no es el hospital, su casa o la de algún miembro de la familia. Mi apartamento no es la gran cosa si tenemos en cuenta que debería ser algo romántico y tampoco puede ser un sitio muy rebuscado, porque podría pensar que espero algo de ella en agradecimiento. Definitivamente son muchos aspectos a considerar y ya es bastante tarde para que mi cerebro genere, así que pongo el móvil a cargar y me acomodo.




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