Capítulo.
La tomé sin decir nada más, no me importó si luego iba a rechazarme, pero necesitaba demostrarle que aun ardía ese gran fuego por ella, quizás también necesitaba saber si Fale sentía lo mismo que yo, por eso besé sus labios de una forma incontrolable, ambos caímos en la cama y fue así como la volví a hacer mía. Después de meses sufriendo el castigo de su rechazo, por fin podía tocarla nuevamente, había olvidado lo bien que se sentía tener contacto con su suave piel y esos tiernos labios que me gustaba devorar, amé cada parte de ella hasta quedarme sin aliento y cuando nuestros cuerpos descansaron de ese agitado momento, reposó sobre mi pecho el cual subía y bajaba constantemente.
—Gael, que pasa si mañana todo esto acaba —murmuró y sostuve su rostro para aferrarme a esos hermosos ojos que brillaban bajo la oscuridad de la habitación.
—No me importa el mañana Fale, solo quiero vivir este hoy contigo —musité besando su frente, luego deslicé mis dedos hasta su espalda acariciando con suavidad para amarla más todavía, no podía imaginarme estar lejos de ella, aunque me lo pidiera un sin fin de veces, era imposible querer separarme de la mujer con la cual decidí pasar el resto de mi vida.
Pasamos una noche memorable, nada podía ser más perfecto que nuestros cuerpos desnudos en la misma cama, al amanecer abrí mis ojos solo para encontrar su bello rostro frente al mío, dormía tan plácidamente y solo me quedé viéndola en silencio, un momento después, abrió los ojos soltando un bostezo y sonrió.
—Buenos días —murmuró.
—Buenos días, preciosa —contesté para besarla —, había olvidado que bien se siente esto —expresé complacido y ella volvió a subir las comisuras, de sus labios en un acto de estar satisfecha.
—Yo también… Por cierto, te gustarían unas ricas tostadas francesas acompañadas con frutas —ofreció y afirmé, aunque cuando iba a levantarse de la cama halé su brazo y la hice caer sobre mí para besarla apasionadamente. Es que me había vuelto adicto a ella y necesitaba el calor de su cuerpo junto al mío.
—Mejor quédate, quiero desayunarte a ti — ronroneé en su oído, los vellos de su piel se erizaron por completo, pero decidió saltar de la cama para ir a preparar el desayuno, su espalda desnuda era la cosa más sexy que pude ver jamás, se puso una de mis camisas las cuales le quedaban anchas y por debajo de la rodilla y salió de la habitación dejándome abandonado. Miré a un lado y el gato estaba observándome, fijó, fruncí el ceño con incomodidad, quizás había visto más de lo debido y quedó traumatizado. ¿Qué? ¿Por qué me ves así? —cuestioné y gruñó erizando los pelos de su cola.
En definitiva ese gato me odiaba, y no había nada que hacer al respecto porque Fale lo amaba más que a nada en el mundo. Me levanté de la cama poniéndome la parte de abajo de los pantalones de una pijama y salí a ver qué estaba haciendo ella, me asomé en la cocina solo para darme cuenta de que estaba bailando una canción con sensualidad mientras ponía las rebanadas de pan sobre el sartén. De manera sigilosa avancé hasta ella tomándola por detrás rodeando su cintura, entonces de forma inesperada me golpeó junto en la ingle. Caí de rodillas en el suelo dolorido, sintiendo que iba a escupir las pelotas.
—Rayos, Fale —gruñí en el suelo conteniendo el dolor, ella abrió los ojos de par en par y de inmediato se inclinó para ayudarme.
—Oh, lo siento tanto, Gael, es que me tomaste por sorpresa —se disculpó.
—Tranquila, no te preocupes, estoy… —respiré hondo y tragué saliva—, Bien, ya se está pasando —agregué. Fale empezó a reírse y no me quedó de otra que seguirla porque a decir verdad el momento fue bastante gracioso.
Como el día estaba tranquilo, decidimos quedarnos en la sala viendo películas para pasar el rato, nada podía salir mal esa tarde hasta que el timbre sonó. Yo me levanté del sofá mientras ella esperaba con el tazón de palomitas en las piernas y fue cuando el rostro de ese odioso presentador apareció.
—¡Hola, que bueno verte amigo! —saludó con ánimo—, La pasan bien —añadió adentrándose a la casa sin pedir permiso. Yo miré a Fale que prácticamente estaba desnuda porque solo llevaba una de mis camisas sin brasier y solo la ropa interior de abajo. Me aproximé tan rápido como pude porque el idiota ya estaba sobre ella como una mosca en la miel. Señorita —inició con ese tono tan sádico que me irritaba, sentía que se la quería comer con los ojos ese malnacido.
—Oye, lo siento mucho, pero debes irte, no ves que mi esposa está cómoda en su casa —le hice ver y encogió los hombros.
—Amigo, quisiera decirte, puedes echarme de tu casa, pero no. El contrato que firmaron nos permite entrar a su casa, así que lo siento mucho —explicó con un tono cínico que nada más me encendía la ira.
Y estaba arrepintiéndome del momento en el cual me dejé convencer por Fale para firmar ese contrato con el programa, ya que aquel conductor asqueroso solamente deseaba mirar a mi esposa.
Di unos pasos hasta ella y me puse en frente para que él no pudiera verla siquiera un poco, sonrió con los labios cerrados en una actitud provocadora y me estaba sacando la paciencia, en el momento menos esperado iba a romperle la cara.
—Tranquilo hombre, no pasa nada, solo estoy haciendo mi trabajo y las reglas del juego han cambiado un poco —señaló con suficiencia y Fale asomó la cabeza de un lado.
—¿A qué te refieres con cambiar las reglas? —quiso saber. Él intentó mirarla y puse la mano en su pecho para hacerla retroceder y de esa manera esconderla detrás de mí.
—Pues fácil, ustedes firmaron un contrato por 90 días, lo que significa que mientras ese contrato esté vigente, nosotros podemos hacer lo que creamos conveniente para hacer interesante el programa, y no lo tomen a mal, pero nadie quiere ver a dos personas amándose y nada más, la gente quiere acción, algo así como pleitos y cosas extremas, así que para hacerlo interesante… —hizo una seña a la puerta y no la curiosidad me hizo ver que se trataba. Una pareja entró y no podía creer que esa estupidez estuviera pasandonos a nosotros.