Un nuevo día, y un nuevo reto. Hoy tendrían que acabar de conseguir los materiales que garantizasen su seguridad. Las tres hermanas terminaron su desayuno, recargaron sus armas, y salieron de nuevo a la carretera, camino a una tienda de bricolaje al noreste de su ciudad.
El pie en el acelerador cambió de marcha, pie al embregue y más potencia, conduciendo por el asfalto lleno de seres agresivos y deformados. Estúpidos; pero fuertes, algunos intentaban chocar contra el coche para terminar muertos al impacto, mutilados; o heridos, dependiendo de si les chocaba de lateral. La sangre chorreante en el parabrisas al levantar a una de esas cosas al aire, los cristales manchados de salpicones y gotas rojas que caían. La zorro peliblanca apoyada en el reposabrazos mirando fijamente a ninguna parte, con la mente en blanco, y un extraño sentimiento de melancolía enmascarado. Simplemente no tenía ganas de continuar con esto. Al otro lado; Zoe con las manos cruzadas entre las piernas y cabizbaja. Había sido la responsable de la muerte de su madre y de su hermanastro. Ese pequeño chaval solitario y entristecido que un día conoció en un lugar de desterrados, para devolverle la sonrisa, y él, a ella. Pues quien a su lado había estado en sus problemas y tristezas, era él, quien la escuchaba; la aconsejaba y ayudaba, era él. No era su hermanastro, para ella, era su hermano... Y su madre.
Por su mente no pasaba nada, solo un vacío, el mismo de su corazón. Y Mia, algo que ella había perdido, el corazón, había perdido a dos de los suyos, su deber era proteger a sus hermanas menores a toda costa, incluso con su vida de ser necesario.
La carretera dejaba ver el desvió al polígono industrial donde se encontraba la tienda de bricolaje. Una vigilaba el coche, las otras dos se encargarían de traer barrotes y lacas de metal, soldadores, tuercas, tornillos, taladros y sierras para metal. Una entrada, y otra, y otra, y otra, hasta llenar toda una furgoneta robada de por la zona. Zoe al volante del gran vehículo blanco, Y Mia y Slick en el Citroën.
Tomaron la salida a la rotonda, y entraron en carretera general de vuelta a la ciudad. Cruzaron por el desvío sud y tomaron las callejuelas de las afueras de la ciudad, es donde menos gente había. Así no tendrían que atropellar a tantos seres de aquellos. Sin correr tanto, al fin algo de tranquilidad, y un fuerte grito que alertó a Slick.
–¡Mia! ¿Has oído eso? –cuestionó Slick algo inquieta.
–Sí.
–Zoe, ¡Para el coche! –dijo Mia por el walkie-talkie.
Ambos vehículos pararon. Zoe se quedó vigilando, Slick y Zoe, con las metralletas en mano, se acercaron a una de las casas. La puerta estaba junta y rasgada por aparentemente garras. A diferencia de las demás, que estaban o cerradas, o destrozadas. Las dos zorros entraron, y desde fuera, Zoe pudo ver destellos de fuego y escuchar disparar las armas. Inquieta, corrió a la casa en busca de sus hermanas.
–¡Slick, Mia! –dijo Zoe alertada y jadeante.
–Estamos aquí. –dijo Mia al fondo de la habitación.
–¿Estáis bien? –dijo la zorro peliazul adentrándose.
–Nosotras sí, pero no estamos solas. –dijo Slick saliendo al pasillo con una niña en brazos. Su edad parecía la misma que la de David, unos catorce años Se trataba de una gata de pelaje lila rosado con pelo castaño. Vestía una camiseta morada oscuro y pantalones vaqueros negros.
–Vaya, creo que está bien, y parece que no ha cambiado. No podemos dejarla aquí. –dijo Zoe.
–Pues vayámonos, ponedla detrás. –dijo Mia.
Con la niña en los asientos de atrás del Citroën, las tres hermanas subieron de nuevo a los coches y fueron camino a casa de nuevo.
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Con presión en la cabeza, la pequeña gata comenzó a abrir los ojos En el lugar había poca luz, y parecía estar en una cama cubierta con una manta. La gata salió y se tambaleó algo mareada, para retomar la coordinación y salir por la puerta que estaba junta. El pasillo de su derecha la llevaba hasta unas escaleras, no estaba en su casa. Confusa; bajó las escaleras con cuidado ya que aún se encontraba un poco desorientada. Los pasos y las manos apoyadas en la barandilla la llevaron hasta abajo, y a pocos pasos, a mano derecha estaba el comedor. Miró con sigilo, y en el interior pudo distinguir a tres figuras femeninas aparentemente más mayores que ella.
–¿Ho-hola? –cuestionó la gata entrando.
–¡Oh! Vaya, ya despertaste. Hola, ¿Cómo te encuentras? –cuestionó Mia al girarse junto a sus hermanas.
–Me duele un poco la cabeza, pero estoy bien. ¿Dónde estoy? ¿Y quienes sois vosotras? –preguntó la gata.
–Yo soy Mia. –dijo la zorro de pelaje gris–. Y ellas son Zoe y Slick. Estas en nuestra casa, te encontramos inconsciente. ¿Tú cómo te llamas?
–Yo soy Rosa. –dijo la gata
–Bueno Rosa, pues... Bienvenida al grupo. –dijo Slick.
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Editado: 20.08.2019