90 días para enamorarnos

La traición en directo.

Capítulo:

Perspectiva de Gael

El teléfono vibró sobre la mesa justo cuando estaba terminando de ver una película con Fale en el sofá. Al ver el número desconocido, dudé por un segundo antes de contestar.

—¿Gael? —preguntó una voz masculina al otro lado, firme, profesional.

—Sí, él habla.

—Le llamo de Vision Films Productions. Hemos visto su material, y queremos conversar con usted sobre una posible dirección para un nuevo proyecto cinematográfico.

Mi respiración se detuvo un instante. ¿Una película? ¿Yo? Era todo lo que siempre había querido.

—¿Una película? ¿En serio? —pregunté, tratando de disimular la emoción.

—Sí. Estamos reuniendo a directores emergentes para una producción importante. La reunión es hoy, a las cuatro, en el Grand Hotel & Studio. Es confidencial, pero si está interesado, le esperamos.

No lo dudé. Dije que sí. Y colgué con una sonrisa que no recordaba haber tenido en días.

Fale estaba dormida en el sofá, con Meki sobre su regazo. Me quedé unos segundos viéndola. Era la calma que siempre me hacía volver, sin importar cuántas veces me perdiera en mis enojos. No quise despertarla. Solo le dejé una nota rápida:

“Salí a una reunión de trabajo. No tardo.”

El camino hasta el hotel se sintió como una promesa. Por fin algo salía bien. Pero al llegar, todo empezó a sentirse… raro.

Una mujer con un vestido rojo me recibió en la entrada.

—Señor Gael, ¿verdad? Sígame, por favor.

Me condujo a una suite amplia, decorada con luces de cámara, un sillón blanco y una mesa con copas servidas. No había rastro de ningún equipo de producción, ni guiones, ni nadie con pinta de ejecutivo.

—¿Dónde están los demás? —pregunté, mirando alrededor.

La mujer sonrió, acercándose demasiado.

—Vendrán enseguida —susurró—. Pero mientras tanto, relájese un poco.

Su perfume era intenso, su sonrisa demasiado ensayada. Di un paso atrás.

—Creo que hay un malentendido. Solo vine a hablar de un proyecto.

—Y lo haremos —dijo ella, rozándome el brazo—. Pero primero…

Intentó besarme. Me aparté al instante, tomándola de los hombros.

—¡Oye! No sé qué clase de broma es esta, pero...

Ella tropezó con la mesa. Las copas se volcaron, y en ese movimiento su rostro quedó demasiado cerca del mío. Justo en ese segundo, escuché el clic de una cámara. Luego, un destello.

Mi corazón se heló. Miré hacia la esquina y noté una cámara encendida. Peor aún… una cámara del programa.

—No… —susurré, retrocediendo—. No, no puede ser.

El sonido de risas falsas y una música de fondo se filtró desde un monitor cercano. Estaban grabando. Estaban transmitiendo.

Golpeé la puerta con fuerza, furioso.

—¡¿Quién demonios está detrás de esto?! —grité.

Nadie respondió. Solo la risa del presentador resonó desde algún lugar del pasillo.

“Queríamos algo más interesante para la audiencia”, escuché una voz burlona decir desde un walkie encendido.

Me sentí traicionado. No solo por el programa, sino por todo lo que representaba. Todo el esfuerzo, la reconciliación con Fale, la confianza que habíamos reconstruido… ahora lo estaban destruyendo frente a miles de espectadores.

Corrí fuera del hotel. Marqué el número de Fale una y otra vez, pero no respondió.

Mi pecho ardía. Imaginaba su rostro al ver esas imágenes, ese ángulo maldito que mostraba algo que nunca ocurrió.

Golpeé el volante del coche con rabia.

—¡ bastardos! —rugí, mientras el tráfico me devoraba la paciencia.

Sabía que ella no me creería fácilmente, no después de todo lo que habíamos vivido.

Y aún así, lo único que pensaba era en llegar a casa, explicarle, jurarle que no fue lo que parecía.

Pero en el fondo… algo me decía que ya era demasiado tarde.

Perspectiva de Fale

El día había empezado tranquilo. Meki dormía sobre mi regazo, y yo veía distraídamente la televisión con un café entre las manos. El programa de los 90 días de escenas de otros participantes, pero ya casi nada me sorprendía. Pensé en pasar el canal hasta que escuché un nombre que me hizo congelarme.

—Y ahora… una exclusiva sobre Gael, el apasionado esposo de Fale.

Tragué saliva.

—¿Qué…?

El presentador hablaba con ese tono teatral que tanto detestaba.

—Parece que Gael no ha sido tan fiel como aparenta. Nuestra cámara captó un momento comprometedor con una misteriosa mujer.

La pantalla cambió. Y ahí estaba. Gael. En una habitación. Con una mujer. Sus rostros demasiado cerca.

Sentí que el aire me faltaba. La taza cayó al suelo, el café salpicó el piso, pero ni siquiera me moví.

El corazón me martillaba tan fuerte que apenas podía oír la voz del narrador.

—Las imágenes hablan por sí solas… —dijo el presentador con falsa lástima.

—No… no puede ser… —susurré, llevando una mano a mi boca, y a la vez mi cuerpo se puso rígido y no pude evitar apretar los puños hasta que los nudillos se me pusieron blancos.

Quise creer que era un montaje. Pero se veía tan real. El ángulo, el gesto, la proximidad. Era una traición en directo.

Apagué la televisión de golpe, temblando.

Minutos después, Clarisa llegó corriendo a casa, con el rostro preocupado.

—Fale, lo vi… lo están transmitiendo en todos lados.

Negué con la cabeza, respirando entrecortadamente.

—No puede ser. Él no haría eso, Clarisa. No lo haría—expresé entre estupefacta y ardiendo por dentro.

—Yo lo sé, pero… el video… —dijo, sin poder continuar.

Las lágrimas me nublaron la vista. Todo dentro de mí se derrumbaba. Pero las limpié bruscamente.

—Fue un error confiar en él —Mi voz se quebró—. Después de todo lo que pasamos, después de lo de Meki…

Clarisa me abrazó.

—No tomes decisiones ahora. Estás herida, y ellos saben cómo manipular todo. Vete a mi casa esta noche, no lo enfrentes así.

Asentí, aunque dentro de mí solo había vacío. Recogí una maleta pequeña, tomé a Meki en brazos y salí sin mirar atrás.




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