Estoy sentada sobre la mesa de la cocina, con la parte superior de mí torso solo cubierta por un top deportivo. La distancia que me separa de Emiliano es tan poca que puedo sentir el cálido rose de su respiración nerviosa sobre mí piel. Como si fuera del mas delicado cristal, retira la cinta que sostiene el último vendaje que tengo protegiendo la maldita herida que no termina de cerrar por completo mientras contengo el aliento. Solo es un poco de sangre, sin embargo, cuando él vé enloquece por completo.
Me cuesta horrores convencerlo de que no es algo grabe, en un intento de evitar que me arrastre nuevamente al hospital. Solo necesito solo una nueva curación. Puedo hacerlo yo, insite en realizarla él. Por un instante, parece que volvemos a se esos adolescentes que se curaban mutuamente para evitar los escándalos de su madre, y los castigos del mío por ponerme en peligro innecesariamente. Sin embargo, siento una incomodidad de parte de ambos que antes no existía.
No es la primera vez que estamos tan cerca y en más de una ocasión estuve frente a él con mucha menos ropa, sin embargo, no puedo evitar estremecerme cuando sus fríos dedos rozan mí piel desnuda. Parece no notarlo, solo inspecciona mí herida con detenimiento y luego, comienza a desinfectar la zona para colocar un nuevo vendaje. Y entonces rompe el silencio con una pregunta que esperaba, pero que no sé cómo responder..
–Nunca existieron secretos entre nosotros Alai. ¿por que no me dices que fue lo que paso? ¿Por que te vez así de triste, si hace un par de horas estabas radiante y parecía que acariciabas el cielo con las manos?–
–Ya te lo dije, solo tuve una discusión con Romano...– Respondo desviando la mirada, mientras desliza con delicadeza la gaza con alcohol sobre mí herida parcialmente abierta logrando que suelte un grito ahogado cargado de dolor.
–Entonces ¿por que no eres capaz de mirarme a la cara?– Pregunta mientras termina de colocar el vendaje limpio.
–No pasa nada...– miento, pero por supuesto no me cree en lo mas mínimo. Desliza su mano con dulzura por mí rostro, y la expresión en su rostro cambia.
–Ali... Tus mejillas están ardiendo.– Coloca su mano sobre mí frente la preocupación inunda su rostro. –Carajo, tienes fiebre. Esto no está bien, tenemos que ir al hospital ya.–
–Emiliano, ambos sabemos que mí fiebre no tiene nada que ver con esta herida. No se pudo haber infectado tan rápido.– Confieso, y su semblante se vuelve frío y reflexivo. Casi puedo ver la palabra psicosomático en su mirada. –Solo necesito dormir, mañana voy a estar perfecta.– Me ayuda a bajar de la mesa no muy convencido, cuando nota que de lo contrario voy a saltar. Doy unos pasos, y de un instante a otro las fuerzas me abandonan y termino cayendo en sus brazos nuevamente.
–Vamos al hospital ya.– Ordena firme, y termina por levantarme como si mí cuerpo no tuviera peso alguno, imposibilitando mí escape y al mismo tiempo, aumentando tanto la cercanía entre nosotros que hasta siento como late desesperadamente su corazón.
–No... por favor... ya no quiero volver a ese lugar...– Suplico como última opción. –Voy a estar bien... solo necesito dormir un poco...–
–¡Maldita sea!¡No se porque siempre logras que haga todo lo que quieres!– Suelta frustrado, y luego me lleva hasta mí cama. –Pero ni creas que voy a dejarte sóla ¡me quedo a pasar la noche contigo!
–No esperaba que lo hiceras, siempre estuviste conmigo, en las buenas, en las malas y en las peores...– Todo se vuelve oscuro paulatinamente. Lo último que escucho es la su voz susurrando a mí oído.
–Te acompañaría hasta el mismísimo infierno si me lo pidieras Alai, porque a pesar de que no puedas corresponderme, nadie te va a amar nunca como yo.–
Cuando despierto nuevamente, el sol hace varias horas se asomó por el horizonte, y me siento renovada. Emiliano se quedo cuidando de mí toda la noche, aun permanece dormido a mí lado, completamente vestido y en una posición extrañamente retorcida. Tiene una expresión cansada en el rostro, pero al mismo tiempo se ve tan tranquilo. Intento levantarme con cuidado para no despertarlo, sin embargo no logro cumplir mí cometido.
–Hasta que al fin despiertas Alai...– Murmura soltando un largo bostezo. –No podía bajarte la fiebre con nada. Creo que lo mejor es ir al hospital, que te revisen, si te hagarra una infección por hacerte caso, Sofía va a matarme.–
–No es necesario, estoy bien...– tomándome por sorpresa, coloca sus labios sobre mí frente y sé queda estático por unos segundos con los ojos cerrados.
–Parece que tu temperatura ya es normal.– dice con alivio. –Ve a darte una ducha mientras yo preparo el desayuno, pero ten cuidado con tu herida ¿quieres?–
–¡Lo tendré doctor!– Cuando sale de la habitación me pongo de pie y camino en dirección a la ducha. El agua caliente se lleva consigo la transpiración y el malestar y para cuándo salgo, me siento preparada para enfrentar cualquier cosa. De pronto suena el timbre. Es extraño porque no espero a nadie y Sofía nunca llega sin avisar.
–Tranquila Ali, acaba de llegar el helado, el repartidor esta abajo.– No lo puedo creer, cocino mi desayuno (que en realidad no es un desayuno) favorito, hotcakes con helado.
–¿Alguna vez te dije que eres el mejor?– Suelto con una enorme sonrisa dibujada en los labios.
·No, pero me alegra que al menos esta vez lo admitas...– Sin poder borrar esa expresión tonta de mi rostro, lo escucho alejarse. Todo sería tan distinto y simple si pudiera verlo de forma distinta... Si hay alguien que jamás me haría daño, ese el Emiliano.
La puerta se abre sonoramente, arrastrándome a la realidad, y la inconfundible voz de Romano rompe con la paz reinante. Siento que mi corazón va a salirse de mi pecho y sin pensar, salgo de la habitación para ver qué está pasando, grabé error. Solo cuando veo la mirada cargada de decepción en su rostro, noto que prácticamente no llevo ropa.