Capítulo 1.
El hombre frente a mí se ríe como si la situación en la que estamos fuera divertida.
Me dan ganas de ir a casa y encerrarme a llorar. En este mismo instante estoy reteniendo las lágrimas.
Es que no puedo creer que esto esté pasando.
— ¿Qué es tan divertido? — Decido preguntar, cuando ya no aguanto más.
— ¡Esto! — grita, y sigue riendo.
— ¿Sí? — lo apunto con el dedo acusador — ¡Esto es tu maldita culpa!
Detiene su insoportable risa.
— ¿¡Mi culpa!?
— ¡Sí! ¡No te pusiste un condón!
— ¿Crees que con lo borracho que estaba me estaba me iba a acordar?
Lo miro totalmente fastidiada. Me siento tan agotada mentalmente.
— ¡¿Cómo no te ibas a acordar?! Eres un jodido mujeriego.
— ¡¿No te pudiste tomar la maldita pastilla acaso?!
— ¡No!
— ¡Entonces no me culpes solamente a mí!
—Disculpen. — el mesero del Burger King donde estamos nos habla como desde un metro de distancia.
— ¡¿Qué?! — Hablamos/gritamos al mismo tiempo. Más que seguro viene porque estamos gritando.
—¿Podrían por favor retomar su conversación fuera del establecimiento?
Suelto un resoplido y decido levantarme, pero claro el señor notengolaculpadenada decide hacer el momento más incómodo, en vez de levantar su culo.
— ¡Oye! ¿Cuándo estas ebrio te acuerdas de ponerte el condón?
Abro los ojos de sorpresa.
— Disculpe señor, yo no… — el mesero se pone rojo de la vergüenza y está vomitando palabras sin sentido.
Salgo con la mirada de todo el establecimiento sobre mí.
No tengo porqué aguantar a ese imbécil. Si voy a tener un bebé, lo tendré sola.
— ¡Melisa! — No me doy vuelta.
Sigo caminando hasta el estacionamiento.
Mi mente está llena de pensamientos malos, aunque quiera tener al bebé, sé que hay muchas cosas en contra, más ahora que él no quiere cooperar.
— ¿Qué te pasa? — pregunta cuando se pone frente a mi.
Quedamos en medio de los autos, y las probabilidades de que nos maten de una forma muy poca romántica me dan ganas de quedarme ahí. Quizá en el más allá ese bebé sea mucho más feliz que conmigo.
—Escucha, Melisa — respira hondo y luego suelta el aire, tal cual escena de cansancio. Pone una mano en su cadera y habla: — ¿Tendrás al bebé?
—¿Por qué? — me cruzo de brazos.
No puedo dejar de sentirme a la defensiva.
— Porque si no lo quieres, no lo abortes — suena casi amenaza, y agregando su mirada tan seria, la más seria hasta ahora. Trago saliva — Mantén a esa cría en tu vientre los próximos nueve meses y luego dámela, yo la criaré bien.
Odio su tono de voz, odio su mirada, odia la pose que tiene, odio que me haga sentir vulnerable y que me trate como una cosa.
Lo miro dolida. He tratado de mantenerme fuerte, pero no duraré mucho, aunque me cueste admitirlo, él tiene razón en algo, y es que estoy cien por ciento segura que podría criar bien al bebé.
Su familia es de dinero, su familia es la más buena del mundo, su familia es amorosa, su familia es dadivosa, su familia es humilde, y lo más importante, tiene familia.
Lágrimas se acumulan en mis ojos, lágrimas que no dejo caer, abro un poco más mis ojitos para que el agua se vaya.
— Tendré al bebé — le digo firme — Y lo tendré para mí. Tú ya tienes a tu familia, déjame tener la mía.
Me doy vuelta y me voy con su voz diciendo que necesitamos hablar.
Capítulo 2.
Es lunes. Me bañé hoy por la mañana después de haber estado llorando todo el fin de semana. Como no quería que mi mejor amigo notara que estoy triste, cansada y embarazada, me puse mi mejor ropa, me maquillé y puse una sonrisa en mi cara.
— Hola — Mi amigo levanta la vista y me sonríe. Suelto una risita al ver lo que tiene en la mano — ¿Qué lees?
— Constitución moderna. Ya sabes, la novela del año.
Creo que estos años de universidad he leído más que en toda mi vida. Pero debo mantener la beca si quiero seguir viviendo en la residencia y tener el año pagado.
— ¿Qué tal tu finde?
De inmediato me pongo a la defensiva y frunzo el ceño, pero luego recuerdo que Josseph — mi amigo — no tiene idea del embarazo.
Y aunque debería contarle opto por decirle que me quedé viendo series en mi cama, solo omito la parte en que no dejaba de comerme la cabeza y llorar por la idea de tener un bebé, cuando apenas puedo mantenerme a mí misma.
***
— ¿Tú cuarto o el mio? — giro mi cabeza hacia Josseph.
— La tuya.
— También podemos ir a la tuya.
Claro que podríamos ir a mi cuarto como a veces lo hacemos, pero me da demasiada vergüenza que vea mi cama toda desordenada y llena de pañuelos, y mi ropa tirada en el suelo, en resumen, el basurero en el que convertí mi cuarto el fin de semana.
Entramos al casino/cafetería. Siento un olor dulce que me causa un poco de asco.
Como siempre, Josseph se va a pedir el desayuno mientras busco una mesa. Encuentro una mesa vacía justo al lado de la máquina expendedora de bebidas.
Me siento y discretamente pongo mi mano en mi vientre, hago pequeños círculos. Las ganas de llorar regresan, pero me esfuerzo en disimular. No me siento preparada mental ni físicamente.
Esta semana debo intentar sacar una hora en el hospital para ver al bebé. Aunque tengo muy poco tiempo.
Hice la estupidez de acostarme con Victor hace un mes. Pensé que una aventura de una noche no dañaría a nadie, pero estábamos borrachos. Él siendo un pijo consentido que no recordó ponerse condón, y yo una idiota borracha que olvidó por completo tomarse una pastilla. Recuerdo vagamente que cuando desperté en la mañana no pensé en nada más que huir. Sabía con quién había pasado la noche, así que no me quedé a esperar abrazos o un polvo mañanero.