7 días y 6 noches

Prólogo

Siempre he tenido que buscarme la vida, mis padres se divorciaron siendo yo pequeña. La guerra entre ellos, me pasó factura, socialmente hablando.

No tengo hermanos y mis padres eran hijos únicos.

Trabajo en una librería, los libros son mi vida. Los dueños son unos dulces ancianos, que tampoco tienen hijos, por eso me acogieron con los brazos abiertos.

Los sábados, son días aburridos, la gente no asoma la cabeza en la tienda, debe de ser que el fin de semana, en sus casas no se lee.

Estoy dudando entre dos libros, para llevármelos a mi casa. Por un lado, tengo “La niebla” del maestro Stephen King y por el otro lado “El misterio de Salem´s Lot”, como habréis visto, del mismo escritor.

-Llévate los dos -me grita Alberto -total, los vas a leer tarde o temprano.

-No, solamente me llevaré éste -le digo levantando la segunda opción.

Oigo la puerta, vemos entrar a un hombre de mediana edad, con un traje nada barato y una gabardina. En la mano un sobre y unos papeles. Nos mira y vuelve su mirada a uno de esas hojas.

-Busco a la Señorita Débora Serna -levanta la vista y nos mira a los dos -según la información que me dieron, trabaja aquí.

-Soy yo, le conozco? -pregunto intrigada.

-No. Le suena el nombre de Emilio Serna -por dios, claro que me suena, es el abuelo de mi padre, nunca le conocí, pero siempre oí hablar mal de él. Asiento al hombre -soy abogado del bufete que lleva su testamento. Como sabrá murió hace diez años y dejó una claúsula en dicho documento.

-Pero yo ni siquiera lo conocí, no se llevaba bien con mi padre, aunque en realidad con nadie -le aclaro.

-Dejó estipulado, que cuando fuera su décimo aniversario de fallecimiento, su mansión pasaría al heredero más cercano.

Me mira sin hablar, sonríe.

-Y ahora me va a decir, que yo he tenido la suerte? -levanta las cejas y sigue sonriendo como un jodido imbécil.

-Sí señorita -me entrega el sobre -aquí tiene todo lo que le interesa saber, sobre su herencia. Según estos papeles, su bisabuelo dictaminó que la persona afortunada -me señala con la mano -deberá de cumplir ciertos requisitos.

-No lo entiendo -digo abriendo el sobre.

-Lea los papeles, tiene el fin de semana -dice mientras se va acercando a la puerta de salida -anote todas las dudas y el lunes volveremos a hablar y se lo explico, aunque tengo que decir, que ahí -señala el sobre -viene perfecta y claramente redactado.

Abre la puerta y desaparece. Miro hacia Alberto, que se encoje de hombros sin entender nada.

-Me parece, que tu amigo Stephen King, va a quedar relegado para otro sábado -dice riéndose.

Niego con la cabeza, cojo el sobre y el libro, lo guardo todo en mi bolsa. Me pongo la chaqueta, todavía no entramos en otoño y ya hace frío.

Me despido de mi jefe, el cual, cuando salgo de la librería, cierra la puerta y cuelga el cartel de cerrado.

Paso por la tienda, compro comida suficiente, alguna chuchería y refresco, miro orgullosa mi simple compra para el fin de semana, me dispongo a salir de la tienda, cuando veo un coche lujoso, pararse a mi lado.

La ventanilla de la parte de atrás se baja y asoma la cabeza un señor canoso, me sonríe como si me conociera.

-La Señorita Serna, me equivoco? -niego con la cabeza -preciosa mansión va a heredar. Para una soltera, sin previsión de futuro familiar, es demasiado grande -sigo mirándole sin decir una sola palabra -debería de renunciar a ella -manda al chófer arrancar el motor -Débora, lo mejor que hace es quedarse en ese apartamento de mala muerte, no es un consejo -dice riéndose -es una advertencia.

Con las mismas, la ventanilla vuelve a su estado original y el coche sigue su trayecto. Yo hago lo mismo, sin darle importancia a lo que acaba de ocurrir.

Ya en mi casa, me pongo cómoda, guardo la compra, pongo la lectura sobre la mesa de madera y enciendo la tele, hago un poco de zapping, después de pasar por casi cien canales y no encontrar nada deseable de ver, miro intrigada el sobre.

Empiezo a leer, palabras técnicas que necesito a San Google, para entenderlas. Llego al apartado donde me explica las condiciones. Me quedo mirando los papeles y los vuelvo a leer, por si leí mal algún punto.

-Hasta después de diez años muerto, incordia en la vida de los demás -pienso en el hombre del coche -porqué me amenaza alguien que no me conoce? -hablo en voz alta, como si las respuestas llovieran del cielo.

Miro de reojo, vuelvo a coger los malditos papeles, me pongo a leer por cuarta vez las indicaciones:

-La persona que valla a heredar mi mansión, deberá pasar siete días, con sus seis noches completas.

-Dicha persona, deberá llevar víveres y demás enseres, para poder sobrevivir estos días.

-En ningún momento, desde que entre en la mansión, no podrá sobrepasar la puerta de la casa hacia afuera, eso significaría, que renuncia a la herencia.




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