8 Rosas Negras De Un Asesino

Capítulo 4

Locos.

Masticaba pero nada bajaba por mi garganta, era como si hasta el agua pudiera rasgarla, no podía, el miedo me lo impedía y es que las voces no me dejaban sola ni un segundo, preguntándome si lo merecía, si de verdad merecía comer o incluso respirar. Por supuesto que lo merecía, en el fondo lo sabía y en el fondo también sabía que no estaba loca, pero cuando todo tu entorno te dice que eres algo, aunque no lo seas en algún momento terminaras creyéndotelo.  

Siempre que miraba alrededor era como si por un momento la vida se detuviera un instante, como una película vieja en donde se me mostraban los verdaderos colores de mi paleta, yo no estaba mal, nadie allí adentro lo estaba, el mundo era el que estaba mal, los verdaderos locos eran ellos, ellos eran los que debían ser iguales a los demás para sentirse felices, Vivian en una fantasía en donde para encajar debías ser perfecto y tener lo más costoso, ellos eran los que se quedaban callados ante la opresión y si alguien decidía levantar la voz por lo que merece, era catalogado como un rebelde, una mala influencia, Nuestra generación es llamada generación de cristal por alzar la voz, por quejarnos y exigir lo que merecemos pues no somos más que unos adolescentes que no soportan nada, unos inútiles condenados bajo un sistema esclavizante de estudios, un sistema que en lugar de enseñarte a defenderte y salir adelante, te enseñan a cerrar la boca y escribir, a memorizar para luego olvidar y volver a memorizar algo nuevo. Nosotros debíamos soportar todos los errores de nuestros padres y de las generaciones pasadas, debíamos soportar el mundo que nos heredaron, un mundo en donde si no tienes dinero no eres nadie y tú felicidad y tu libertad dependen de él, pero claro nosotros la tenemos fácil.

Las personas a mi alrededor reían y gritaban, ¿por qué los llamaban locos?, afuera de estás paredes jamás vi una sonrisa tan real como las de aquí, sin prejuicios, solo disfrutando cualquier cosa que pasaba por su mente, si estaban enfermos pero no locos, las enfermedades mentales eran como las físicas, debían ser tratadas, los verdaderos locos eran otros.

Era la primera vez que podía convivir con los demás pacientes después de un año en reclusión a pesar de mi ataque de hace unos días y sabía que eso era obra de mi nuevo médico, al parecer aún no se rendía. No tenía las agallas de acercarme a alguno, me sentía tranquila en una esquina, lejos de todos. Cuando era pequeña me gustaba salir a caminar antes de que la hora llegara pues siempre había disfrutado de observar a los demás y a veces incluso imaginaba que podía intercambiar mi vida con alguno de ellos, me imaginaba con una linda familia, una en donde mi madre se había casado con alguien que de verdad la amaba, con alguien que de verdad nos amara a ambas y nos protegiera, en donde yo tuviera un padre de verdad, mi imaginación siempre había sido mi mejor refugio de la realidad y aun lo era.

Mi recorrido se detuvo en una de las ventanas, estaba lloviendo a cántaros afuera, pero eso no era lo que había llamado mi atención, sino el chico que se encontraba llorando junto a ella, era como si estuviera acompañando al cielo en su tristeza y soledad, por supuesto que lo conocía, el llevaba algunos meses aquí y había sido el tema de conversación principal de las enfermeras que iban a bañarme y darme las medicinas durante meses. Hace mucho tiempo le había perdido la fe a la humanidad pero su historia terminó de derrumbarme, él ni siquiera sufría de alguna enfermedad mental, pero si había sido víctima de la homofobia y el dinero de su padre, su único “pecado” desde el punto de vista de su padre había sido amar a otro hombre. Antes de que me diera cuenta mis pies comenzaron a moverse solos hacía el chico y mis manos comenzaron a sudar, no sabía lo que estaba haciendo, hace mucho tiempo que no tenía un impulso y la verdad no los extrañaba.

Llegue a su lado y no me atreví a decir nada, él ya se había dado cuenta de mi presencia pero ninguno se atrevía a decir la primera palabra, simplemente nos quedamos en silencio, en un silencio cómodo, como si de verdad nos entendiéramos el uno al otro, al final sin pensarlo mis labios tomaron vida propia y las últimas palabras que salieron de mi boca antes de que aquella enfermera me arrastrara de nuevo a mi habitación fueron.

Amar nunca fue un pecado, el verdadero enfermo es el que cree que puede controlar todo y que el amor viene en un molde

Antes de perderme entre los pasillos logre ver un atisbo de una preciosa sonrisa y mi corazón después de mucho tiempo al fin se sintió cálido. Y una pregunta se instaló en mi cabeza sin dejarme dormir esa noche.

¿Cómo podían ser capaces de apagar la luz de una estrella solo por amar a otro ser humano?

¿A qué le temes?

Solo no quiero decepcionar a nadie, yo no quería nacer así, no quería ser raro

¿Te enamoraste de algún animal?

¿Qué?, no

—Ambos géneros somos seres humanos, el amor no conoce géneros ni posiciones sociales, amar a otro ser humano no te hace enfermo o raro, tú estás aquí para ser feliz no para hacer felices a lo demás, ¿Ahora puedes ver la diferencia?, ¿Ahora entiendes quién está mal?, es tu vida, no la de ellos, demuéstrale a esta sociedad podrida a aprender a vivir y dejar vivir




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