90 días para enamorarnos

Epílogo

Un año de amor

El tiempo pasa más rápido cuando se es feliz.

Parece mentira que ya haya pasado un año desde aquella noche en el hospital, cuando escuché por primera vez el llanto de Alex y vi a Gael desmayarse a mi lado.

Desde entonces, cada día ha sido una aventura llena de risas, noches sin dormir, biberones a las tres de la mañana… y un amor que no deja de crecer.

Recuerdo que mis padres llegaron desde Noruega un día después del parto. Apenas me vieron con el bebé en brazos, mi madre rompió a llorar y mi padre, que siempre fue tan serio, se le humedecieron los ojos sin decir palabra.

Fue un momento tan tierno que aún se me eriza la piel al recordarlo.

Alex creció rodeado de amor: de los abrazos torpes de su papá, las canciones de cuna desafinadas de Clarisa, las bromas de Deny y las videollamadas eternas con mis hermanos, que esperaban el momento de conocerlo en persona.

Y hoy, finalmente, todos estamos juntos.

Mi familia viajó desde Noruega para celebrar su primer cumpleaños.

El jardín está lleno de globos azules, cintas doradas y una enorme pancarta que dice “Feliz cumpleaños, Alex”.

Clarisa se encargó de la decoración (y exageró un poco, como siempre), Deny está a cargo de la parrilla y Gael… bueno, Gael está persiguiendo a nuestro hijo, que gatea veloz entre los regalos como si fuera un explorador en misión secreta.

—¡Gael, cuidado con el pastel! —le grito divertida.

Él se gira con Alex en brazos, ambos con las manos llenas de crema azul.

—Ups… creo que alguien lo probó antes de tiempo —dice, mirando a nuestro hijo con fingida seriedad.

Alex suelta una carcajada tan contagiosa que todos terminamos riendo.

Mis padres observan la escena con ternura.

Mi madre se acerca y me abraza por detrás.

—Tienes una familia hermosa, Fale —susurra con emoción.

—Gracias, mamá. Lo sé —respondo, apretando su mano.

Mis hermanos le toman fotos a Alex sin parar, y mi padre, como si el tiempo lo hubiese ablandado, le hace reír con muecas torpes que jamás le vi hacer antes.

La tarde avanza entre risas, abrazos y recuerdos.

Clarisa levanta su copa de jugo y dice con su entusiasmo habitual:

—Por Alex, el bebé más risueño, travieso y amado de todos. ¡Feliz cumpleaños, pequeño príncipe!

Todos aplauden.

Gael me busca con la mirada y se acerca, colocando a Alex en mis brazos.

—Un año, Fale… —me dice con voz suave—. Un año desde que llegó y nos cambió la vida.

—Y lo seguirá haciendo —respondo, acariciando la cabeza de nuestro hijo, que ahora intenta comerse una flor de su pastel.

Gael ríe y me besa la frente.

—Gracias por darme la familia que nunca supe que necesitaba.

Lo miro, con el corazón lleno.

—Gracias a ti por amarnos como lo haces.

El sol empieza a ocultarse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados.

Alex, cansado de tanto festejo, se queda dormido en mis brazos.

Gael me rodea por la cintura y los dos observamos el horizonte.

—¿Sabes, Fale? —susurra—. A veces pienso en cómo empezó todo… ese contrato absurdo, las peleas, las risas, los 90 días que parecían un reto.

—Y ahora —le interrumpo sonriendo— tenemos toda una vida por delante.

Nos quedamos así, abrazados, mirando a nuestro pequeño dormir, mientras el viento mueve suavemente los globos que dicen “Feliz cumpleaños”.

Y entiendo, una vez más, que el verdadero amor no necesita cláusulas, ni promesas, ni contratos.

Solo dos corazones dispuestos a crecer juntos.

FIN

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Ahora si bueno me quedé sin pañuelos de tanto llorar jeje perooo estoy súper encantada esta historia se ganó mi corazón pero como todo lo bonito y lo bueno tiene final oficialmente esta historia no es la exención y bueno mis nenas hermosas espero les haya gustado y si pueden seguirme en mi perfil de Booknet se los agradecería muchísimo y también no olvides darle al corazón al libro y seguir mis otras historias están buenas jeje ahora si chaito.




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