7 días y 6 noches

Capítulo 3. Tercera noche

Un ruido desde una de las ventanas me despierta, cuando mis ojos se aclaran y se fija, veo que es un pájaro blanco con sus alas grises, da con su pico en la ventana.

Me hace gracia, puede entrar, porque cristal no hay, pero se queda parado en la madera vieja y humedecida.

Los rayos de sol molestan, miro el sitio donde estaba echada y me doy cuenta que estaba tapada, con la misma manta, la cual yo había doblado perfectamente, la mañana de ayer.

Mientras voy a la cocina a preparar mi delicioso desayuno, vuelvo a coger el libro, para hacer lo que más me gusta y lo único que pienso hacer, desde luego.

Al salir de la cocina, mi mirada queda puesta en el comienzo de las escaleras.

-Que mejor que una visita, que con la claridad del día -me digo a mí misma.

Empiezo a subir escalones, me fijo que ninguna hace ruido, ninguna cruje.

-Debo de estar volviéndome loca, ya veo cosas donde no las hay.

Paso por las puertas que ya había visitado, están cerradas y os aseguro que así van a quedar. Voy a la siguiente, muevo el pomo, pero no se abre.

-Una menos -digo siguiendo el tour, miro por debajo de la puerta, me pareció ver una sombra -Débora no seas idiota, estás sola en la casa.

Siguiente madera vieja con pomo oxidado, giro despacio y para mi sorpresa, esta sí se abre, cuando la puerta me deja ver el interior…quedo enamorada a primera vista.

-Dios mio, este es el sueño de todo amante de la lectura -digo mientras doy vueltas mirando y admirando cada estantería, cada hueco, rellenado de libros viejos y muy antiguos -esto es morir y subir al paraíso.

Se me pasan las horas leyendo títulos, tocando esas maravillas de libros. Llenos de polvo, eso me dice que nadie accede a este sitio desde hace años.

Empieza a anochecer, quiero buscar una luz, pero da igual que le de al interruptor, no hay ninguna bombilla viva en toda esa parte de la casa.

Voy a cenar, luego cojo alguna vela y me vengo a mi nuevo rincón favorito.

Recojo el plato del fregadero y como suele ser normal en estas noches, las luces parpadean, pero ya vine preparada con la vela.

Taza en una mano, vela en la otra y con el codo, engancho la manta como puedo, comienzo a subir las escaleras.

Me asusto al dar el primer paso y la madera hace un ruido espantoso, miro la taza, la infusión sigue intacta, subo siguiente y vuelta con los crujidos de la madera.

Las luces siguen encendidas, lo que decido apagar la vela, para que no se me consuma, cuando soplo y se apaga la llama, suena un zumbido en una de las lámparas colgantes, acto seguido, las luces se apagan sin avisar.

-Mierda, y ahora con que mano enciendo la vela, que inoportuno, para apagarse -digo, mientras a ciegas, busco donde apoyar la taza, sin tener ni idea donde estoy tocando, poso el té con cuidado, ya que no es muy estable -menos mal, que se me ocurrió traer las cerillas.

Enciendo la vela y me giro a coger mis pertenencias, cuando alumbro, grito sin piedad, uno de los hombres de los cuadros, está sentado en una silla, la palma de la mano extendida y mi taza preferida sobre ésta.

-Veo que no entiendes cuando te dicen, que te vallas de la casa. Eres muy desobediente -dice susurrando y con una media sonrisa, que hace que mis piernas tiemblen.

Asiento con la cabeza, no sé muy bien el motivo, pero asiento como una idiota.

-Vas a la biblioteca? -pregunta sin cambiar el tono de voz, sigo asintiendo -es un sitio muy bonito, verdad Débora?

Tengo el corazón acelerado, os juro que no puedo hablar no me sale la voz y lo peor de todo, es que mis piernas, no obedecen cuando les digo, que echen a correr a ese cuarto.

Sin dejar de mirar al hombre, cojo mi taza y todos los bártulos que me subí, no le doy la espalda, no estoy tan loca. Al pasar por la habitación que por la mañana estaba cerrada, veo que la puerta está un poco abierta.

El hombre sigue sentado en la silla, sonríe, otra cosa no hace. Empujo con el pie la puerta, para poder abrirla del todo y poder fisgar un poco.

No le dí con mucha energía, se mueve unos milímetros, pero lo justo para meter la cabeza y poder observar.

Asomo la cabeza, la claridad que se ve, es porque la chimenea está encendida y las llamas iluminan la estancia.

-Pasa Débora, entra a ver tu nueva casa -me dice una voz familiar, al acercarme veo que es el mismo hombre del pasillo.

-Por donde entró? Yo estaba tapando la puerta -sonríe, simplemente sonríe.

Me hace una señal de que me siente a su lado, yo no me sentaría, pero mi otro yo, está muy lanzada estos días.

Me siento sobre un cojín, sin quitarle la mirada. Al poco tiempo de estar sentada, escucho gotear. Una gota, otra gota…un pequeño y molesto ruido, cada vez que cae una.

Miro al techo, pero no veo nada, solo lo oigo. El hombre me observa, trago saliva y decido irme. Algo raro hay aquí y no me voy a quedar a averiguarlo.

-No te levantes -me dice empezando a enfadarse, no le hago caso -he dicho que no te levantes! -esto no está pasando, me repito varias veces -NO TE LEVANTES!!




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