9 meses después...

Historia 3.

Capítulo 1.

 

Me acosté con mi jefe.

Quedé embarazada y estoy feliz con ello.

Desde hace bastante tiempo he comenzado a sentir que la soledad se hace cada vez más mi compañera de vida. Y eso me duele. 

Deje a mis padres, a mis hermanos, al hombre que pudo ser el amor de mi vida, todo, lo deje todo para trabajar en un edificio en medio de la capital. En serio, creí que ese era mi sueño, pero la soledad llegó antes que la dicha de llegar a las metas que tenía hechas.

He salido con hombre aquí y allá para intentar tapar ese hueco en el corazón, pero sigo deseando retroceder el tiempo a aquellos años en que iba al instituto, me levantaba tarde los domingos, íbamos a comer helado con mis hermanos, pasar la tarde con mi novio, tener esas noches de películas en familia…

Pero el tiempo no se puede retroceder. Y no me puedo quedar estancada toda la vida en la miseria.

Por eso decidí renunciar, pero un día antes de mandar mi carta de renuncia, mis compañeros organizaron una salida. Era un día jueves, por lo tanto, tenía decidido que al día siguiente me iría, así que cuando me invitaron, me dije ¿por qué no?. Bebí unos tragos en una esquina de la mesa, no tenía pensado salir a bailar, ni coquetear con alguien. Ahí sentada, con una bebida en la mano me sentí por primera vez feliz, sentí esa dicha de estar haciendo algo bien.

De repente, un hombre se puso a mi lado, bebía con parsimonia y la vista al frente. Era mi jefe, me senté erguida de inmediato, y el trago que recién había dado se sintió demasiado fuerte.

Había sido profesional esos cuatro años que trabajé para él. El simple hecho de que me viera tomando se sintió irrespetuoso.

— Relájese, Antonella.

La tensión en mis hombros se fue un poco, pero seguía incomoda.

— No me gusta el vodka. — dijo.

Miró su bebida y luego la mía.

— A mi me gusta con jugo de arándanos — dije.

— No me gustan los arándanos.

Bueno, así comenzamos una extraña conversación sobre bebidas, me reí cada vez que le decía el nombre de alguna fruta o trago y el me decia que no, no, no y no, ninguna le gustaba, solo el whisky.

Hablamos mucho en el bar, hablamos cuando me llevaba a casa y nos quedamos en silencio cuando nos encontramos en frente del departamento que arrendaba. No alcancé a darle las gracias, porque sus labios estaban sobre los míos, y estaba demasiado serena, cachonda y deseosa como para detenerlo, ni siquiera pensé en detenerlo. Y bueno, no hubo más que gemidos el resto de la noche, y a la mañana siguiente cuando desperté en una cama vacía, no me sentí triste ni feliz, me sentí satisfecha y una sonrisa se extendió por todo mi rostro, porque ese día renunciaba y había cerrado con broche de oro esa etapa en la capital.

Solo que en ese momento no sabía que estaba embarazada.

Luego de entregar mi carta de renuncia, me avisaron esa tarde que debía esperar. Recursos humanos estaba revisando mi contrato. Y querían revisar otras que no entendía. 

Miré directamente a los ojos a Rose cuando me dijo eso una media hora antes del cierre de la oficina.

— Creo que hay una cláusula o algo así. Además tu contrato es indefinido.

— No tiene nada que ver que mi contrato sea indefinido. Puedo renunciar.

— Pero no te darán la indemnización.

— Eso ya lo sé. Y no me importa.

— Lo siento mucho, Anto, tendrías que hablar con recursos humanos o con el jefe…

Rose se disculpó y se fue luego de parlotear cosas sin sentido.

Volví a trabajar.

Llamé a mi madre para contarle el problema. Papá me dio esperanzas y mis hermanos se burlaron de mí, claro está. Y esa noche, en la soledad de mi habitación, volví a sentir que tenía el corazón bombeando sangre, pero nada más.

 

***

 

Tenía diez años en el momento que supe lo que quería ser.

Ejecutiva.

No sabía de qué, pero quería serlo.

Tener una computadora, y muchos papeles, vestir con blusas y pantalones de vestir. 

Estudié economía en la universidad. Una profesora me consiguió este trabajo en la capital. Estaba emocionada, contenta, feliz, me sentía con la mayor suerte del mundo. Mis padres me apoyaron, mis hermanos también, y él… él también me apoyó, me dio esperanzas y todos sus buenos deseos, a pesar de que le estaba rompiendo el corazón.

La primera vez que llegué a la oficina, todos me recibieron muy bien, pero luego subí de junior a ejecutiva de ventas, luego a jefa de grupo, y me quedé ahí, y nadie se volvió a acercar como antes, claro, ya no les llevaría café o iría a sacar sus impresiones, ni a comprar alfombras para sus oficinas.

Ahí fue que comencé a sentir la soledad.

 

Pasó una semana del encontronazo con mi jefe, cuando terminé en una farmacia comprando una prueba de embarazo.

Salió positiva.

Y entré en pánico.

Llamé a una compañera de trabajo y le dije que, por favor avisara que estaba enferma. Pero luego me arrepentí y la volví a llamar, le dije que no dijera nada, porque iría a trabajar. 

Agarré mi ropa, mis documentos, todo lo necesario y lo metí en el Ford Edge que mis padres me regalaron cuando salí de la universidad. Emprendí mi viaje directo a casa y no miré atrás.


 

Capítulo 2.

 

5 meses después… 

Acaricio mi vientre hinchado mientras veo hacia el jardín.

Mi hermana está en traje de baño y una camiseta de tirantes regando las plantas mientras le hace ojitos al vecino del frente.

De pequeña deseaba ser como ella. Tener esa confianza de hacer y mostrar lo que quisiera.

Ahora de grande, deseaba tener la valentía de llamar a Daniel, mi jefe, y contarle que estoy embarazada. Muy embarazada.

— Si no bajas, me comeré tu parte del desayuno.



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En el texto hay: amor, relatoscortos, embarazos

Editado: 26.12.2022

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