7 Sellos

14 | La vuelta

 

Una ráfaga de disparos despertó repentinamente a las chicas, rápidamente, salieron de las habitaciones para dirigirse a la parte trasera de la casa y arrancar los vehículos. Dejaron abierta la puerta trasera del camión, y tocaron el claxon para advertir a Mia de que saltase dentro, tal como se había previsto en caso de peligro. Pocos segundos después la zorro peligris ya estaba cerrando las puertas y los coches en macha. Rodearon el pueblo para evitar encontronazos y salieron de vuelta a la autopista, no muy lejos estaba el área de descanso, y la carretera, destruida. El asfalto se había hundido en el suelo a más de dos metros, habían algunos coches quemados y destrozados en la cuneta de la carretera y restos de los mismos por la zona. Solo había dos soluciones, seguir más de la cuarenta y cinco kilómetros a pie, o volver y buscar nuevas rutas u otro destino. Optaron por su segunda opción y volvieron por donde habían venido. Eran como las cinco de la mañana, y estaban muy lejos de la civilización de la que habían escapado.

Las horas caían sobre el volante, y la gasolina comenzaba a agotarse, el día esclarecía por el este. Hicieron la parada del modo más rápido que pudieron, y continuaron su camino en medio de la noche, el cielo azul oscuro y las estrellas blancas junto con tres astros, un rojo, uno verde y otro lila brillando difuminados por las nubes. El reloj del salpicadero marcaba poco más de las seis de la mañana y el momento de acelerar había llegado, estaban a pocos minutos de volver a la ciudad. Desde fuera, algunos carteles estaban quemados o aplastados, rotos y doblados tirados por la carretera obligándolas a esquivarlos, o tirados en la cuneta.

El día asomaba la nariz con su tonalidad rojiza , y las chicas ya estaban adentrándose en la ciudad que las vio nacer, edificios con partes rotas, algunos destruidos cortando calles, arboles incendiados o aún en llamas, duras marcas de grietas en los edificios y asfalto, señales arrancadas... ¿Qué había sucedido en su huida? Era una barbarie lo que había ocurrido, algo digno de un terremoto, incluso peor. Solo buscaban calles no cortadas entre los escombros y los grandes trozos de cemento. Mas lentas, pero avanzando hasta llegar de nuevo a su casa, y pasarla de largo. No sin antes entrar a por un objeto que Mia había olvidado coger antes de salir, por segunda vez. Una vez recuperado, se pusieron en marcha de nuevo hasta intentar llegar a los limites de la ciudad.

La plaza del mercado, situada en una gran rotonda y bordeada por varios edificios , dejaba ver escombros en una de la salida sur, así pues, tomaron la sud–oeste, y entre las callejuelas intentarían volver a su rumbo original. Eran calles estrechas, pero con cuidado lo consiguieron. Al fin al otro lado de la plaza y de los escombros, podía verse una estatua rota en varios fragmentos, se trataba de una escultura de dos hermanos, una vieja leyenda antigua que reflejaba a dos pequeños criados salvajes, y civilizados por una humilde granjera. Continuaron por la carretera hasta llegar a la unión de varias carreteras y el fin de la ciudad, pocos edificios quedaban por allí, bastante deteriorados, en un segundo... Un fuerte golpe frenó y destrozó con un fuerte temblor y crujido la parte trasera del camión, Slick y Mia salieron lo más veloz posible saltando al suelo y rodando viendo por el rabillo del ojo una gran figura, tras alejarse a más de quince metros, por el retrovisor, Zoe vio a sus hermanas y frenó en seco derrapando. La zorro de pelaje grisáceo se tiró al suelo rodando y dando la vuelta para quedarse frente a aquella cosa.

Se trataba de uno de aquellos seres, pero con más de cuatro metros de altura, vestía unos pantalones resquebrajados y dos tirantes en “X” de metal con pinchos, y un casco abierto. Su piel era escamosa y verdosa, ademas de tener varios cuernos saliendo desde su cabeza a su espalda, e iba armado con una maza. Ambos intercambiaron una mirada, y el ser rugió con fuerza. Mia avistó el combustible que se había derramado de los bidones y del camión destrozado y rápidamente sacó su pistola y disparó. Inmediatamente, las chispas de la bala impactaron en el combustible, y en un segundo todo voló por los aires, los trozos de metal y del monstruo desmembrado cayeron por el lugar llenándolo de sangre, vísceras, trozos desmembrados, metal, fuego, polvo y piedras que las hirieron levemente al impactarles.

 

–¡Slick, Mia! ¿¡Estáis bien!? –preguntaron las otras chicas corriendo hacia ellas ya ayudándolas a ponerse en pie.

–Sí, estamos bien, solo son rasguños. –dijo Slick poniéndose en pie y sacudiéndose el polvo.

–Mejor. –dijo Rosa.

–Sí, pero ahora... Ni comida, ni agua, ni armas, ni... –Mia se calló en cuanto fijó la vista en el espejo retrovisor del Citroën que estaba a varios metros–. ¿Chicas...? ¡CORRED! –gritó la zorro de pelaje grisáceo tras ver un gran grupo de seres semi descompuestos, esqueléticos o deformados con alas y cuernos acercarse armados rápidamente hacia ellas.

 

Entrar en el coche y arrancarlo sería inútil, estaban demasiado cerca y las alcanzarían antes de poder acelerar. Sin demora alguna, corrieron hacia dos edificios separados por una valla, la saltaron y continuaron hasta llegar al otro lado. Los monstruos no tardaron en derribarla y seguirlas. Las chicas seguían corriendo por la calle, se encontraban en el cruce de cuatro carriles, a su derecha, la calle que las llevaba a dentro de su ciudad, y hacía otra manada de aquellas bestias que se avistaba a lo lejos, recto estaba la autopista que las llevaría a la ciudad de más abajo, detrás de ellas, sus perseguidores, y a su izquierda... Un callejón sin salida, estaban acorraladas.



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En el texto hay: adolescentes, demonios, apocalipsis

Editado: 20.08.2019

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