7 Sellos

23 | División

 

Corriendo a contra viento, resistiendo las oleadas que intentaban alejarlo. La calle vacía, que rápido se había esfumado, al darse la vuelta, en lo lejos, las chicas volvían al refugio. A duras penas, el niño alzó el vuelo en busca de Zylia. Ascendió hasta superar las edificaciones, y se dejó caer intentando planear y sobrepasar entre el viento que lo arrastraba en sentido contrario´agitando fuerte las alas para romper las barreras. Tantas ventanas rotas gritando al viento que violaba los resquebrajos, los berridos de la naturaleza al fuerte vendaval. Un fuerte sonido que, a pesar de la molestia, resquebrajaba el dolor de la eriza, Al fin dejó la calle atrás, subió de nuevo, cada vez con mayo dificultad; dándose cuenta que, no la iba a a ver, mas cuanto más se aproximaba, con mayor intensidad y agresividad soplaba el viento. Su camino le obligaba a batir con mayor fuerza las alas negras que plumas robaba la brisa para llevárselas, y bloquear con el brazo el viento que en su rostro impactaba. Aquello le hacía pensar que estaba cerca, algo que dio por verídico al avistar a la eriza corriendo calle abajo. Su mayor esfuerzo presente al ganar terreno descendiendo. En un segundo, el viento cesó en seco al la eriza ser golpeada por la espalda. A tan repentino decaimiento de la resistencia, David perdió el control de su gran velocidad desatada, observando a un ser negrecido, una sombra con cuerpo que atacaba a Zylia. El niño intentó caer bien y corrió hacía aquella sombra, chocando en sus ojos y transportándolo a sus recuerdos más duros atado y maltratado en el Averno. Su segundo captor. El erizo corrió con rabia hacía la sombra, sus gritos alertaron al ser y a Zylia, la cual lo miraba desde el suelo sentada por la caída.

 

Fuego negro, odio y venganza en sus manos manifestada, a medida que se acercaba, aquel monstruo dirigió su atención para esquivar el puñetazo del erizo. Al agacharse, se preparó para devolver el golpe, sin ver una patada que lo tiró al suelo. David lo miraba con desprecio mientras deslizaba las espadas hasta sus manos que, tras el roce, se tornaron moradas, con las mismas llamas rugiendo en los filos.

 

–Este, es, tu fin... ¡Maldito hijo de la gran puta! –exclamó David escupiendo toda su rabia y un profundo asco hacía el oscuro ser que, se puso en pie vacilante.

–Vaya, vaya. Así que el mocoso está aquí ¿¡Eh!? Bien, esto será divertido. –dijo el demonio con un tono despectivo que hizo enfurecer más al niño.

–¡Acabaré contigo!

–¡Intentalo!

 

El erizo apretó el mango de sus espadas intensificando sus llamas, y se abalanzó contra él. Una espada por arriba en media vuelta adelantando un pie, y la otra seguida al terminar de voltearse. Nada a su vista, miró detrás suya, el demonio le sonrió vacilando. Como sombra que era, podía moverse libremente en el mismo entorno. Así, golpe tras golpe, ninguno era capaz de tocar al oscuro ser. Si quería ganar, tendría que usar la cabeza. Dejó de intentar golpearlo y tiró las espadas al suelo, no había forma de ganar, los edificios le daban el terreno de su ventaja. Si nada podía hacer, nada haría. La eriza de pelaje amarillo lo miraba atónita y confusa. Para ver la sombra salir de nuevo del suelo, y pararse frente a él.

 

–Parece que ya comprendiste que no podrás derrotarme.

–¡Callate! Y hazlo rápido... –dijo David cabizbajo.

–Hay otra solución. Únete a nosotros, a fin de cuentas, eres el hijo de uno de los tres enviados para conquistar esta tierra.

–Si me uno a vosotros... ¿Qué ocurrirá con...?

–Está con nosotros.

–Ya veo... Quiero verla, ¿Dónde puedo encontrarla?

–Si no eres de los nuestros, no diré nada.

–No me uniré a vosotros, si no hablo con ella... Es todo lo que me queda... – dijo David mintiendo y fingiendo el duro afecto emocional, dejando caer una falsa lágrima. Ni él mismo se creía su actuación.

–Mañana al amanecer, en el abismo de a desesperación. ¿Sabes dónde es?

–Sí.

–Pero antes de irte, necesito una prueba de tu lealtad, o tendré que matarte.

–¿Qué debo hacer? –cuestionó El niño seriamente decidió a hacer cualquier cosa.

–Matala. –dijo el ser señalando a Zylia, ella no sabía ni como reaccionar, no entendía nada.

–Será un placer... –dijo David voleándose hacia la eriza.

 

Dio un paso, el mismo que ella retrocedió con las manos sentada, otro paso, y el niño se giró rápidamente lanzando una pequeña pero potente y luminosa bola de fuego que dio en el desprevenido y confiado blanco. Robando la oscuridad por un instante, el mismo que David usó para atravesarle, y matarle.

El niño se acercó a Zylia para tender su mano y ayudarla a levantarse.

 

–¿Estás bien? –cuestionó el erizo de pelo castaño. La chica se levantó, pero no respondió la pregunta. Se giró y continuó caminando.



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En el texto hay: adolescentes, demonios, apocalipsis

Editado: 20.08.2019

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