9 meses después...

Historia 9. Parte 1.

Capítulo 1.

Bajé con cuidado las escaleras con tal de no caer y salir rodando a los brazos del ladrón.

Estaba muy oscuro pero me sujeté bien de la pared, hasta llegar abajo, se escuchaban los paquetes de mis galletas abriéndose y a alguien comiendo.

¿Así que vino a robar mi comida eh? 

De esta no sale vivo.

— ¡Alto ahí! ¡Hijo de tu madre! — entré a la cocina y vi al ladrón.

¿O ladroncito?

— ¿Qué carajos? — el chico de unos ocho o diez años se pegó a la pared sin soltar mi paquete de galletas favoritas, las de limón — ¿Quién eres? ¿Y tus padres? ¿Te han enviado a robar?

Él negó.

Espera… ¿a qué negó?

— Lo siento — murmuró.

Tenía su ceño fruncido, su carita sucia y toda su ropa rota.

Que rabia me daban los hijos de puta que no sabían cuidar a sus hijos, y los trataban con desprecio.

— ¿Estás bien?

Fue todo lo que pude pensar luego de verlo bien.

El chico se llamaba Aiden, tenía ocho años, y no tenía padres, ese día lo bañé, le di mi ropa deportiva para que se vistiera.

Y mi vida cambió totalmente.

Solo tenía 18 años, sin pensamientos de tener hijos, pero él llegó como un meteorito y destrozó todo para mejor, okey, eso suena bastante raro.

No me juzguéis, no se de rimas.

Dos años después… 

— Jodidos políticos.

— ¡Aiden! — le regañé.

No sé a quién le había aprendido esas palabras, digamos que no sé quién soy.

— ¿Quieres ver otra cosa, Any? 

— Claro.

Con Aiden teníamos una extraña relación, éramos como madre e hijo, pero también como hermano y hermana.

Él nunca me contó que pasó con sus padres, ni tampoco por qué estaba así cómo lo encontré.

— ¿Iremos al cine? — preguntó cambiando los canales.

— Por supuesto que sí, pero luego de mis clases, tengo una jodida prueba que no pienso reprobar.

Aiden estudiaba en casa, por mi computador, no me importó dárselo para que estudiara, aunque para que terminara sus estudios debí mentir un poco y ahora creen que quedé embarazada a los diez.

¿Eso puede ser posible?

Ni jodida idea.

Hoy iríamos a ver una película al cine, no sabía cuál veriamos, pero había sido su misión encontrar una buena.

— ¿Volverás a ver a ese chico tonto? 

Reí en mi interior.

Aiden se ponía celoso de cada chico con el que me tocaba hacer grupo para alguna asignatura, claro que no eran novios ni amigos, solo compañeros.

— Sí, lamentablemente aún no terminamos el trabajo. Y debemos entregarlo esta semana.

— Me estresa tu vida.

Reí sin gracia por su comentario.

— Pues mi vida de veinte años es bastante divertida.

— ¡Ah! ¿sí? — asentí — Te apuesto que mi vida de diez años ha sido más interesante. 

— No lo creo.

Y comenzamos a discutir sobre quién había hecho cosas más peligrosas, él ganó por mucho, pero yo no lo admitiría, never.

— Bueno, señor vida interesante, debo irme.

Me levanté tomando mi mochila, y tomando de un solo trago mi querido café.

Aiden se conectó a sus clases al instante en que salí.

Bajar las escaleras de ese edificio era la peor parte de mi vida, pero bueno, debía apurarme, además llevaba un poco más de dos años viviendo ahí.

— ¡Oye! — escuché a alguien detrás mío.

Me hubiera girado, pero ya suponía quién era.

— ¡Ni se te ocurra acercarte, cabrón! — Adel pasó por mi lado gritando mientras bajaba las escaleras, se detuvo un momento al verme y borró su cara de enojada por una sonrisa — Hola, Any. ¿Cómo estás, cariño? 

— Bien, gracias, ¿y tú? — me iba a responder cuando Bayron llegó por detrás, me tuve que pegar al pasamanos para que él se pusiera a lado de Adel.

— Nena, amor, no te vayas así, corazón.

— Te dije que no te acercaras. Adiós — luego me miró, de nuevo con una sonrisa — Adiós, cariño.

Y bajó las escaleras, dejándome ahí con Bayron.

— ¿De nuevo vio tus mensajes? 

Este suspiró y apoyó su espalda en la pared.

— Bueno… algo así — sonrió decaído.

Le di unos golpes en el hombro antes de seguir mi camino. Las discusiones de mis queridos vecinos eran diarias. Este es un secreto, pero con Aiden a veces nos pegabamos a la pared para escucharlos pelear. Era mejor que la teleserie que daban por las tardes.

El autobús se demoró en llegar como siempre, tuve que irme apretujada contra las personas como cada día.

La universidad no había querido darme una habitación, que yo hubiera pagado, porque según ellos no estoy en el rango de alumnos con riesgo, así que intenté conseguir un departamento lo más cercano posible, pero encontré uno a veinte minutos en autobús.

— Joder — murmuró alguien detrás mio, sujete más fuerte la barra donde iban mis manitos para no caerme de culo — Joder, joder, joder — ese alguien, no dejaba de hablar.

De repente lo sentí pegado a mi espalda, su pecho, en mi espalda y sus manos quedando a cada lado de las mías en la barra.

— Joder — murmuró de nuevo.

Aunque quise llorar de los nervios, decidí darme la vuelta y tirarlo de una patada, pero de repente el bus frenó. Algunas personas bajaron en sus paradas y al mismo tiempo el chico salió de detrás mio.

— ¡Joder! ¡¿Es que no sabéis que existen moteles? 

Me di la vuelta para enterarme de todo en primer plano, el chico que suponia me iba apretando, ahora estaba ahí, gritandole a un chico y a una chica, se notaba que casí iban teniendo sexo en el bus, y mas cuando el chico sacó su mano del pantalon de la chica.

¡¿Pero qué le pasaba a la juventud?!

— Lo… lo siento — tartamudeaba.

Ahora les daba vergüenza.

— ¡¿Qué?! ¡¿Ahora no te sale la voz?! ¡Pero bien que gemían en mi oído!

¡Eso! ¡Eso! ¡Así se habla, chico desconocido!

Antes de que cerraran las puertas, ambos adolescentes con las hormonas prendidas bajaron del bus. Ahora había quedado con menos personas, así que pude quedar libre de moverme y ver la cara del tío que había quedado pegado a mi espalda.



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En el texto hay: amor, relatoscortos, embarazos

Editado: 26.12.2022

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