7 Puertas para Recordar

Capítulo 1

Abro los ojos y me encuentro en una habitación totalmente vacía y blanca. Me encuentro tumbada en el suelo, así que me levanto y me fijo en mi cuerpo, ninguna herida, ningún dolor. Nada.

Llevo mi pelo rizado suelto y un vestido blanco hasta los tobillos y mis pies descalzos. Me extraño al verme ya que yo no iba así.

Miro a mi alrededor y no veo nada, solo blanco. Grito, pero no llega ninguna contestación, solo el eco de mi voz.

Empiezo a caminar para ver si encuentro algo, una puerta, una ventana, una persona. Algo que me diga donde estoy.

Tras media hora andando sin nada nuevo, cansada, me siento en el suelo y cierro los ojos. Bufo y me froto la cara. Me quito las manos de la cara y al abrir los ojos, veo a un hombre de unos cincuenta años, vestido entero de blanco, sentado en una silla- si, también blanca.

Empiezo a correr hacia el hombre que no me ha visto todavía. Corro y corro, pero parece que es infinito el camino, porque nunca llego. Después de diez minutos corriendo, paro y pongo las manos en las rodillas para descansar y poder respirar.

Levanto la vista del suelo y me fijo en que el hombre y la silla han desaparecido. Giro sobre mi misma y no veo nada.

¿Me lo habré imaginado?

Sigo caminando por si lo vuelvo a ver, pero cada vez estoy mas segura que era mi imaginación.

Siento una mano en mi hombro y pego un bote al instante del susto. Me giro y veo al mismo hombre de la silla.

- Hola Ally.- él sonríe mientras quita su mano de mi hombro.

- ¿Quien es usted y como sabe mi nombre?

- Soy Mark y estoy aquí para ayudarte.

- ¿En donde estoy?

- ¿No lo sabes?- niego.- Esto...- señala el lugar- es tu mente.

- ¿Mi mente?

- Si, Ally. Al haber hecho...- lo interrumpo.

- No hace falta que lo digas.

- Tu propia mente te ha traído aquí, para que te des cuenta de la realidad.

- ¿Que realidad? Mi vida es toda una mentira.

- Eso es lo que tu crees. Por eso, estoy aquí. Mi trabajo es enseñarte la realidad.

 

Tras terminar de decir eso, mi cabeza empieza a pensar las palabras del hombre. No hay ninguna realidad que me pueda enseñar. No tiene sentido. Esto...tiene que ser un sueño. No creo que esto me este pasando, no es real.

Me pongo a buscar mis pastillas y en ese momento caigo en que no llevo mi mochila, así que no las llevo.

- Aquí no vas a necesitar las pastillas.

- Por favor, dejadme en paz.- me agarro la cabeza con las manos y cierro los ojos muy fuerte. Intento despertar, pero no puedo.- Quiero despertar.

- Ally, tranquila. Aquí estás bien, estás a salvo.- intenta tocarme, pero me aparto.

- ¡Que no me toques!

- Vale, Ally, tranquilizate. Haz los ejercicios de relajación que te enseñaron.

 

Abrazada a mi misma, cierro los ojos y le hago caso. Empiezo a imaginarme en un prado verde, sola, tumbada en la fresca hierba mientras una brisa fresca me roza todo el cuerpo, haciendo erizar mi piel.

Empiezo a respirar lentamente el aire puro, y empiezo a escuchar el cantar de un pájaro, suave y lento, haciendo que los latidos de mi corazón vaya al mismo ritmo.

Al sentirme menos tensa, vuelvo a abrir los ojos y me fijo en el hombre. Me fijo en su pelo canoso, en las arrugas que se le forman en la frente y debajo de los ojos. En sus ojos tan azules como el cielo del prado, mirar sus ojos me traen una calma y una paz que nunca había sentido.

 



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En el texto hay: juvenil, espiritual

Editado: 18.08.2019

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