Tras Valery fundir la puerta, las chicas accedieron al recinto. El lugar parecía una sala de espera, con dos sofás y dos sillones; una mesa delante con revistas y un televisor en la pared. A su mano izquierda, un pasillo que llevaría a otra parte del lugar.
–Por fin un lugar para descansar. –dijo Tec dejándose caer sobre el sofá.
–Ya ves. –corroboró Valery siguiéndola.
–Necesitaba reposar un poco las piernas. –dijo Mia sentándose junto a Slick y Rosa en el otro sofá. Zoe se fue al sillón en silencio.
–En verdad podríamos ir a ver un poco más que hay por aquí. –comentó Tec.
–Me parece buena idea, yo voy contigo. –dijo Zoe.
–¿Alguien más viene?
Sin respuesta afirmativa por parte de las demás, Zoe y Tec desaparecieron por el pasillo.
Pasados unos quince minutos, Slick se levantó para dar vueltas en circulo mientras esperaba la vuelta de David. Otros cinco minutos caían sobre el reloj que ya parecían cuarenta.
–¿David no está tar...?¿ ¡Qué ha sido eso!? –exclamó la zorro peliblanca tras escuchar un fuerte estruendo parecido a una explosión. Rosa; Mia y Valery se levantaron para ir junto a Slick que abría ya la puerta. Desde lo alto podía verse fuego salir por una parte del edificio, caían bestias al vacío y avistaron a David volando por la estructura y entrando en otra ventana más arriba.
–¿¿Pero que cojones acaba de pasar ahí dentro!? –dijo Valery.
–No tengo ni idea... –dijo Slick observando caer restos.
Apenas un par de minutos después, el niño apareció a su vista saliendo por la ventana, mas a pesar de la distancia pudieron avistar en sus brazos. Una chica de largo cabello rubio muy clarito. Inmediatamente cedieron el paso con la perta abierta. Un segundo pasado y David aterrizó corriendo dentro observando el sofá y dejando a la eriza en el. Rozó sus brazaletes para que cayese hasta sus manos una extraña y pequeña botella con un liquido azul y una tapa plateada con relieve.
Abrió el frasco, era un dispensador de gotas, dejó caer una en la boca de la chica y aguardó los efectos.
–David, ¿Qué es eso? –preguntó Slick.
–Se llama “Elixir celestial”, es capaz de curar cualquier herida; siempre que se tome la dosis adecuada.–dijo echando una gota más en la boca de la eriza.
–¿¡Qué ha pasado!? –cuestionaron Tec y Zoe volviendo por el pasillo.
–¿Quién es? –preguntó Tec.
–Lo sabremos cuando despierte. –dijo David rozando su brazalete y haciendo desparecer la pequeña botella.
–David, si los efectos de ese “elixir” es real... ¿Cómo lo conseguiste? –preguntó Mia.
–Es una larga historia pero... No fue nada fácil. Eso te lo aseguro.
–Entiendo. –dijo Mia.
–Pero... Zoe, Tec. Sentaos, es momento de hablar. –dijo David.
–¿Nos vas a contar que te ocurrió en el ojo? –cuestionó Mia interesada.
–No, no lo sé. Lo que os voy a decir es lo que está ocurriendo, y lo que hay que hacer. ¿Vosotras que pensáis que está pasando?
–Lo único que sé me ocurre es... Nada. Esto es de locos. Parece el apocalípsis Pero no hay nada que explique los sucesos ocurridos. –comentó Mia.
–Tienes razón Mia, es una locura. Pero está planeada; también es cierto lo del apocalípsis. Solo que no es el que siempre se ha dicho. Mia, antes me has preguntado que de donde he sacado ese frasco con el elixir celestial. Lo saqué del mismo lugar del que he vuelto. Del Infierno. –dijo David siendo interrumpido.
–¿¡Cómo!? –cuestionó Zoe entre el dolor y la sorpresa.
–Zoe, yo estoy muerto. He salido del mismo lugar que esas bestias. El Diablo ha mandado a sus siervo a recuperar esta tierra y proclamarla suya.
–¿Entonces esto es?
–Sí, una guerra. Un apocalípsis demoníaco. En fin, continuemos. Ahora está ocurriendo, pero no es la primera vez que pasa. Hace mil años, el Diablo quiso esta tierra y vino a hacerse con ella. Pero el de arriba no apareció a la batalla, en su lugar, siete personas llegaron para pararle. La séptima división, también conocido como los “7 Sellos”. –dijo David siendo interrumpido de nuevo.
–¡Espera un momento! Has dicho... ¿7 Sellos? –cuestionó Mia algo confusa y sorprendida.
–Sí, ¿Por?
–Esto... –dijo Mia sacando un viejo libro de su mochila.
–¿De dónde lo has sacado? –preguntó David mirando el libro.
–Lo compré el día que mamá murió, me lo regaló ella. Lo vimos en una librería. Quise leerlo, pero con todo lo que ha pasado a penas voy por la mitad. Es muy extraño, tiene cosas que me desconciertan.
–Entiendo. Y es algo normal. ¿Puedes dejármelo un momento?
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Editado: 20.08.2019