811 Rolling ridge drive: El incidente

Capítulo 4 - ¿404?

—Hola Christopher, buenos días. ¿Cómo estás? ¿Qué traes contigo hoy?
—Hola Harper… ¿estoy loco?

Harper abrió los ojos, y por un momento no brillaron como siempre. Hoy parecían un océano profundo en el que podía ahogarme. Se veía cansada.
—Por favor, cierra la puerta y explícame por qué dices eso.

—Porque los efectos están empeorando… mi familia, en especial Sammy…
—A ver —dijo, cruzando las manos—, ¿y eso lo estás escribiendo en el diario?
—Sí. Si quieres, léelo. ¿Te lo dejo?
—Sí, déjamelo al terminar la consulta. Te voy a pasar esta encuesta; respóndela con sinceridad. ¿Quieres un vaso de agua? Te noto tenso. ¿Quieres contarme algo?

—Sí… siento que no pertenezco a esta vida. Me siento fuera de lugar. Han pasado cosas muy extrañas, Harper, no sé si puedo soportarlo. No sé si me estoy volviendo loco.
Eres la única que parece normal para mí… la única que me escucha sin decirme que todo está en mi imaginación.

—Tranquilo, como te dije antes, estoy aquí para ayudarte. Sabemos que esto es parte de tu recuperación. Voy a traerte agua y seguimos hablando. Mientras tanto llena el papel que te di, ¿ok? —sonrió apenas.

Asentí. Ella salió del consultorio, y al cerrar la puerta, unos archivos cayeron al suelo.

La curiosidad, como dicen, mató al gato. Me agaché y tomé uno de ellos. En la parte superior leí:

CHRISTOPHER GRAVES – DECLARACIÓN MÉDICA
"Paciente fallecido durante incidente vial..."

—¿Qué…? —susurré pero mi voz se cortó.
Sentí un vacío en el pecho. Seguí leyendo:
"Pérdida total de signos vitales durante tres minutos."
"Actividad cerebral posterior no esperada."

No entendía nada. Me empezó a faltar el aire.

—¿Christopher? ¿Todo bien? —La voz de Harper me hizo saltar. Solté los papeles al suelo.

Ella entró con un vaso de agua y me miró fijamente.
—¿Estás bien?

—Supongo… —dije, intentando sonar tranquilo.

—Toma —me extendió el vaso. Sus manos estaban heladas; las mías temblaban tanto que el agua vibró dentro del vidrio.

—¿Ya terminaste la encuesta?
La había tirado junto a los archivos.

—No… —me agaché a buscarla. Pero el suelo estaba vacío.
Ni la encuesta, ni los archivos. Nada.

—Llévatela a casa y la terminas allá —dijo Harper, volviendo a su tono suave.

Seguimos hablando, pero yo no escuchaba. Las palabras del archivo resonaban en mi cabeza.
Al final de la sesión, Harper se quedó mirándome unos segundos más de lo normal.

—Chris… ¿Alguna vez has considerado que tal vez no hay nada que recordar?

—¿Qué? —susurré de nuevo, con la voz rota.

—Algunas verdades no caben en la memoria. A veces se esconden donde más duele mirar.

—Gracias por la charla, Harper —tragué saliva.

—Nos vemos… creo.

Al salir del consultorio, giré para darle el diario a Harper. Y entonces los vi: los archivos, de nuevo, apilados junto a la pared.

Pero parpadeé… y ya no estaban.

Cerré la puerta en silencio.




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