Se me estremecieron los brazos cuando me golpeó una rafaga de viento. Incluso con un abrigo no lograba quitarme de encima el frio. Me los sobé para calentarme.
El aburrimiento era lo suficientemente excesivo como para “jugar” a juzgar a los demas en base en sus vestimentas, u cualquier otro detalle insignificante. Tal vez hacia descubriria quienes eran, como hablaban, porqué salieron hoy, que les gustaba hacer en su día a día, etc. Poco me importaban sus existencias, solo deseaba algo que me hiciese no pensar por unos segundos; ignoraba que cierta ansiedad comenzaba a consumirme.
Mi interés se volvió un poco genuino cuando note a una señora, la cual vestia con chaqueta de cuero, que mezclaba bien con un pantalón negro; en su espalda, un logo de la cabeza de un toro estaba estampado. Supuse que era una motociclista o pandillera. Otro que tambien me parecia interesante y triste, era un niño bastante... peculiar. Iba vestido ropas normales. No obstante, eso no explicaba de donde venia su mal olor. Incluso si habian solo unos instantes que estuve a su lado el olor fue tan fuerte que casi me hace llorar. ¿Se habia caído en un charco? ¿Jugó con basura? ¿Qué fue realmente lo que le pasó?
Tuvieron que pasar varios minutos para que recobrase el sentido del porque me encontraba caminando. Me masajee el cuello recordarlo el porque habia salido y a donde me dirigia.
Por poco y escupía al suelo por pensar en la posibilidad de haber sido un idiota. Me habia encontrado con ellos, hablado y llegado a un acuerdo. Todo iba bien. Iba.
Probablemente, soy tan idiota que me dejé estafar...
Bufé ante mis propias conclusiones. El resultado más probable, era el que más decepcionado me dejaba. Sin pruebas de la estafa, no quedaria nada más que mi propia idiotez, por caer en ella. Mucho menos podia mencionar el porque buscaba contratarlo, acabarian metiendose y creando un problema mas grande de lo que en realidad es.
Solo puedo esperar y ver desde lejos
Aunque no lo pareciese, el tiempo pasaba volando.
Hacia solo 1 mes que papá habia aparecido.
Las nubes no se habian dispersado ni un poco desde su funeral. Cuando miraba hacia el cielo, solo encontraba un lienzo de un gris puro. No habia vacilaciones de gris claro, a un gris mas oscuro. El pasar del tiemponno parecia que fuese afectar en gran medida al clima. Los días fríos, no eran algo que particularmente molestase. Pero, tampoco estaba ansioso de que durasen otro mes más. Disfrutaba de las otras temporadas; a pesar de que me inclinaba mas hacia el otoño.
Tarde en caer en cuenta que los minutos se me habian vuelto segundos. Solo pude resoplar por lo fácil que me perdia en mi mente. Teniendo en cuenta que habia caminado a paso ligero, resultaba desconcertante darme cuenta, que ya estaba frente a la cafetería. Agite la cabeza y entré. Luego caminé, entre las mesas, buscando la «mía».
El resonar de las voces era relajante. Muchas mesas estaban ocupadas por personas, que se la pasaban riendo y conversando; como si no tuvieran responsabilidades. Me gustaba hacer lo mismo.
La alegria solo duro hasta que capté el olor de la cafeína. Caminé un poco más apurado hasta llegar. Una vez estuve frente a el, tome asiento y olvidé mi mala experiencia anterior.
El solo mirar el mar; el como las olas se formaban, para después impactar con algo, o simplemente deshacerse con el pasar de los segundos, me resultaba... sanador. Ninguna cafetería, habia logrado que me sintiese tan familiarizado. Seguro tenia que ver con la vista.
Invitaré a ir a la playa a mamá. Seguro y eso le sube los ánimos.
—Creo que podría vivir aquí, si no fuera porque preparan café —susurré, en un intento de desahogo. No podia evitarse, era una cafetería. Por algo llevaba tal nombre.
Mi estomago gruño repentinamente, por lo que avise con un gesto, a la mesera para que me atendiera. Luego de unos segundos, se acercó, con una sonrisa amable. Una a la que ya me habia acostumbrado.
—Sayori, ¿Podrías darme lo de siempre? —pregunté, haciendo otro gesto con la mano.
—¿No quieres nada más? Puedes intentar probar el café, por algo esto es una cafeteria —dijo enfatizando en sus ultimas palabras sobre la importancia de consumir sus productos.
Noté cuando ampliaba una sonrisa; que ocultaba con bastante pudor, con un puñal. Su pelo negro, un poco desordenado, se estremeció con sus risas.
Arquee las cejas durante el poco tiempo que la duda me invadio. Agite las manos, en un intento por alejar esos pensamientos y hablé:
—Bueno, me encontraré con alguien, asi que por favor, traeme un café negro con solo 2 cucharadas de azucar.
Los ojos se le abrieron como platos. Su cara parecia decirme: «¿En serio?». Fue doloroso, e indignante. No era como si estuviera solo por gusto. Es difícil abrirse con otras personas. Para evitar gastar saliva, me mantuve en silencio y regresé mi mirada hacia el mar.
—Espero también me invites a mí uno de estos días. Somos amigos, lo sabes —comentó, mientras la escuché anotaba algo en una libreta, para dirigirse hasta la cocina, en la parte trasera del local.
Esperé allí sentado, durante alrededor de 10 minutos hasta que las cosas que pedíllegaron. Agradecí, y comencé a degustar la comida. No hay sabor de nuevo, pensé, decepcionado. Para cuando me fijé en las ventanas que daban a la calle, pude percibir la presencia de alguien entrando. Eran un hombre solo un poco mayor, el cuál daba una mala sensación. Él era igual.
Sin cambiar de expresión; o fijar su mirada en otro lugar, que no fuera donde me encontraba, caminó ignorando a todos, a su alrededor, los cuales lo miraban con curiosidad –cosa normal en el local cuando llegaban caras nuevas–, se sentó, y tomó un poco del café que habia pedido especialmente para alguien distinto. Hubiera sido un poco agradable, si no fuera por el hecho de que ni siquiera agradeció. Además, de que el solo tenerlo cerca, confirmaba las sospechas.