Capítulo:
El aeropuerto todavía olía a despedida.
Los pasos apresurados de la gente, las voces distantes anunciando vuelos, y el murmullo del altavoz eran un eco constante de todo lo que estaba a punto de perder.
Fale estaba de pie frente a la ventanilla de embarque, su maleta al lado, los ojos fijos en la pantalla que mostraba su vuelo a Noruega.
La decisión ya estaba tomada. Al menos eso intentaba convencerse.
Hasta que escuchó su voz.
—¡Fale! —gritó Gael desde la entrada, su respiración agitada, el corazón desbordado en cada palabra—. ¡Por favor, no te vayas!
Ella se giró lentamente, con el alma temblando entre la rabia y la nostalgia. Gael corría entre la multitud, con los ojos llenos de desesperación y la chaqueta aún empapada por el sudor de la carrera.
—¿Qué haces aquí? —preguntó ella, con voz baja, intentando no quebrarse—. Ya es tarde, Gael.
—No —respondió él, acercándose un paso más—. Nunca es tarde cuando se trata de ti.
Fale suspiró, apartando la mirada.
—Ya sé la verdad, Deny me contó todo… lo del montaje, las cámaras, el falso beso. Pero eso no borra lo demás. Estoy cansada, Gael. Cansada de los problemas, de los malentendidos, de las peleas. Solo quiero tener paz.
Gael la observó en silencio, respirando hondo. Su mirada, usualmente firme, temblaba con una mezcla de miedo y ternura.
—¿Paz? —repitió—. Yo también quiero eso, Fale. Pero no puedo tenerla si tú no estás.
—No puedes decir eso ahora —dijo ella, alzando la voz, con un nudo en la garganta—. Todo esto… fue un error. El programa, el contrato, las cámaras siguiéndonos, la gente opinando sobre nuestra vida. Me agotó, Gael. Me quitó las ganas de seguir intentándolo.
Gael apretó los puños. Por un momento pareció que iba a responder con rabia, como tantas otras veces. Pero no lo hizo. Esta vez, su mirada cambió.
—Tienes razón. Todo fue un error —dijo, acercándose un paso más—. Pero no nosotros. Tú no fuiste un error, Fale.
Ella lo miró, confundida, intentando encontrar una mentira en sus palabras, pero no la había.
—Gael… —susurró—, no lo hagas más difícil.
Él se detuvo a un paso de ella. Su voz tembló, pero su mirada se mantuvo firme.
—No voy a dejarte ir sin decirte lo que debí decir hace mucho tiempo —dijo con voz grave—. Sé que he sido un idiota, que el orgullo me ha hecho perderte más de una vez. Pero no puedo callarlo más.
El silencio que siguió fue tan denso que solo se escuchaban las respiraciones entrecortadas de ambos.
—Fale… —continuó Gael—, estoy profundamente enamorado de ti.
Sus palabras salieron como un golpe directo al pecho.
—No puedo imaginar mi vida sin ti. No puedo dormir si no escucho tu voz. No puedo ver el futuro si tú no estás en él.
Fale dio un paso atrás, temblando. Aquellas palabras que tanto había deseado escuchar durante meses la golpearon de lleno, pero también la confundieron.
—No digas eso… —susurró, con lágrimas en los ojos—. Nunca antes lo dijiste. No ahora, cuando ya no sé si puedo creer.
Gael se acercó, acortando la distancia.
—Porque tuve miedo —confesó—. Miedo de necesitarte tanto, miedo de que te fueras si lo decías primero. Pero ya no tengo miedo, Fale. Si tengo que perderlo todo, lo haré, pero no voy a perderte a ti sin pelear.
Ella bajó la mirada, con las lágrimas corriendo por sus mejillas.
—Y si ya estoy cansada de pelear… —susurró con la voz quebrada—. Si solo quiero empezar de nuevo, lejos de todo esto…
Gael respiró hondo, su voz bajó de tono, suave pero cargada de emoción.
—Entonces empecemos de nuevo —dijo—. Sin cámaras, sin contratos, sin guiones. Solo tú y yo.
—¿Qué? —preguntó ella, confundida.
—Ya no hay programa —explicó Gael—. Lo destruí. Deny y yo encontramos pruebas de que todo era un fraude. No hay más grabaciones, ni contratos, ni premios falsos. Si te quedas, Fale, no será por un show. Será por nosotros.
Ella lo miró, intentando entender si todo aquello era real. Su respiración se aceleró, sus ojos se humedecieron aún más.
—¿Nosotros? —repitió, casi en un suspiro.
Gael asintió.
—Solo nosotros.
Durante un segundo, el tiempo pareció detenerse. El ruido del aeropuerto desapareció. Todo lo que existía era él, sus ojos sinceros y esa confesión que había esperado tanto.
Fale soltó un suspiro tembloroso y sonrió levemente.
Una media sonrisa, frágil, pero llena de algo que Gael no veía desde hacía mucho: esperanza.
Entonces dejó caer la maleta al suelo y dio un paso hacia él.
Sus brazos subieron lentamente hasta rodear su cuello.
Él se quedó inmóvil, temiendo que fuera un sueño, hasta que sintió sus dedos temblar sobre su piel.
—Eres imposible, Gael —susurró ella, con una risa entre lágrimas.
—Y tú, mi locura favorita —respondió él, justo antes de que sus labios se encontraran.
El beso fue lento, intenso, lleno de promesas y heridas que se cerraban al mismo tiempo. No era solo una reconciliación. Era el inicio de algo nuevo.
A pocos metros, Deny y Clarisa acababan de entrar al aeropuerto.
Ambos se quedaron congelados al ver la escena: Fale abrazando a Gael, besándolo con el alma.
—¡Oh, por Dios! —exclamó Clarisa, con una sonrisa enorme—. ¡Sabía que este idiota no se iba a rendir!
Ella con lágrimas en los ojos, caminó hacia Fale cuando se separaron del beso. La abrazó con fuerza.
—Estoy tan feliz por ti —susurró con emoción—. Pero dime algo…
Se apartó un poco, frunciendo el ceño y cruzándose de brazos con falsa molestia.
—¿Pensabas irte sin despedirte de mí? —le dijo, dándole un codazo suave.
Fale soltó una carcajada entre sollozos intentando limpiarse las lágrimas con la manga de su suéter.
—No quería verte llorar…
—Pues igual estoy llorando, ¡así que no sirvió de nada! —respondió Clarisa, limpiándose las mejillas con humor.
Deny abrazó a Gael, palmeándole la espalda.
Editado: 16.11.2025