77 Los últimos recuerdos de una vida pasada

*No estoy muerto

Eran las 4:03 de la mañana y ya preparaba todo para empezar un nuevo día. Le prometí que lo intentaría y se lo estaba cumpliendo. Parecía mentira pero llevaba una semana saliendo a correr y realmente no se sentía tan mal; después de todo, dar tres vueltas en un eje vial revitalizaba. Quizás es cierto lo que dicen en los infomerciales “mente saludable, en cuerpo saludable”. Caminaba hacia el lavabo pensando en lo que ella dijo. Me esforzaba por creer que las cosas podían ser diferentes y que por más problemas que enfrentáramos, al final siempre habría una salida.

   Al lavarme los dientes no pude evitar mirar al espejo y volver a la realidad. A veces sentía que era mucho más viejo y por lo que viví durante esos últimos siete años, hacía que fuera más difícil reconocer la imagen que se me reflejaba, aunque sólo tuviera veintitrés.

*Primera vuelta - 4:16 a.m. -

Correr antes de que amaneciera casi daba la soledad y tranquilidad que necesitaba, y el casi lo digo porque la única compañía que tenía eran los empleados de la gasolinera de la esquina y algunos conductores que volteaban a verme como si fuera un fantasma. Sabía que lo normal era correr en el parque a cierta hora, como todos, en vez de hacerlo en un eje vial, pero simplemente no soportaba la cercanía de otras personas. Recuerdo que lo intenté durante dos días, pero no pude seguir.

   Recorrer ese camino solitario por la madrugada me relajaba, algo que era complicado en ese tiempo. Pero se lo había prometido a Megumi y no podía fallarle. Al menos me esforzaría y me dejaría de preocupar enfocándome en otras cosas, y la verdad es que hasta ese momento estaba dando resultado.

*Segunda Vuelta - 4:37 a.m. -

A la mitad de la segunda vuelta, me encontré con un lobo que comía desperdicios de una bolsa tirada en medio de la avenida. Al principio pensé en ignorarlo, pero cuando vi que un tráiler casi lo arrolla y él no reaccionó, decidí detenerme.

   En realidad estaba un poco cansado y me iba a parar de todos modos, sólo necesitaba una excusa y esa era muy buena, ni siquiera alguien como yo cargaría en su conciencia dejar morir a un lobo cuando pudo hacer algo para evitarlo. Bueno, en realidad no era un lobo, sino un perro de ésos que parecen lobos y que jalan los trineos en Alaska.

   —¿Y tú por qué estás comiendo en medio de la calle amigo? —le dije en voz alta, como si me entendiera y pudiera contestarme.

   En ese momento pensé en elevar mi karma haciendo una buena acción, después de todo estaba tratando de ser una mejor persona y ése debería de ser un gran comienzo, sólo tenía que quitarle la bolsa de basura de sus fauces sin que me mordiera, antes de que pasara otro tráiler y nos arrollara a los dos.

   Para distraer a la mayoría de los perros, sólo tienes que lanzarles algo para llamar su atención y ellos irán detrás, pero si quieres intimidarlos recoges algún objeto del suelo y haces como si le fueras a pegar y se van corriendo. Como estaba una botella de plástico tirada cerca de nuestro encuentro, preferí la primera opción, la cual me dio el tiempo suficiente para poner la bolsa de basura en la banqueta.

   Cuando el perro volvió con la botella en su hocico, se dio cuenta de que la bolsa había cambiado de lugar y todo había sido parte de una distracción, perdiendo el interés, regresó a devorar el contenido de la bolsa.

   —Entonces, ¿cuál es tu historia amigo?, ¿estás perdido o te abandonaron?—le dije mientras terminaba su desayuno.

   En ese momento el perro dejó de comer y me miró directamente a los ojos, sin moverse... era como una mirada amenazadora, sus ojos bicolores parecían paralizarme, fue como ver dentro de su alma, imaginé lo que él habría visto y vivido durante todo este tiempo. Cuando empezó a avanzar hacia mí, olvidándose de los desperdicios de la bolsa en la banqueta, me di cuenta que era el momento adecuado para continuar mi camino.

*Tercera Vuelta - 4:57 a.m. -

Después del encuentro con el lobo, aún me faltaba una vuelta, pero sentía que mi cuerpo pesaba más de lo normal debido al cansancio. Recordé que sólo faltaban unos cuantos días para salir de esa maldita ciudad, y como no quería viajar con un tobillo jodido, decidí regresar caminando y sin hacer tanto esfuerzo.

   Al llegar a la mitad de la última vuelta, volví a ver a mi “amigo”. Esta vez se encontraba en medio de la banqueta y muy a lo lejos se veía la bolsa sin desperdicios volando por el aire.

   Al detenerme, empezó a caminar lentamente hacia mí y aunque nunca le había tenido miedo a un perro, éste era diferente, imponía respeto, sus orejas me llegaban un poco arriba de la cintura. Si él hubiera querido saltar y atacarme, su hocico fácilmente me alcanzaría la yugular.



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Editado: 15.02.2018

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