7 Sellos

9 | Un problema menos

 

Fin del tiempo, el instituto había tocado su última campana. Slick se despidió de David y sus hermanas, hoy ella comería con sus amigas y probablemente volvería tarde a casa. Zoe había quedado por la tarde al igual que David. Mia, sin embargo, prefería quedarse en casa.

 

–Al fin verano, ¿Eh, chicas? ¡Qué ganas! –dijo David entusiasmado.

–¡Ya ves! –comentó Slick–. Bueno, pues yo me voy, ya nos vemos.

–¡Adiós! –dijeron sus hermanos.

–Y bien, chicas, ¿Vosotras qué haréis esta tarde? –cuestionó David.

–Yo me largo de party con mis colegas. –dijo Zoe.

–Yo creo que me quedaré en casa leyendo.

–¿Por qué? –preguntaron ambos.

–Porqué no tengo ganas de salir.

–¿En serio?

–Solamente no tengo con quien ir y no os voy a chafar la fiesta. –pensó para sí misma–. Sí. –respondió Mia.

–Bueeeeeno... Si es lo que quieres.

–Lo que quiero ahora es comer, tengo hambre. –comentó Mia.

–Y yo. –respondió Zoe.

–Verdad. –dijo David.

 

Ya en casa, era el momento de comer y descansar. El calor era inaguantable mas Mia iba con camiseta de tirantes y algo de escote de color blanca. Se había quitado la braga y los guantes. Lo acompañaba un pantalón corto gris y unas zapatillas azules. Zoe se había quitado la bufanda, pero conservaba los guantes. Vestía una camiseta negra con rosas tribales doradas. Un pantalón corto negro y unas zapatillas negras de plataforma. En su cuello se podía ver un collar de pinchos, al igual que el que descansaba en su muñeca izquierda. David vestía su camiseta naranja de manga corta dejando ver sus brazaletes y unos pantalones cortos por encima de las rodillas de color negro. Y las zapatillas negras con los cordones de diferente color. Al igual que Slick que no estaba, vestía un top negro y una falda rosa junto a unas botas negras. Se había quitado la braga negra, pero en sus manos aún descansaban sus brazaletes.

El reloj marcaba las tres y cuarto. Ya habían comido y la hora de marcharse. Había quedado con Iro, Alys y Ezraxy. Esas dos chicas a las que hace casi tres semanas que había conocido y que tan bien se llevaban. En especial le había cogido cariño a la loba con alas de murciélago. Cogió su mochila y se fue camino a la casa de Iro.

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Su hermano ya había salido de casa. Zoe se dirigió a su habitación para tumbarse en la cama y escuchar música. Su mente divagaba en sus recuerdos de la infancia. Las manos de alguien sin rostro cogiéndola para calmar sus lágrimas. Avanzando un poco, la vez en la que estuvo a punto de matar a su hermana, Slick. Y todo por culpa de ese maldito. HTS (Síndrome de Tendencia Homicida). Ese trastorno que le hace perderse, todo desencadenado por pequeñas crisis nerviosas. El miedo en los ojos de Slick, esa imagen que jamás dejará de perseguirla. A ella le gusta matar, le encanta, pero no a inocentes. Los inocentes merecen paz, son la gente mala mala quien debe sufrir. Y aun así, poder tener el mundo bajo sus pies. Malditos desórdenes, pero había algo que seguía sin entender, cuando tenía el álbum en las manos, estaba absorta, pero a la vez... ¿Intranquila?

Cansada de dar vueltas a su mente, sacó de su cajón un paquete de cigarrillos y se encendió uno. El reloj de su teléfono marcaba las 17:18. Llegaba dieciocho minutos tarde. La música seguía sonando. Skillet – Never Surrender.

 

–¡Me voy! –dijo Zoe en voz alta después de dar una calada al cigarrillo y cerró la puerta.

–Adiós. –dijo Samanta.

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En el escritorio, Mia se encontraba absorta por la música que sonaba desde su ordenador mientras escribía en un pequeño cuaderno. En su reproductor, Nigthwish – While your lips are still red. Y en su mente, el lío de emociones al que intentaba arrojar luz con un bolígrafo, y su diario.

Cuantas más lineas corrían explicando la situación, más preguntas se formulaban. Por cada respuesta, aparecía un nuevo motivo a explicar, de nuevo otra pregunta, y así sucesivamente.

Al darse cuenta, ya tenía llenas dos hojas, pero sus dudas seguían igual. Decidió dejarlo por el momento, la música pudo continuar sonando, mientras ella se recostaba en la cama, su mente continuaba la gran batalla entre razón y corazón. Cerró los ojos por un momento y se dejó llevar por la melodía de las guitarras de Skillet – Whispers in the Dark. Solo se imaginaba a sí misma junto a alguien, no era capaz de ver el rostro, mas no amaba a nadie, solo anhelaba amar; como ya ocurrió en un no tan lejano pasado.

Las hojas caídas sobre sus pensamientos finalizaron por dos interrupciones, por hambre, y por Samanta.



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En el texto hay: adolescentes, demonios, apocalipsis

Editado: 20.08.2019

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