Tal como vino el coche, por la puerta metálica se fue. En ese día la cuarta vez, y por fin, la última. Un nuevo episodio en su vida podía comenzar. Es irónico los cambios que da la vida en doce horas de sol. Esta mañana, las ganas de morir lo arropaban para que no saliese de la cama, y ahora, de noche. La chispa de la vida prendía en su corazón haciendo la mueca visible de una sonrisa en su rostro.
Seis meses antes, la carretera lo traía al Infierno donde no podía más que perecer. Hoy, el cielo le acogía junto a sus nuevas “hermanas”.
El coche se encaminó por la oscuridad de la travesía en carretera. De nuevo, las luces del reformatorio acompañaban las escasas farolas. Samanta se vio obligada a encender los faros del coche tras dejar atrás la cárcel, que ya no tendría más lugar en su vista. Los kilómetros hasta la autopista se acortaban, y David aún no había abierto la boca, pues no sabía que decir. Y así permaneció hasta poco después de llegar a la gran carretera. Cuando Slick, sentada a su lado, dio comienzo con una pregunta.
–Y... ¿Qué música te gusta?
–Pues, sobre todo el heavy metal, pero también escucho rap, pop... No sé, un poco de todo.
–Vaya, heavy metal; ¿Cómo qué?
–Skillet, Linkin Park, Bullet for my Valentine... Cosas así.
–¿¡Skillet!? ¡Es mi grupo favorito! –exclamo Slick entusiasmada.
–El mio también. –repitió David.
–¿Cómo qué canciones?
–Monster, Whispers in the Dark, Rise, y esas. Más o menos.
–¿Y qué más te gusta aparte de la música?
–Leer, escribir, dibujar, jugar a la consola, hacer deporte... Esas cosas.
–¿Dibujar? Creo que esto va a molar. ¡Ah si! ¿Llevás el móvil?
–Claro, ¿Por?
–¿Me lo dejas?
–Claro. –dijo David mientras se lo daba. ¿Pero para qué lo quieres?
–Mia, conectarlo y pon algo porfa. –dijo Slick dándole el teléfono a su hermana.
–¿Se puede hacer eso? –cuestionó David.
–Sí, por eso te lo he pedido. El mio está descargado, y estas dos van con los auriculares.
–No, si ya lo veo.
Mia conectó el teléfono móvil de David a la entrada USB, e inmediatamente la música inundó cada rincón la cabina del automóvil. Las cuerdas de la guitarra eléctrica se abalanzaban a la batería que marcaba el compás y acompañaba un bajo, para dar paso a la voz de la cantante participe del grupo. Unsun.
–Slick ¿Puedo preguntarte algo? –dijo David tímidamente.
–Claro que sí, dime.
–¿Por qué a mí? Es decir, me alegra mucho ser yo pero... ¿Por qué a mí?
–No, no lo sabría explicar, simplemente, te vi y dije, a él. No hay motivo.
–Entiendo
–Por cierto David, has dicho referente a ti en varias ocasiones “Hace seis meses” ¿Qué ocurrió hace seis meses?
–Los niños de un orfanato, son pequeños cuyos padres no los desean, o no los pueden mantener, y claro, entran de pequeños y apenas recuerdan nada. Hace seis meses, entre yo.
–Jo–der... Pero. No entiendo, ¿A dónde quieres llegar? ¿Por qué entraste ahí entonces?
–Si entré, es porqué... Haber pues... Yo, Slick. No quiero hablar de ello, ahora. Te lo contaré. Pero no hoy, por favor.
–Lo siento no, no quería que... –David interrumpe.
–Estate tranquila, lo sé. Solo es que todavía parece tan, no sé. Como si hubiese sido ayer.
La distancia continuaba muriendo tras las ruedas del coche, Samanta sabía la realidad de los acogidos. No su historia, pero sí lo que sienten, mas ella ocultaba en lo más profundo de su corazón, un oscuro secreto.
El nuevo desvío para entrar en la ciudad fue tomado tranquilamente por la madre, para llegar de vuelta a su hogar. Y nada más lejos de la carretera, un descampado con una rampa de tierra como entrada y una central hidroeléctrica sin mucha importancia para ella. Repentinamente se vio sorprendida a la petición de David para entrar un momento en aquel lugar, de noche.
–Disculpa Samanta, ¿Puedes frenar un momento ahí? –dijo David señalando la entrada
Samanta entró a descampado y paró el coche retirando la llave del contacto.
–¿Qué ocurre, David? –preguntó Samant algo confusa.
–Aquí dejé algunas cosas miás. Y me gustaría recuperarlas.
–¿Aquí? –cuestionó la madre aún más confusa.
–Sí, enterré un par de cajas con algunas cosas mías.
–¿Quieres que voy contigo? –preguntó Mia desabrochándose el cinturón.
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Editado: 20.08.2019